Trump, Hillary y el voto inútil

Trump, Hillary y el voto inútil
Por:
  • rafaelr-columnista

En las últimas semanas varias encuestas entre las bases del partido demócrata en Estados Unidos han sugerido que aunque, como es casi seguro, Hillary Clinton gane la nominación, muchos seguidores de Bernie Sanders no votarían por la ex secretaria de Estado. Los jóvenes radicales que apoyan al socialista de Vermont preferirían abstenerse y algunos sectores más acomodados, aunque minoritarios, molestos con la élite demócrata y con los Clinton, llegarían a votar por Trump.

En el campo republicano se produce algo parecido. A pesar de las negociaciones de las últimas semanas, una porción del establishment conservador no quiere dar su apoyo a Trump. A nivel de base del partido republicano, es muy probable que ese rechazo en la cúpula no sea demasiado costoso para el candidato único. Pero en sectores conservadores ilustrados, sobre todo de las grandes capitales, que no se inscriben en la estructura partidaria, el rechazo a Trump podría traducirse en un abstencionismo y no necesariamente en un desplazamiento del voto en favor de Hillary Clinton.

En América Latina, a pesar de que a veces el abstencionismo es alto, es muy común el voto útil. No sólo se castiga a los candidatos de partidos menores sino que en elecciones muy polarizadas, una parte del electorado puede migrar de un bando a otro. En una región en que la democracia es reciente y, en algunos países, precaria, cada elección tiende a vivirse como la última o como un evento en que se juega la suerte del país. Eso explica el comportamiento volátil del voto.

En Estados Unidos sucede lo contrario. El ciudadano y el votante saben que en cuatro años habrá, con toda seguridad, una nueva elección y que quien triunfa ahora puede perder la reelección entonces. Las normas democráticas están asentadas en las costumbres de la sociedad norteamericana, desde el siglo XIX, como bien observaba Alexis de Tocqueville, y determinan un comportamiento electoral no tan inmediato o pendiente del corto plazo, a pesar de la polarización que favorece el bipartidismo.

El equipo de campaña de Hillary Clinton ha intentado crear una atmósfera de voto útil en contra de su rival Donald Trump, que apela al peligro que representaría una presidencia de Estados Unidos en manos de un líder que abiertamente sostiene posiciones xenófobas, racistas y misóginas. El presidente Barack Obama y varios medios liberales, como The New York Times y The New Yorker, también han destacado lo desfavorable que sería para ese país que el nuevo inquilino de la Casa Blanca sea una personalidad con nula experiencia internacional y con una creciente impopularidad fuera de Estados Unidos.

Pero esas campañas no garantizan que predomine el voto útil. Más grave aún sería que una parte considerable del electorado demócrata, partidaria de Bernie Sanders, se abstenga y no transfiera su voto a Clinton. El senador Sanders ha dado una batalla electoral impresionante en las primarias, alcanzando más de 1,500 delegados, aunque muy pocos superdelegados. A Clinton le faltan sólo 100 delegados, pero una importante base demócrata acabará la campaña fuertemente identificada con el senador por Vermont.

Todo dependerá, en buena medida, de la actitud de Sanders tras la nominación oficial de Clinton. Es evidente que su decisión de continuar en la campaña hasta el último minuto busca inclinar el programa de su rival hacia la izquierda del partido demócrata y alcanzar algún acuerdo con la ex secretaria de Estado. Si no se alcanza ese acuerdo y Sanders no respalda la candidatura de Clinton, el temido escenario de un triunfo de Trump se volverá más probable.

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