Siempre habrá un punto medio

Siempre habrá un punto medio
Por:
  • bonafont17

En días pasados se desató una polémica, en el medio literario, sobre tantos puntos que sería dilatado resumirlos. Sin embargo, uno de ellos sí me llevó a reflexionar sobre desde cuándo se habla de una “literatura oficial”. Y si, acaso, ésta se da en el presente. Mi conclusión fue que no: que nadie escribe ficción, echando mano cualquiera de los géneros literarios, para agradar a las instituciones culturales o personas que las representan. A diferencia de lo que ocurría hace más de un siglo en donde sí existía una escritura que introducía como parte de su eje temático la exaltación de los valores del pensamiento liberal mexicano.

Como lo he comentado en otras ocasiones: el contexto, tanto geográfico como cultural, en el que nace un escritor forma parte fundamental de su imaginario. Y en nuestro país hay claros y simbólicos ejercicios literarios a este respecto. Un ejemplo que ilustra esta idea es el movimiento que se dio en el transcurso del siglo XIX en México, – sobre todo en la segunda mitad de esta centuria–, en que se gestaron diversos cambios sociales, políticos y culturales que permitieron a los ciudadanos de nuestra nación percibir a la patria de una forma distinta.

Esta circunstancia, sin duda, dio pie para que la labor artística de quienes habitaron en ese siglo, y los albores del siguiente, se fuera consolidando es sus diferentes disciplinas artísticas gracias a esta nueva forma de “mirar” a su país.

En el caso de la literatura se dieron movimientos como: el nacionalismo romántico, el romanticismo y el modernismo. Y, de manera incipiente, la figura de la mujer, como literata, fue alcanzando una presencia más fuerte en este espacio a través de diversas publicaciones. Es decir, era difícil encontrar un lugar particular a la estampa femenina dentro del campo literario. No es sino hasta el II Imperio que la presencia de la mujer se integra al colectivo social y, en consecuencia, literatura nacional. Es en este periodo, pues, cuando la presencia femenil alcanza una fisonomía distinta dentro del ámbito cultural, como nos los muestra el libro Más nuevas del Imperio. Estudios interdisciplinarios acerca de Carlota de México. Escrito por Ingler, Susane y Roland Spiller y publicado en Iberoamericana, 2001:

En el caso de las mujeres, podría decirse que, por diversas razones durante el Imperio de Maximiliano (1864-1867), se abre uno de estos espacios. Llama la atención el número inusual de mujeres –Carlota, sus damas del palacio, la mítica “India Bonita”, Agnes de Salm Slam, Concha Lombardo de Miramón…–que desfilan por las páginas de las historias del Imperio, tanto eruditas como novelescas, tanto extranjeras como mexicanas, en contraste con una presencia más bien transparente durante el resto del siglo.

Otra aportación importante del siglo XIX fue que los escritores pusieron en boca de personajes liberales las ideas que los representan y en boca de conservadores las ideas conservadoras, como es el caso de Clemencia de Altamirano, por citar una novela representativa de aquella época. Es decir, si lleváramos a cabo una revisión del panorama literario del siglo XIX y principios del XX, pareciera que los personajes están marcados más por su condición ideológica, por lo que sólo un liberal es capaz de expresar los pensamientos liberales y en resultado es que sólo un conservador puede hablar contra la ideología liberal.

Lo anterior es consecuencia de que desde el Estado hubo la intención de regir el punto de vista de los lectores para producir ciudadanos de pensamientos liberales. Así nuestra cultura estableció las convenciones liberales para reescribir la historia a través de diferentes códigos reiterativos. El problema quizá reside en que la memoria normalmente remite a la identidad, como es el caso de la literatura decimonónica mexicana, en donde el peligro de narrar reside en que se construye “una narración oficial.”

Han pasado los años y han quedado atrás aquellos usos en donde los ánimos de los escritores se desataban por la euforia de relatar el triunfo sobre los imperios y darle voz a quienes lograron una república: Los Liberales. Dejando enterrado el pensamiento del grupo de los Conservadores, quienes por muchos años aparecieron como traidores sin, en realidad, llegar a serlo. Ya sabemos que hay una frase que dice: “La historia la escriben quienes triunfan”. Y nuestros antepasados son un ejemplo de cómo esa historia se trasladó tanto a novelas, como a cuentos y, por supuesto, a la poesía.

Aunque, es cierto, que no todo es blanco y negro y el paso del tiempo así lo ha confirmado. Dado que de tres lustros a la fecha se han dado ejercicios literarios que han reelaborado nuestra historia, a través de sus personajes más icónicos, como consta en novelas tan espléndidas como El Seductor de la patria de Enrique Serna quien nos muestra a la figura de Santa Anna como un personaje apasionante y lleno de complejidades. O bien, Noticias del Imperio de Fernando del Paso que desmenuza la personalidad tanto de Maximiliano como de Carlota y el entorno que los rodeaba.

De esta forma quedan atrás las figuras intocables para volverlos actores que son capaces de tomar decisiones buenas y malas. Tal vez para demostramos que siempre habrá un punto medio en el que siempre se sacudirá la condición humana.

Nos vemos el otro sábado, si ustedes gustan.