¿Vocación opositora?

¿Vocación opositora?
Por:
  • Obdulio-Avila

Con motivo de la preparación de los festejos del Bicentenario del inicio de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana, por el gobierno federal; el gobierno de  Marcelo Ebrard, buscó su propio evento, previo y diferenciador del primero.

No le fue difícil hallar la justificación. Francisco Primo de Verdad y Ramos fue el motivo perfecto para que como precursor de la Independencia y de que la soberanía reside en el pueblo, fuera izado como estandarte de la autodeterminación de México y sirviera para enfatizar la vocación libertaria, progresista, modernizadora y obvio, opositora  de la ciudad. La historia como propaganda para la lucha electoral.

La vocación opositora de la  ciudad al gobierno nacional, tiene diversos capítulos en la historia patria. Detengámonos en tres fechas que registran elecciones federales y hacen patente lo anterior: la primera, 1946, el voto registró un 73.52 % para el PRI, y 26.48 % para la oposición en todo el país. Sin embargo, en esos comicios, en la capital federal, el 50.34 % para el primero, y el ¡49.66 %! para los contrarios. Fue prácticamente un empate.

La segunda, seis años después, en 1952; el PRI obtuvo el 74.31, y la oposición el 25.69, en todo el país. Un ligero aumento porcentual del primero y decremento del segundo. La gran sorpresa, fue la Ciudad de México, 49.01 el primero, y 50.99 la segunda. Está es la primera victoria de la oposición, registrada oficialmente.

Los siguientes  30 años fueron de absoluto dominio del Priato, que coinciden con el ascenso de la presidencia imperial.

La tercera, en 1982,  el PRI obtiene menos del 50 % de los votos y en cada elección subsecuente obtiene menos. Además,  la ciudad inició el periodo de 36 años en los que otorgaba menos de la mitad de la votación a quien ganaba  la presidencia de la República. Es el periodo de la vocación opositora, que concluyó este 2018.

En ese lapso, ocurrió el sismo del ‘85 que contribuyó a  la restauración de derechos políticos de los capitalinos, y un gradual ensanchamiento de las atribuciones de los entes públicos locales.

Los gobiernos  perredistas,  se preocuparon por distinguirse de quien ocupaba los Pinos; múltiples fueron los enfrentamientos y el contraste de agenda. El sol azteca quería llegar a Palacio Nacional,  y se empeñaba en construir una narrativa alterna a la del gobierno federal.

El clímax jurídico  fue la Constitución Política de la Ciudad de México, documento inédito para los capitalinos e innovador en la mayoría de sus dispositivos.

Este año, por  primera vez,  los electores votaron mayoritariamente por el mismo  partido político  para  la presidencia de la República y la Jefatura de Gobierno. Y desde 1976, los capitalinos no habían votado con más del 50 % de los votos, por el candidato a la presidencia ganador.

¿Ha muerto la vocación opositora? ¿ llegó el momento de reanimarla? ¿Ha renacido la presidencia imperial y la ciudad secunda?     La ciudad ganó más diferenciándose.