Un rostro ruso

Un rostro ruso
Por:
  • raudel_avila

Gracias al generoso obsequio del doctor Luis Rubio, leo con estupor la gran investigación de Masha Gessen The man without a face: The unlikely rise of Vladimir Putin (El hombre sin rostro: El improbable ascenso de Vladimir Putin).

El libro, publicado originalmente en 2012 y aplaudido por las grandes escuelas de periodismo, traza un retrato biográfico del actual presidente de la Federación Rusa. El texto cubre desde su infancia hasta la toma del poder y el desmantelamiento de todos los contrapesos institucionales a su voluntad. Por las páginas del libro escuchamos las voces de quienes lo conocieron en su adolescencia, cuando se enfrascaba en violentas peleas con otros jóvenes. Hay imágenes inesperadas de su pasado. Un Putin frustrado y deprimido por su asignación a Dresden para efectuar tareas de oficina cuando lo que él anhelaba era ser espía. Putin engordando masivamente, ajeno a la estampa del dictador atlético que ahora despliega, desesperado de que nadie lo tome en cuenta en el gobierno y lo asignen a tareas intrascendentes. Putin aterrorizado por el colapso de las capacidades represivas de la Unión Soviética y las masas que se manifestaban exigiendo democracia.

Ese mismo personaje, a quien nadie tomaba en serio en los países occidentales y era visto como un títere de Boris Yeltsin, terminó destruyendo a sus oponentes, liquidando a sus benefactores y actualmente tiene en jaque a la superpotencia militar del planeta. Su encuentro el lunes en Helsinki con Donald Trump puso de manifiesto, una vez más, que Estados Unidos se encuentra a merced de las estratagemas del gobernante ruso. A pregunta expresa de un reportero, Trump dio a entender que le otorga mayor credibilidad (o cuando menos la misma) a las declaraciones de Putin sobre la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, que a las investigaciones de los servicios de inteligencia estadounidenses. La protesta del Partido Republicano y de las instituciones de seguridad norteamericanas no se hizo esperar.

Putin se impuso primero a Obama con la anexión de Crimea, luego a Trump con las negociaciones de paz en Siria. El presidente ruso fue acusado de intervenir para favorecer el Brexit y la campaña presidencial ultraderechista de Marine Le Pen en Francia. La gravedad de las acusaciones no se ha reflejado en ninguna respuesta enérgica de Occidente. La pregunta es si todavía existe tal cosa como Occidente. Mientras, la diferencia de liderazgo personal no podría ser más evidente. Como escribió Rafael Cardona, “cuando Donald Trump defraudaba a sus socios en operaciones inmobiliarias en Queens y correteaba put...”, Putin se volvía campeón de hockey, tiro al blanco con arco y fusil, aprendía piano y analizaba la geopolítica. Siguen avanzando los autócratas.