Snowden

Snowden
Por:
  • xavier_hidalgo

Hay personajes que construyen historias.

Alrededor de ellos se tejen infinitas posibilidades para contarlas.

Cuando se trata de un filme, el guionista y el director serán los que determinen el rumbo, el camino que éste deberá trazar a lo largo de esas pocas horas que tendrán para mostrarnos a ese ser extraordinario y convencernos de que es digno entonces de ese protagonismo.

El nombre de Oliver Stone, detrás de una cinta, suele ser sinónimo de voz alta. El director a hecho del suyo un nombre relacionado a tramas políticas necesarias en muchas ocasiones; un tanto necias, en otras. Sin embargo, es sin duda un obligado.

Snowden, su nueva película, estrena en nuestro país este fin de semana. Se podrá usté imaginar, Sr. Lector, que la suma de esos dos específicos nombres debería suponer ya de por si una tremenda carga.

La cosa, y es que aquí donde el asunto se torna complicado, es que no sucede del todo así. Café sin cafeína. El Stone de este filme se queda en relato casi didáctico de una historia que desde hace años ha causado una debacle bruta para el mundo, una en la que todos estamos involucrados, una que derriba sin miramiento la posibilidad de privacidad y seguridad misma de prácticamente cualquier ser humano sobre la tierra. Gracias Obama.

El filme se escribe a través de un periodo especifico: El momento justo en el que Snowden decide revelar al mundo los trapitos del gobierno estadounidense. A partir de ahí el relato de convierte en uno que se construye a través de una sucesión de flashbacks que repasan el historial del informante en el ejército y los servicios de inteligencia enmarcados por escenas que parece recrean el rodaje de Citizenfour (2014), estrategia narrativa que resulta contraproducente al filme, sobretodo porque no hace sino recordarnos lo bien contada que estaba ya esta historia gracias al oscarizado documental de Laura Poitras.

La paradoja del cine: y es que al final una biopic tiene obligatoriamente que convertirse no sólo en el recuento de acciones excepcionales, debe llevarnos mas allá, retarnos, conmovernos, que duela si es necesario. Pero, la tibieza en estas circunstancias y con estos nombres, termina por ser aburrida e innecesaria. (Aunque aún así, debo reconocer que los hechos, los reales y retratados, son tan espeluznantes que logran impactar sean contados como sean contados, la realidad sí supera la ficción).

Hay un enemigo más en la cinta, que no del protagonista necesariamente, y es que en un afán de mostrarnos también al ser humano detrás de las revelaciones, Stone opta por dedicar una parte importante del tiempo en pantalla a la historia de amor con Laura Mills, la eterna novia de Snowden, el asunto, que debería servir precisamente para humanizarlo, se convierte en un lastre que nos invita a desviar la mirada del debate político, que al final era lo único que importaba.

Así pues, Sr. Lector, rápidamente nos olvidamos de ese Oliver Stone que nos dejo sin aliento con Platoon o JFK.

El trasgresor ha sido trasgredido y convertido en uno políticamente correcto.

Pero sea úste quien la juzgue, y si puede, compártame su opinión.