Víctimas de primera

Víctimas de primera
Por:
  • larazon

Fernando Escalante Gonzalbo

ETA es tan indefendible hoy como lo era hace cinco, diez o veinte años. La Jornada siempre encuentra el modo. Ahora, según el guión propagandístico de la banda, toca la equidistancia, la retórica simplona de “la paz”, y exigir borrón y cuenta nueva —y que se agradezca a los asesinos.

La exhibición de un documental militante le basta al periódico para poner un titular de contraportada: “Mujeres del País Vasco, entre el dolor y la resistencia”. El antetítulo explica que la película “transita por el camino hacia la paz”, porque entrevista a mujeres que han sido víctimas “de diversas violencias”: la del Estado español, la violencia de género, la pobreza, la inmigración, y la violencia de ETA. Todas juntas, todas igual de víctimas.

Disciplinada, Blanche Petrich permite a la directora que vaya poniendo orden, a pesar de todo: “¿Puede decirse que después del cese el fuego la vasca es una sociedad más plural?”. La respuesta, pesarosa, rotunda: “No estamos todavía ahí […]. No es fácil, no se ven muchos cambios, porque el Estado no mueve ficha”. Mejor no preguntar qué significa “más plural”. En todo caso, el problema es el Estado, por supuesto, que no corresponde a la generosidad de ETA. Por si hubiese dudas, Petrich vuelve a preguntar: “¿Cuál ha sido la respuesta de la autoridad…?” Feliz con su metáfora, la otra repite: “El Estado español no ha movido ficha después del cese del fuego…”

ETA no se ha disuelto, no se ha desarmado, no se arrepiente de nada ni renuncia a nada: ¿qué clase de ficha tendría que mover quién, para qué? El Estado, la sociedad española, ¿tienen que mostrar su agradecimiento a los asesinos, porque por ahora no matan? Imagino que algo así piensan las dos alegres comadres de La Jornada. Insiste Petrich, incisiva: “¿Se puede hablar de un deseo generalizado de pasar página?”. Hay que ponerlo así porque de eso se trata el parloteo gandhiano, que todo se olvide. Lo que pasa es que los únicos que quieren “pasar página” son los etarras, los presos y los huidos, y algunos de sus parientes. Y la redacción de La Jornada. El resto de la sociedad española, de la sociedad vasca, sigue en la misma página de hace treinta años, en la defensa de la legalidad democrática. No espera un “proceso de paz” porque no ha habido una guerra, sino la agresión cobarde, criminal, de una banda de asesinos.

Para no pasarse de gandhismo, el párrafo final pone las cosas en claro, no todas las víctimas son iguales. “Las víctimas de ETA han sido arropadas por dos leyes”, pero no las víctimas del Estado, o sea los presos y prófugos: “Ahí hay una asimetría, víctimas de primera y de segunda”. Dice eso, literalmente.

O sea, que no se conforman con la canallada de poner en el mismo plano a unos y otros, sino que exigen preferencia para los asesinos. Dice eso: la niña Silvia Martínez Santiago, de seis años, el jubilado Cecilio Gallego Alarias, asesinados por una bomba en Alicante, por ejemplo, dos entre mil, “ya han sido arropados” —ahora toca abrigar, compadecer, y mostrar cariño a la bestia que puso la bomba. Que no sufra encerrado en prisión. Para que no haya asimetrías.