Una vida cantada

Una vida cantada
Por:
  • larazon

Mónica Garza

El 21 de junio de 1993 quedó registrado en la historia de la música como el año en el que un mexicano dejó su voz impregnada en las paredes de La Scala de Milan, la catedral europea de la ópera.

Ese mexicano fue el tenor Ramón Vargas, reconocido como una de las más privilegiadas voces del mundo y hoy Director Artístico de la Ópera de Bellas Artes, que está cumpliendo ochenta años de vida. Ramón Vargas vive desde hace más de 20 años en Viena. Ahora viaja con mayor frecuencia al Distrito Federal, pero entre ambas ciudades atiende sus responsabilidades como funcionario público, razón por la cual siempre tendrá encima algún dedo acusador.

“Siempre alguien dice: es que

Ramón Vargas no está en su oficina. Pues sí, pero hay algunos que están en sus oficinas calentando los lugares también”.

Me dijo el tenor hace unos días, mientras conversábamos en los pasillos del Palacio de Bellas Artes,

en un espacio que le robé mientras preparaba lo que le correspondía de los festejos del 80 aniversario del

recinto y desde donde tampoco descuida sus compromisos como cantante en los más importantes escenarios de Europa. Otro de los motivos por

los que el cantante mexicano ha sumado detractores durante su actual administración.

“Por ahí algunos dicen que si yo soy un funcionario no debería de cantar, pero yo no tengo una posición de funcionario, yo soy Director Artístico, y estoy contratado como un artista”.

“El éxito también se puede medir con base en la cantidad de enemigos que tienes”. Dice contundente este artista considerado por los expertos como incuestionablemente el más grande cantante de ópera que ha dado México en su generación.

Ramón Vargas es un personaje temperamental arriba y abajo del escenario, lo que lo ha convertido en un hombre polémico, al que difícilmente se podrá entender si no se escarba primero en su historia.

Nació en la Ciudad de México en la Villa de Guadalupe, en el seno de la clásica familia mexicana, católica, humilde y numerosa.

Estudió becado en una escuela de hermanos lasallistas y desde el tercer año de primaria formó parte del coro de niños de la Basílica de Guadalupe, donde también fue monaguillo. Pero su vocación como tal la descubrió cuando estudiaba el bachillerato musical de la Academia de Canto Cardenal Miranda.

“Me metí a un concurso de canto, llegué a las finales y como premio me presenté en Bellas Artes con la orquesta a cantar un aria de ópera. Eso me cambió completamente la vida”.

En 1985 Ramón Vargas ganó en Italia el concurso de tenores “Enrico Caruso” y ahí coincidió con Plácido Domingo, que al escucharlo cantar lo animó a que buscara una oportunidad en la Ópera de Viena.

Fue ahí donde Vargas inició formalmente su carrera profesional y su vida personal junto a Amalia Herrera. Una joven cantante que conoció en Guadalajara y a quien luego le dio clases de canto. Se enamoraron, se casaron y juntos se fueron a perseguir los sueños de Ramón a Europa.

En 1992 el cantante debutó en el Teatro Metropolitan de Nueva York con la enorme responsabilidad de suplir al mismísimo Luciano Pavarotti, lo cual hizo con un gran éxito y esto lo preparó para lo que vendría un año después. En 1993 conquistó al implacable público de La Scala de Milan.

Pero cuando las grandes oportunidades empezaban a llegar para Ramón Vargas, la vida le puso la que sin duda sería la más dura de sus pruebas.

Mientras el tenor cumplía con una gira de conciertos en Italia, su primer hijo nació en la pequeña ciudad de

Pésaro. Una negligencia médica complicó el parto y el bebé sufrió un grave daño cerebral.

“Cuando apenas había nacido Eduardito, el éxito me arrollaba, tenía los discos y los grandes debuts, encuentros con los directores y todo aparentemente estaba yendo muy bien… Una parte muy específica de mi intelecto tenía que dedicarse al trabajo y era muy difícil”.

Recuerda Ramón Vargas al abordar esta época de su vida en la que reconoce que él y Amalia no alcanzaban a dimensionar el daño que sufría su hijo. En meses recorrieron el mundo buscando el mejor tratamiento para él, hasta que en un hospital de San Diego California, recibieron el diagnóstico definitivo:

“Una doctora americana nos preguntó, ¿ustedes saben realmente lo que está pasando con su hijo? Yo dije: “no, no sabemos”.

“Bueno pues su hijo es parapléjico, no va a poder caminar nunca, probablemente no va a hablar nunca, tal vez se va a poder comunicar porque parece que el niño es inteligente y reconoce. Yo les recomiendo que hagan una buena alcancía, para poder solventar lo que les va a venir”.

”Desde luego que hubo un momento de rabia, un momento de reacción ante un cosa que está fuera de tu control, y que sientes que el destino te está cobrando. Yo dije, a mí la vida nunca me ha regalado nada, y si mi éxito tiene que ser pagando de esta manera, pues no quiero el éxito, no me interesa”.

Sin embargo, Ramón y Amalia aprendieron a sobrellevar con una gran entereza la condición de su hijo, quien vivió seis años. Amalia fue indiscutiblemente el gran apoyo y motor para que Ramón Vargas pudiera continuar con éxito en la carrera que había elegido, complicada y de una total entrega.

Luego de la muerte de su hijo Eduardo, el tenor mexicano creó el Fondo Memorial Eduardo Vargas con el que apoya a diversas instituciones de asistencia a personas de escasos recursos que viven condiciones similares a las que tenía su hijo. Esta fundación se nutre económicamente de los recitales del tenor, quien con un perfil muy bajo, trabaja de forma constante en los estados de Oaxaca, Sinaloa y Querétaro. Actualmente Ramón Vargas y su esposa Amalia viven en Viena con sus otros dos hijos. Desde la capital austriaca el tenor mexicano ha desarrollado en los últimos años su exitosa carrera y hasta allá lo fue a buscar en 2013 Rafael Tovar y de Teresa para proponerle la Dirección Artística de la Ópera de Bellas Artes.

Al aceptar el reto, Ramón Vargas se convirtió en el primer cantante en dirigir La Ópera de Bellas Artes. Considerando que la ópera es un género que ha vivido en los últimos años

su peor época en nuestro país, dejando muy atrás aquellos años dorados de las décadas de los cuarenta

y cincuenta.

“Recibí la Ópera de Bellas Artes en un estado de abandono. Qué quieres que te diga, ésa es la verdad… Es un tema muy extraño, porque aparte de exportar tequila, cerveza, y algún buen jugador de futbol, lo que más estamos exportando son cantantes de ópera”.

“Estamos hablando de los grandes teatros donde está un grupo de cantantes que están representando a nuestro país…”

“Cuando alguien va a hacer una audición y hay un cantante mexicano, lo escuchan con atención. Yo

creo que en este momento decir que un cantante es mexicano tiene

una relevancia”.

Aunque Vargas reconoce que la industria mexicana de la ópera tiene mucho camino que recomponer.

“No tenemos la infraestructura que pueden tener otros teatros en el mundo, pero no porque Bellas Artes no sea capaz, sino porque Bellas Artes no es un teatro de ópera, es un teatro multifuncional donde también se produce ópera.

Es un recinto multifacético que presenta ballet, ballet folklórico, sinfónica, se presentan eventos nacionales, internacionales...Digamos que somos un grupo de hermanitos y todos quieren el ventanal…Hay que hacer un teatro solamente para ópera”.

Dentro de su proyecto como director artístico de la Ópera de Bellas Artes, Ramón Vargas ha optado por descentralizarla, producir ópera en los estados, donde ya están agendadas 20 funciones para este año. Asimismo, formó el primer Taller de Ópera en México que imparte clases desde enero de este año y donde los estudiantes están becados por un año.

“Mi gran reto es que el trabajo que estoy haciendo quede como una línea de trabajo que pueda continuarse. Que la vinculación con la ópera de los estados no desaparezca cuando yo ya no esté. Que la ópera de Bellas Artes siga tratando de mantener niveles de calidad óptimos”.

Asegura este enorme artista mexicano que sabe mejor que nadie que el éxito no es sólo cuestión de talento.

“Es una cuestión de actitud y de adaptación. Quien se sabe adaptar es quien puede triunfar. Saberse adaptar es un signo de inteligencia”.

El Tenor Mexicano, en el Palacio de Bellas Artes, en entrevista con Mónica Garza, para La Razón.

monica.garza@razon.mx

Twitter: @monicagarzag