Un joven cardenista: Luis I. Rodríguez

Un joven cardenista: Luis I. Rodríguez
Por:
  • guillermoh-columnista

Entre 1933 y 1934 un grupo de jóvenes, encabezados por el General Lázaro Cárdenas, se planteó un ambicioso programa de gobierno revolucionario. Los valores en los que estaba fundado ese proyecto y los ideales que lo inspiraban se filtraron hacia lo más hondo del imaginario mexicano de izquierda.

Uno de esos jóvenes fue Luis I. Rodríguez (1905-1976). Después de una discreta carrera política en su estado natal, fue el secretario particular de Cárdenas durante su campaña presidencial. En el sexenio del General, Rodríguez ocupó puestos importantes, como Gobernador de Guanajuato, Secretario de Gobernación y primer presidente del PRM. Desde esa posición apoyó la candidatura del General Francisco Múgica, pero cuando las fuerzas se inclinaron hacia el General Manuel Ávila Camacho, tuvo que dejar la dirección del partido. El Presidente Cárdenas lo envió entonces como Embajador a Francia, en donde desempeñó una destacada labor en la protección de los republicanos españoles (véase, Luis I. Rodríguez en Francia: la protección de los refugiados españoles, El Colegio de México, 1999). Después de su misión diplomática en Francia, Rodríguez fue Embajador en Chile y Canadá. Como la mayoría de los “jóvenes cardenistas”, apoyó la frustrada candidatura de Miguel Henríquez Guzmán a la presidencia en 1952. Después de la cuestionada derrota de Henríquez, Rodríguez fue senador y embajador en Guatemala y Venezuela.

 

“En 1936, Luis I. Rodríguez publicó un libro llamado Veinte discursos (Talleres Gráficos de la Nación, México). El libro recoge los discursos dados por el autor, justo al comienzo de la campaña de Cárdenas; la lectura permite conocer lo que podríamos llamar ‘jóvenes cardenistas”

 

En 1936, Luis I. Rodríguez publicó un libro llamado Veinte discursos (Talleres Gráficos de la Nación, México). Este libro recoge los discursos dados por el autor entre enero de 1934, justo al comienzo de la campaña de Cárdenas, hasta septiembre de 1936, cuando ya se había concretado la ruptura con el Jefe Máximo. La lectura de este pequeño libro nos permite conocer el pensamiento de Rodríguez y de los que podríamos llamar los “jóvenes cardenistas”. En el prólogo dice así el autor: “Una fuerza late en este libro y es su completa sinceridad. Pasión de la sinceridad como la tenía Nietzsche; deseo imperioso de que las cosas se revelen en su realidad verdadera, simple, aunque a ratos ésta sea dolorosa. Ansia de que México se levante sobre los supuestos del conocimiento propio, ese conocimiento que, a veces tenemos que arrancarlos de nosotros mismos con esfuerzo. Sinceridad en la creencia de la marcha de la Revolución; en su valor de hecho vivo, histórico; sinceridad en la fe de que poco a poco se ha de ir estructurando el país en torno de la justicia humana. “La Revolución, para Rodríguez y sus compañeros de generación, tenía que ser una realidad dinámica.

[caption id="attachment_815331" align="aligncenter" width="698"] Luis I. Rodríguez en una fotografía de archivo.[/caption]

El primero de los textos del libro, discurso pronunciado en Toluca en enero de 1934, lleva el título de “Revolución, Partido y Gobierno”. El autor sostiene que la candidatura presidencial de Cárdenas fue una vigorosa respuesta del pueblo a quienes “se apartan del sentido de responsabilidad para entrar en viles componendas que traicionan los intereses nacionales” y que “se soñaban forzadores de los destinos de México y dueños, por consiguiente, de la facultad de elegir al futuro Jefe de la Nación”. La Revolución, afirma Rodríguez, es el movimiento del pueblo para transformar el sistema social y el régimen de producción. Por lo que toca al Partido, Rodríguez señala —siempre hablando en nombre del candidato— que sus dirigentes debían ser elementos honrados que vigilaran que en los comicios “imperen los dictados del pueblo y no los caprichos de una camarilla”. Rodríguez sostiene que si Calles había proclamado en 1928 una nación libre del caudillaje militar, en 1934 tocaba combatir el caudillaje político, “tanto o más peligroso que aquél”. Este discurso causó conmoción. Quienes lo interpretaron correctamente entendieron que los días del Maximato estaban contados. En cada uno de sus discursos, Rodríguez anunciaba la construcción de un futuro socialista. En el intitulado “La Revolución como proceso dialéctico”, ofrecido en la ceremonia del vigésimocuarto aniversario de la Revolución, el 20 de noviembre de 1934, Rodríguez sostiene que los dos oponentes a vencer en la nueva etapa de la Revolución eran la Iglesia católica y los propietarios explotadores.

 

“La Revolución, afirma Rodríguez, es el movimiento del pueblo para transformar el sistema social y el régimen de producción, Rodríguez sostiene que si Calles había proclamado en 1928 una nación libre del caudillaje militar, en 1924 tocaba combatir el caudillaje político. Este discurso causó conmoción”

 

El proyecto del primer cardenismo nunca se concretó. El Estado revolucionario no acabó ni con la Iglesia Católica ni con los propietarios explotadores. Para los jóvenes cardenistas, como Luis I. Rodríguez, ese fracaso significó el fin de la Revolución mexicana, tal como ellos la entendían.