Trump, el hazmerreír del mundo

Trump, el hazmerreír del mundo
Por:
  • gabriel-morales

Durante los primeros meses después de que Trump se convirtiera en presidente de Estados Unidos había gran incertidumbre entre los líderes y diplomáticos internacionales, ¿cuál sería la estrategia del presidente? ¿Cumpliría su palabra y rompería con el orden internacional? ¿Qué significaba realmente el poner a “América primero”?.

Algunos, incluso, tenían la esperanza de que el estilo áspero e impositivo de Trump le daría una ventaja en ciertas negociaciones y que algunos de los actores más inciertos de la arena internacional, como Corea del Norte, temiendo la ira e inconsistencia del presidente, terminarían por doblegarse. A casi dos años de la elección, ha quedado claro para el mundo que detrás de los desplantes de poder y los cambios súbitos de rumbo no hay estrategia. El presidente no tiene un plan verdadero para reformar el orden internacional, ni tácticas específicas para lograr la paz en Corea o en Israel; Trump tampoco tiene una nueva estrategia en el Medio Oriente y su alejamiento del área no obedece a un plan, sino al contrario a la falta de uno. Ni siquiera su apoyo a líderes autoritarios parece consistente. Al final parece que el único elemento que une a los planes de Trump, desde el conflicto comercial con China, hasta la reforma al TLCAN, pasando por sus peleas con Canadá y la crisis con Europa no es sino a una estrategia, mal planeada e improvisada, para complacer a sus electores; y es que ni siquiera se trata de poner a Estados Unidos primero, sino a Trump primero. Esto le ha quedado ya claro a los líderes del mundo, muchos de los cuales, como Merkel y Macron, no se ocupan ya siquiera de tratar de conciliar con él. Es así como Trump llegó a la Asamblea General de las Naciones Unidas donde el público estalló en risas cuando Trump inició su discurso, cuyo contenido debería abarcar el estado del mundo, diciendo que “ningún gobierno en Estados Unidos había logrado tanto como el suyo.” Los líderes del mundo occidental (y varios más fuera de éste) que durante los primeros meses trataron todo –enfrentarse, alagarlo, conciliar con él—se han ya dado por vencidos y ven desesperados cómo Trump, aunque de manera descoordinada, ataca las instituciones que Estados Unidos formara para sostener el orden internacional. Y es que no hay forma de hacer entrar al presidente en razón, ni tampoco de elaborar una estrategia para detenerlo, porque ni él mismo entiende cuál es su agenda y su táctica. Es así como llegamos a lo que se conoce como un escenario tragicómico: es tan mala y desesperada la situación que al mundo no le queda más que reírse de él.