Se supone que es ciencia

Se supone que es ciencia
Por:
  • raudel_avila

Conocí al doctor Fernando Escalante una mañana veraniega de 2004. Me presenté a la última etapa de los exámenes de admisión del Colegio de México, consistentes en una serie de entrevistas con profesores de la institución. Escalante me preguntó sobre el último libro que yo había leído. Se trataba de las Memorias de Ultratumba, de Chateaubriand. Al profesor le hicieron gracia mis interpretaciones del romanticismo literario francés y el marcado acento norteño que me distinguía. Hablamos del ceviche mazatleco y de cómo me equivoqué de autobús antes de llegar a la entrevista.

Durante mis estudios, tuve el privilegio de ser su alumno en el curso Introducción a las ciencias sociales. Exigente es una palabra muy suave para describirlo. Sacaba la lista de estudiantes, buscaba un apellido y empezaba a preguntar sobre las lecturas. “Ávila, ¿José Ortega y Gasset hablaba alemán?” “Profesor, eso no venía en el texto.” La respuesta de Escalante era fulminante “Entonces no sabe leer. Un buen lector revisa la biografía del autor antes de empezar sus textos. Ortega estudió en Alemania.” No había momento más aterrador que cuando llegaba el profesor y ordenaba “saquen una hoja y una pluma. Describa en un párrafo las ideas de Rudolf von Ihering sobre el derecho.” Sentado junto a Natalia Rivera, la más aplicada del salón, yo trataba de copiar sus respuestas. Desafortunadamente, Natalia nunca me dejó ver lo que contestaba.

Después del pequeño examen, el profesor sacaba un libro y lo regalaba a algún estudiante. Luego hablaba sobre los descubrimientos de la antropología en África, los orígenes de la mafia italiana, el nacimiento de la izquierda en la revolución francesa o la crítica literaria en George Steiner. Eso eran las ciencias sociales, un universo riquísimo de conocimientos por adquirir, no un dogma matemático.

Ayer cayó en mis manos el más reciente libro de Escalante, Se supone que es ciencia. Reflexiones sobre la nueva economía, una apasionante y apasionada crítica de las tendencias dominantes en la enseñanza académica de la economía. Continuación natural de su libro Historia mínima del neoliberalismo, el texto apunta la falta de seriedad en una disciplina cuya pretensión mayor es la capacidad de pronosticar pero que fracasó en anticipar la crisis de 2008.

Para colmo, ha contaminado su pretensión falsamente científica a otras disciplinas, con los fracasos que todos conocemos en el levantamiento de encuestas. Un libro muy pertinente en estos días.

“Que otros se enorgullezcan de lo que han escrito, yo me enorgullezco de lo que he leído”, decía Borges. Yo no puedo presumir ninguna de las dos cosas, pero estoy orgullosísimo de mis maestros. Entre ellos, ocupa siempre un lugar destacado Fernando Escalante.

espaciolarazon3@gmail.com

Twitter:@avila_raudel