Una reflexión sobre el Turismo II

Una reflexión sobre el Turismo II
Por:
  • gerardo_garcia

Es acostumbrado tratar de predecir en estos días que el año comienza. Los columnistas escribiendo sus proyecciones sobre los meses que vienen por delante. Regularmente hablan de retos complejos; en tantas ocasiones parecieran heraldos negros, pues. El Turismo en México en efecto es una industria que puede presumir que terminó el 2015 rompiendo records, y seguramente los romperá de nuevo en este 2016. Pero en esta entrega prefiero proseguir con una breve reflexión sobre el sector antes de entrar en materia.

El turismo es una industria que construye ciudades. En su gran mayoría, los núcleos urbanos en el mundo, y a lo largo de la historia, se han asentado al margen de sus fuentes de alimentación… y de riqueza. Lo fue la minería en el México colonial. Así la majestuosidad de las ciudades que nacieron al lado del camino de la plata y del oro. Lo fue, igualmente, el petróleo en el siglo pasado. Ciudades que nacieron y crecieron al lado de una fuente generadora de empleo amén de recursos humanos para su supervivencia. Lo es el turismo en las últimas décadas. Ahí está Cancún, Playa del Carmen o Los Cabos como ejemplo de ciudades que nacieron como poblados de apoyo de un destino turístico y que, por efectos de su explosiva evolución, se convirtieron en un receptor de migrantes que edificaron ciudades. Ahí también el repoblamiento de zonas de migrantes que, como sucede en Zacatecas, han encontrado en esta industria el soporte necesario para regresar a su origen, luego de buscar oportunidades allende la frontera.

El turismo, como esta industria cuya materia prima es pródiga en tanto diversa en nuestro país, es una herramienta social poderosa. Un arma del Estado para desarrollar regiones que se encuentran deprimidas ante una economía mundial que, globalizada en extremo, ha hecho de la mano de obra un bien poco remunerado. Eso para México tendría que ser considerado como una gran oportunidad en medio de un mundo convulso en lo económico. Por eso es importante comprender que en nuestro país, por efectos que van más allá de algún divino capricho, se puede ofrecer lo más variado y lo más diverso. Porque así nos lo demuestran los vitivinicultores y enólogos que hacen del Valle de Ensenada un destino turístico de éxito presente y de un futuro destacable. Porque así lo reflejan los pobladores de la ruta de los cenotes en Quintana Roo, que comparten la belleza de su selva y su agua con quienes le apuestan a la veta del ecoturismo y la aventura como herramienta de diversificación de la oferta. Por eso la importancia que se considere más allá de los discursos políticos, como una actividad esencial.

Hasta hace algunos años, el funcionario público que trabajaba en el sector turístico tenía entre sus principales herramientas de trabajo una tijera. Le servía de sobremanera porque dedicaba una buena parte de su tiempo a inauguraciones. Lo mismo que de un restaurante, que un hotel o un salón dedicado a la meditación. Organizar eventos de belleza o participar en recepciones sociales eran sólidas atribuciones. Que el turismo fuese parte de la agenda política en México parecía inalcanzable hasta hace pocos años. No lo es del todo incluso. Es evidente que el impacto económico de este sector no ha sido representado en equivalencia en la agenda pública del país.

No ha sido un tiempo pródigo para el acuerdo político en estos años. Convulso, por razones diversas, la divergencia ha sido más sólida que la coincidencia en distintos ámbitos de la vida pública. En el caso del sector, la convergencia de intereses ha sido un elemento que claramente lo ha diferenciado de otros. La vida partidaria no ha sido un referente a la hora de las relaciones que ha guardado la Secretaría de Turismo con gobernadores y alcaldes de todas las corrientes políticas. Más allá de las diferencias, el consenso y la conciliación han sido factores fundamentales para que las obras de infraestructura turística se realicen y los presupuestos promocionales se ejerzan sin mayor distingo. Igual ha sido el manejo de los fondos de promoción que maneja el Consejo de Promoción Turística de México en coparticipación con los estados de la República. Política que no

ha sido herramienta de presión o castigo; sí de conciliación y reconocimiento a las necesidades y fortalezas de los distintos destinos turísticos.

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Twitter: @gergarcia68