Vamos a la playa

Vamos a la playa
Por:
  • larazon

Se acercan los días de guardar y Gamés respeta la hora dolorosa. Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil leyó en sus periódicos santos que las playas del Distrito Federal están puestas y dispuestas para el solaz esparcimiento de propios y ajenos. Nueve playas con sus modestos mares, desde Matlacóatl, allá en Azcapo, hasta Villa Olímpica, en Tlalpan. Marcelo Ebrard no perdió el tiempo: jugó golfito, le dio dos manotazos a la bola de voleibol, se zampó unas tablas gimnásticas y dio por inauguradas unas regaderas. En este solemne momento declaró inauguradas estas regaderas. Ovación: que vivan las regaderas.

El programa Vamos a la playa promete ser un éxito rotundo. Ebrard se fajó: “Tenemos que pensar principalmente en la mayoría que no va a salir de vacaciones. Y al que no le guste o no quiera venir a las playas, pues que no venga”. Estas frases pronunciadas por Marcelo Ebrard le recordaron a Gil a su maestro de Ciencias Naturales: el que quiera estudiar, que estudie, y el que no, no.

A Gamés no le molestan las playas, al contrario, le parece acertado realizar microclimas en el Distrito Federal, incluso se podría ir más allá e importar un poco de selva tropical para poner en el Zócalo y un trocito boscoso de coníferas en Iztapalapa. Con la nieve tendríamos algunos problemas, pero nada le hace, ya se ha visto que todo se puede: compramos unos costales de azúcar y de lejos, ¿qué parece?, una estampa de los Alpes. Podría hacerse un esfuerzo, arrancarle un pelo al presupuesto y simular un pedazo de pampa en la Condesa para que los argentinos que no saldrán de la capital, es decir aquéllos que permanecerán en la ciudad, es decir quienes no viajarán, es decir quienes no irán de vacaciones, se sientan como en su primera casa, la segunda son los bares de la colonia Condesa.

De verdad, las playas de la ciudad le parecen perfectas a Gil, nomás faltaba. Ebrard se ha puesto en guardia contra el perro de la polémica.

Como no podemos hacer nada sin discusión, pleito y descalificación, la vida sería muy aburrida, los críticos del jefe de Gobierno afirman que en vez de playas, se deberían recuperar zonas verdes. No es una mala idea recobrar zonas verdes, pero habría que esperar veinte años para tomar un poco de sol en la capital. No faltarán los intrigantes que afirmen que la gran playa la hicieron en Chalco, donde el agua que se precipitó sobre las calles y las casas equivale a 15 estadios Azteca.

Por cierto, ¿ya averiguaron qué clase de arena traerán a estas playas. No vaya a resultar arcilla y echamos a perder la Semana Santa de la comunidad. Mientras Gamés bebe café y lee los periódicos, el jefe de Gobierno tendrá que pedalearle durísimo a su bicicleta varios kilómetros. Gil ya lo dijo: los ciclistas de la ciudad son incorregibles: avanzan en sentido contrario, se pasan los altos, transitan por las banquetas. Por favor, que nadie les pida a los funcionarios del gobierno que transiten por la ciclopista en sus bicicletas. Perderíamos a la cúpula gobernadora de la capital y quedaría acéfalo el gobierno del Distrito Federal. Ya he dicho que ese circuito fue diseñado sólo para cirqueros, equilibristas de fuste y fusta, campeones olímpicos, hombres y mujeres de audacia ilimitada, suicidas disfrazados de ciclistas. Todos ganaríamos si las autoridades convirtieran la ciclopista en una playa para la comunidad.

Antes de iniciar la visita de las siete casas, la frase anónima espetó: “Si Jesús era judío, ¿cómo es que tiene un nombre mexicano?”.

Gil s’en va

gil.games@3.80.3.65