UNAM… a las vivas

UNAM… a las vivas
Por:
  • javier_solorzano_zinser

No se puede pasar por alto lo que pasó el lunes en la UNAM. Los ataques con tintes vandálicos de presuntos porros, algunos de ellos con jerseys de equipos de futbol americano de la Universidad, en contra de estudiantes del CCH Azcapotzalco, enfrente de la Rectoría, es un asunto que puede escalar.

La Universidad es un ente sensible y detonador del país. Lo que sucede en su interior repercute en todos los sentidos. Así como su desarrollo académico es un referente, un orgullo y una luz para la sociedad, también sucede que todo lo que le pasa en su entorno provoca una reacción colectiva.

La UNAM representa muchas cosas en el país. Los que la usan para hechos como el del lunes, lo saben; y si no lo saben, porque no dan para ello, quienes sí lo saben son los que los alientan a actuar como lo hicieron.

Es difícil tener una idea sobre la trascendencia de lo que pasó. Cualquier cosa que en este sentido se suscite en la Universidad termina por ser un enigma. Al ser una institución libre y abierta por definición, cualquier grupo, sin importar su filiación o condición, se puede meter a sus instalaciones.

La amarga y lamentable experiencia de tener a los narcomenudistas, en la zona de los frontones y ahora en las islas, ha generado una preocupación grande, seria y justificada, la cual, paulatinamente ha venido menguando debido a la acción de las autoridades universitarias.

Todo lo que pasa en la UNAM merece atención, por más que se pueda sobredimensionar. No es fácil tener el justo medio de muchas de las cosas que se viven en la Universidad. Hay quienes la ven con distancia y son críticos con ella; y también hay quienes la defienden, entre la militancia, la convicción y el conocimiento.

De lo que no hay duda, es que es eje central de la educación superior en el país. Junto con el IPN y la UdeG, por su matrícula y desarrollo, son la posibilidad de que jóvenes de diferentes sectores sociales y económicos de la sociedad puedan estudiar.

No les alcanza para recibir a todos los que quieren ingresar. Por más esfuerzos que se han hecho para aumentar la matrícula, nunca se podrán dar abasto: la realidad les pasa por encima. Son instituciones, como muchas otras universidades públicas, que representan elementos aspiracionales y orgullo de pertenencia.

La UNAM está todo el tiempo entre nosotros. Quizá nos percatemos más de ella cuando pasan cosas como la del lunes, que por su extraordinaria vida cotidiana académica, de docencia, investigación y difusión de la cultura.

En el imaginario colectivo se tiene una idea de lo que puede provocar lo que pasó el lunes. Por ello, por decirlo de alguna manera, se han prendido los focos rojos. Se sabe que el cambio de gobierno —estamos bajo un inédito político en todos los sentidos— y la cercanía de los 50 años del 2 de octubre están siendo parte de celebraciones genuinas y recuerdos muy dolorosos;: pero también pueden derivar en provocaciones arteras y violentas.

Más de algún grupo pudiera querer “probar” y “medir” a López Obrador, no será ni la primera ni la última vez que algo así pase al inicio de un sexenio. Ayer le preguntaron en Monterrey, al Presidente electo sobre el tema, su respuesta ofrece diversas interpretaciones: no debe haber violencia “mucho menos auspiciada por intereses”.

Las autoridades de la UNAM están obligadas a investigar qué fue lo que pasó; se sabe que ya están en ello. Dejar pasar el tiempo puede ser ocasión para que esos “intereses” se puedan enquistar, en medio de escenarios que están por definirse en el país.

Con la UNAM no se tiene claridad de cuál es el justo medio de aquello que le puede afectar en hechos como el del lunes. Quizá no trascienda; hoy todavía no hay cómo saberlo.

En lo que es una cosa u otra… focos rojos.

RESQUICIOS.

Al gobernador que mueve al Congreso de su estado como le viene en gana le cayó el chahuistle en el Senado. El que salió en su defensa es el PRI, que le ayudó a que se reconsiderara el asunto. El mismo que fue cambiado por el susodicho personaje, por ya saben quién.