Tengo ganas de tacharlo todo

Tengo ganas de tacharlo todo
Por:
  • larazon

Se conservan más de diez mil cartas del escritor ruso Lev Tolstoi. En las dos que presentamos aquí, procedentes de la selección de Selma Ancira, encontramos al escritor joven, de 31 años, y al escritor maduro, de 48, en dos etapas absolutamente distintas de su trabajo creativo. Ambas cartas están dirigidas a críticos literarios de la época. A Vasili Petróvich Botkin, escritor y fundador de la revista El Contemporáneo, y a Nikolái Nikoláievich Strájov, filósofo de formación científica.

A VASILI PETRÓVICH BOTKIN

Yásnaia Poliana

A 3 de mayo de 1859

¡Vasili Petróvich, Vasili Petróvich! ¡Qué he hecho con mi Felicidad conyugal! Sólo aquí, ahora, en la aldea, habiendo recobrado el sentido y después de leer las pruebas de la segunda parte, vi la mierda vergonzosa que es esta obra abominable; una mancha para mí no sólo como autor sino como ser humano. Me jugó usted una muy mala pasada empujándome a publicarla, de modo que sea usted el confidente de mi vergüenza y mi arrepentimiento. ¡Estoy acabado como escritor y como hombre! Es definitivo. Más aún que la primera parte es todavía peor. Por favor, no me escriba ni una sola palabra de consuelo, pero si se compadece de mi desgracia, convenza a Katkov de que no publique la segunda parte y acepte que le devuelva el dinero o que me considere deudor suyo hasta el próximo año. Sé cumplir con mi palabra y corregí las pruebas con una repugnancia indecible. No hay una sola palabra viva en toda la obra. Y la fealdad del lenguaje, que se desprende de la fealdad del pensamiento, es inimaginable. Si ya no es posible evitar este cáliz, tenga la bondad de revisar las pruebas y eliminar o corregir lo que pueda ser corregido. Yo no soy capaz. Tengo ganas de tacharlo todo. Si usted pudiera evitar que esta deshonra crezca con la publicación de la segunda parte, por favor, quémela y queme también el manuscrito que tiene Katkov. Por algo quería yo publicarlo con pseudónimo. Puedo devolver los 350 rublos dentro de una semana. No me enviaron el final de cuento, pero no hace falta que lo manden. Es una tortura ver, leer o recordar esto.

Y ahora, adiós, estrecho su mano y le ruego que se tome con seriedad e interés lo que acabo de escribirle.

Suyo,

L. Tolstoi

A NIKOLÁI NIKOLÁIEVICH STRÁJOV

Yásnaia Poliana

23/26 de abril de 1876

Nuestras cartas se cruzaron, querido Nikolái Nikoláievich. Acababa de responderle a su carta filosófica cuando escribía una exultante respuesta a la mía. Me pregunta si comprende correctamente mi novela [Anna Karenina] y qué opino de sus comentarios. Por supuesto que la entiende como hay que entenderla. Y por supuesto que su comprensión me causa una alegría indecible; pero no todo el mundo está obligado a entenderla como usted.

Quizá sea usted sólo un aficionado, como yo. Además, usted lo sabe, nosotros los escritores pasamos sin cesar y sin transición del abatimiento y la humillación voluntaria de nosotros mismos al orgullo desmesurado. Se lo digo porque su opinión sobre mi novela es correcta, pero no es todo, es decir, todo es correcto, pero lo que usted dice no expresa todo lo que yo quería decir. Por ejemplo, usted habla de dos tipos de personas. Es algo que siento —que sé—, sin embargo no es lo que tenía en mente.

Pero cuando usted habla de ello, yo sé que es una de las verdades que pueden decirse. Si quisiera decir con palabras todo lo que quise decir en mi novela, tendría que escribir la misma novela que escribí desde el principio. Y si los críticos, miopes, piensan que sólo quise describir las cosas que me gustan —qué cenó Oblonski o cómo son los hombros de Karenina—, se equivocan. En todo, en casi todo lo que he escrito, me ha guiado la necesidad de ensamblar ideas conectadas entre sí, para expresarme, pero cada idea, expresada aparte con palabras, pierde su significado, se empobrece drásticamente cuando se le saca del engranaje en el que se encuentra. El engranaje mismo no está hecho de ideas (al menos eso pienso), sino de otra cosa, y es absolutamente imposible expresar directamente con palabras el principio del engranaje; sólo se puede hacer de manera indirecta describiendo con palabras a los personajes, las acciones, las situaciones.

Usted sabe todo esto mejor que yo, pero últimamente es algo que me ha interesado. Una de las pruebas más evidentes de esto que le escribo fue el suicidio de Vronski, que a usted le gustó. Nunca antes había estado tan claro para mí. Hacía mucho tiempo que había escrito el capítulo en el que Vronski acepta su papel tras entrevistarse con el marido. Comencé a corregirlo y de forma inesperada para mí, pero sin la menor duda, de pronto Vronski se pegó un tiro. Ahora resulta que esto era orgánicamente necesario para el desarrollo posterior de la novela.

Por eso es por lo que un hombre tan inteligente y tan agradable como Grigóriev me interesa poco. Es cierto que si no existiera la crítica, entonces Grigóriev y usted —que entienden el arte— sobrarían. Pero ahora, la verdad, cuando la novena parte de todo lo que se publica es crítica, la crítica de arte necesita gente que pueda demostrar que es inútil buscar ideas en una obra de arte y que pueda guiar constantemente a los lectores en ese interminable laberinto de trabazones que constituye la esencia del arte y llevarlos hacia las leyes que sirven como base a esas trabazones.

Y si los críticos ahora ya me entienden y pueden explicar en sus folletines lo que quiero decir, los felicito, y sin temor puedo asegurar qu’ils savent plus long que moi [que saben mucho más que yo].

Le estoy muy, muy agradecido. Cuando releí mi última carta, tan lúgubre, tan humilde, entendí que, en realidad, estaba buscando el elogio, y usted me lo envió. Y ese elogio suyo —sincero, lo sé, aunque me temo que de aficionado— es para mí muy, muy valioso.

[…] Tiene usted razón al decir que Guerra y paz está creciendo ante mis propios ojos. Me asombro y me alegro cada vez que alguien me recuerda algo de ella, como lo hizo hace unos días Istomin (irá a visitarlo), pero es curioso, recuerdo muy pocos pasajes de esa novela, lo demás lo voy olvidando.

Adiós, una vez más y mil gracias. Espero terminar pronto. Pero no sé si seré capaz. En verano con frecuencia se apodera de mí una imposibilidad física de escribir.

Suyo,

L. Tolstoi

(Tomado de: Lev Tolstoi, Correspondencia,

Selección, edición y traducción de

Selma Ancira, Acantilado, 2008.)

fdm