Se regalan auditorios

Se regalan auditorios
Por:
  • larazon

Gil Gamés

En el año de 1999, cuando la policía entró a la UNAM para recuperar las instalaciones que llevaban 9 meses secuestradas por un fantasmal comité de huelga, el auditorio Che Guevara, o Justo Sierra, o Che Sierra quedó en manos de un grupo de huelga y huelgo. Y hasta la fecha. Como lo oyen, para evitarse un problema serio, las autoridades de la UNAM decidieron regalarle el Justo Sierra a un grupo de jóvenes rufianes que lo ha usado durante quince años como hostal, fonda, narcotienda, burdel, picadero, dormitorio, comedor, baño, casino, palenque, antro, piquera, en fon.

Seis asaltantes, que así se llaman los que entran a un lugar y se adueñan de él y lo roban, vigilaban como de costumbre el Che Guevara. Cuarenta encapuchados los sorprendieron. Según la nota de su periódico Milenio, los atacantes forman parte de quienes tuvieron el control del auditorio después de la huelga y lo perdieron en 2013. Hay que decir que las autoridades universitarias se han equivocado, si se trataba de evitar el enfrentamiento pudieron regalar a los atacantes otro auditorio, dicen que el de Arquitectura es muy bonito. Así de regalo en regalo, la ciudad universitaria vivirá en santa paz.

Los asaltantes y los atacantes (antes-antes) se enfrentaron con varillas, botellas, palos con clavos, cohetones, mazos, extinguidores. Total: desalojaron a los asaltantes anarcos y los dejaron como santo cristo. Y así mal heridos pidieron ayuda a la comunidad. Compañeros: nos han despojado de lo que legítimamente nos robamos hace ya muchos años.

Gamés supone que debió ser imposible diferenciar a los anarcos de los encapuchados pues son una y la misma cosa: asaltantes. Me diste un botellazo y soy de tu grupo. Perdón, pero me pareciste de pronto un neoliberal disfrazado de anarco. Se están usando mucho esos disfraces. El grupo que entró en la madrugada, da igual quienes sean o no sean, ofrecieron algunas muestras de lo que encontraron en el interior: material para fabricar bombas caseras, algunos carrujos de mariguana, pipetas de laboratorio, chacos y una cantidad considerable de botellas de cerveza.

Los que tomaron la plaza colgaron una manta que decía: “Esto es por lo que decidimos entrar al Auditorio Che Guevara. No más narcomenudeo. Respeto a los espacios universitarios”. Los autores de la manta se adueñaron ilegalmente del mismo auditorio durante 14 años. ¿No estamos locos? Gil propone una política más igualitaria en el regalo de auditorios. El Muca tiene un recinto muy bonito y Gilga también es universitario, algo le puede tocar, aunque sea una butaca muy fina, o un pedazo de alfombra de tránsito rudo.

Un zafarrancho. Al parecer, el pleito lo ganaron los anarcos pues los encapuchados huyeron, pero hicieron preso a David Moreno Palacios, estudiante de la Escuela Normal Rural de Tenería, Veracruz. Al prisionero de guerra le hicieron un juicio y luego lo entregaron a las autoridades. Un estudiante de una normal de Veracruz encabezó la toma del auditorio. Bien pensado se trataba de la toma de una toma de otra toma originaria.

La autoridad de la UNAM no fue omisa y de inmediato hizo la denuncia del caso: “la UNAM repudia categóricamente la violencia registrada y exige la entrega inmediata del auditorio ocupado de forma ilegal. Por tales hechos, esta casa de estudios levantará la denuncia ante las autoridades correspondientes”.

Así se debe actuar, con gran energía y sin ambages (gran palabra). Bueno, la UNAM ha tardado 15 años en exigir la devolución del auditorio Justo Guevara, pero tampoco nos pongamos quisquillosos, el tiempo es algo muy relativo.

La máxima de Dumas espetó dentro del ático: “Para toda clase de males hay dos remedios: el tiempo y el silencio”.

Gil s’en va

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