Silvio, un majadero

Silvio, un majadero
Por:
  • larazon

Gil Gamés

Error mental. Amigos que no malquieren a Gil le aconsejaron el agua de un concierto para refrescar la memoria de su vida. El Auditorio Nacional y Silvio Rodríguez. Gil intentó pactar con su pasado, grandes canciones de amor inspiradas en un tiempo feliz, casi de oro. Ríos de gente en busca de unas palabras de amor. Oh, sí.

Gamés se preguntaba dónde estaba el divo de La Habana. No se veía por ningún lado. En un extremo del escenario, un hombre metido en una gorra y con unos audífonos tocaba la guitarra. Bien, al menos el público sabía dónde estaba el cantante. Gamés pensó: las viejas canciones son remansos, palabras de otros tiempos, ayuda de la memoria. Si se trata de recordar un mundo feliz, vamos a reconciliarnos con el pasado.

Gamés ha visto personajes en pelea con su público, pero nunca había visto algo así. Majadero, lento, monosilábico, Silvio Rodríguez se escondió en un rincón para que nadie lo buscara, o lo encontraran, como ustedes digan. Y no le dio la gana cantar nada de nada, salvo las canciones de su más reciente disco, dos años creativos atrás, por cierto. De mala gana, se decía, antes, en un auditorio lleno y relleno, el jilguero de la dictadura cubana se dio el gusto de cantar solamente canciones que nadie pudiera recantar, acompañar, tararear.

Gamés pensó en una reconciliación: la mujer con sombrero que huye como una gaviota; ojalá pase algo que nos borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve; cómo gasto papel en recordarte; en fon. La noche pasaba y el señor Rodríguez no cantaba nada de nada, a cada línea se molestaba.

Gamés recordó: el dueño de los helados Copelia, el dueño de varios hoteles en La Habana estaba de un humor negro. Correcto, pues que no haga conciertos y sanseacabó.

Lección: lectora, lector, no se reconcilie si no hay un verdadero motivo para ello. ¿Por qué rayos Gamés tendría que regresar a Silvio Rodríguez? Por nada, por un error mental. El defensor de la dictadura cubana cantando en el auditorio de un pésimo humor, uff, qué cosa.

En algún momento del concierto, vamos a llamarle de algún modo, Silvio dijo que cantaría cuatro canciones unidas por no sabe Gamés qué puente poético.

El divo de La Habana le pidió al público que no interrumpiera con el aplauso.

Entre las cuatro canciones se podría escuchar “Ojalá”, ni se les ocurra cantar.

Este Caruso de la isla se ha vuelto loco, caviló Gilga. ¿Cuánto cobró el revolucionario por todas estas majaderías?

Rodríguez, meditó Gamés, tiene todo el empaque para realizar un gran concierto como lo hicieron Serrat y Sabina. Éxitos cantados por la multitud, fiesta, baile. Al parecer Silvio se siente un clásico al que el público debe escuchar en absoluto silencio. El error mental de Gil se convirtió en una maldición.

Una hora y diez minutos después de soportar un tormento, Gil tomó la decisión severa de abandonar su butaca y abandonar el Auditorio Nacional. El clan se quedaba dentro, en la oscuridad del teatro y Gamés partía con pensamientos ofensivos: que este señor siga en defensa de la dictadura, de la Revolución, de lo que le dé su regalada gana. Compermisito; perdón, creo que la pise, qué pena. Y hasta luego. Nomás faltaba. Gamés bajó la escalinata del auditorio y se sintió liberado. Que el cantante se vaya mucho muy lejos. ¿Conciertos a estas edades de Gilga? Olvídenlo.

La máxima de Churchill espetó dentro del ático: “Me gustaría vivir eternamente por lo menos para ver cómo en cien años las personas cometen los mismos errores que yo”.

Gil s’en va

gil.games@3.80.3.65

Twitter: @GilGamesX