Tiempos difíciles

Tiempos difíciles
Por:
  • claudia_guillen

A través de diferentes experiencias y conversaciones, que he tenido durante este último año, he encontrado un punto de coincidencia temática que salpica tanto a unas como a otras. Me explico: se ha vuelto casi natural que en cualquier espacio podemos escuchar o leer la preocupación que externan muchos por cómo nos está tocando vivir una época de crisis.

Nos encontramos, pues, impacientes porque pareciera que toda la certeza con la que vivimos, en buena parte del siglo XX, se ha ido despeñando semejante a una hilera de fichas de dominó, a causa de las problemáticas que se han ido dando en los procesos sociales, económicos y políticos.

Pensemos que España, por ejemplo, lleva casi 10 meses sin poder ponerse de acuerdo sobre quién será su presidente. O bien, la crisis mundial de migrantes. Al igual que la guerra en Siria. Así como la violencia generalizada. Sin dejar a un lado, la corona del pastel, por lo menos para los mexicanos, que pueda llegar a ser el primer mandatario del país un personaje como Donald Trump, que desconcierta hasta las conciencias más templadas.

Esta lista apenas ilustra algunos de los conflictos, pues existen muchos más, que han cambiado la conversación de los tiempos que estamos viviendo. Desde el punto de vista de quien esto escribe, creo que esta crisis tiene un trasfondo importante en cómo vivimos el cambio de milenio.

Si revisamos como que sucedía en el mundo occidental hace un siglo, nos daremos cuenta qué, también, existía una crisis muy similar, a la que se vive hoy en día, en términos políticos, económicos y sociales: La Revolución Rusa junto con la mexicana. Del mismo modo, se comenzaba a gestar la Primera Guerra Mundial o “La gran guerra”, tan sólo por mencionar algunos hechos para sustentar mi idea.

Por lo menos de tres centurias a la fecha, se ha dotado al cambio de siglo como si fuera una hoja del calendario nueva y luminosa, que nos genera diversas expectativas. Además, el que se generan predicciones que tienen que ver más con los deseos que con realidades concretas. Incluso, en el año 2000 “se decía” que se acabaría el mundo. No fue así para nuestra fortuna. Aunque en realidad sí podríamos retomar “acabar” porque se estaba acabando una época para abrir otra, que fue la de las nuevas tecnologías y todos los avances que se han dado en ese sentido.

Pensemos, los que nacimos en la década de los sesentas, y que mirábamos caricatura que se llamaba Los Supersónicos, que se desarrollaba en un mundo colmado de modernidades que sólo cabían en la imaginación, pero desde la ciencia ficción. Recuerdo, particularmente, el teléfono dónde se podía ver la imagen de los personajes en una pantalla. Es decir, se hablaban y se miraban. En aquellos años me parecía algo imposible: ahora es una realidad que manejamos con mucha frecuencia.

Como éste y otros cambios, se ha trasformado la vida cotidiana y por ende la percepción de la misma. Seguramente les pasó igual a quienes vieron, con asombro, el vuelo de un avión; el andar de un auto; un ferrocarril; el refrigerador o el teléfono, por poner algunos ejemplos. Todo parece indicar que la población de de mayor edad, de finales del siglo XIX y principios del XX, se negaban a usar, en su gran mayoría, esos inventos que sólo podían venir de algo malo o de “cosas del diablo”. Así pasó, en su momento, con el horno de microondas: muchas amas de casa temían terminar electrocutadas.

Tal vez estos factores inciden en el desconcierto de muchos y el posicionamiento de otros. Adaptarse a una nueva forma de vida no es fácil y desestabiliza las condiciones de vida en todas sus acepciones. Pienso que estamos aprendiendo a acostumbrarnos a transitar por este siglo, tanto jóvenes como adultos, y ello normalmente implica una ruptura.

Es decir, estos tiempos difíciles que se palpan con la sensación de que todo “está en carne viva” nos llevará a sortear diversas dificultades durante algunos lustros más. Aunque soy una convencida de que encontraremos la forma de apropiarnos del nuevo siglo, y que todo irá tomando un rumbo en donde las certezas sean superiores a las inseguridades. Y lo creo porque ya tenemos el ejemplo de lo sucedido el siglo pasado, que sufrió grandes y fuertes turbulencias, hasta que alcanzó a lidiar con ellas para ya no sentir ningún tipo de vértigo. Así lo creo y así lo espero.

Nos vemos el otro sábado, si ustedes gustan.

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