XL aniversario del golpe militar en Argentina

XL aniversario del golpe militar en Argentina
Por:
  • horaciov-columnista

Mañana se cumplirán 40 años del último golpe militar ocurrido en Argentina. Sirva la fecha para recordar algunas de las atrocidades que jamás deberían repetirse, así como algunos datos del proceso de transición y consolidación democrática tras el fin de la dictadura, y lo distinto que es el país suramericano desde entonces.

24 de marzo de 1976. La Junta de Comandantes depuso a Estela Martínez —conocida como Isabel, nombre artístico de juventud—, quien ocupaba la Presidencia argentina desde que, en su calidad de vicepresidente, había sustituido a su marido, Juan Domingo Perón, fallecido en el encargo el 1 de julio de 1974. Perón le heredó la Presidencia; no así los instrumentos políticos para enfrentar una de las etapas más difíciles que vivía el país en la segunda mitad del siglo XX, no sólo por una grave crisis económica, sino también por un notorio caos político y social. Argentina se encontraba asolada por movimientos guerrilleros (destacadamente Montoneros y ERP, Ejército Revolucionario del Pueblo), enfrentados a su vez por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina).

Fue el último país en caer, de entre sus vecinos del Cono Sur, en la que sería (hasta el momento, y esperemos para siempre) la última oleada de dictaduras militares. Lo que inauguraría ese día el país —el llamado “Proceso de Reorganización Nacional”—, bajo el mando de Jorge Rafael Videla, sería el grave azote de un terrorismo de Estado —que actuaba so pretexto de combatir al terrorismo guerrillero— más destructivo que cualquiera otro experimentado por un país latinoamericano.

Dictadura militar 1976-1983. Muchas fueron las atrocidades cometidas por Videla y los tres militares que le siguieron en el gobierno de facto (Roberto Viola, Leopoldo Galtieri y Reynaldo Bignone). Apenas aquí un apretado recuento: la práctica de erradicar a “la subversión” consistió en ir “extirpando” a distintas personas sospechosas de colaborar con esas actividades.

Fue así que sucedió la tristemente célebre categoría de los “detenidos-desaparecidos”, cuando fueron comunes los “vuelos de la muerte” sobre el Río de la Plata y el Atlántico Sur, así como los centros clandestinos de detención y tortura (siendo la ESMA, la Escuela de Mecánica de la Armada, la más icónica). Para darse idea de las cifras, en 1979 una visita de la CIDH documentó 5,800 casos de personas desaparecidas. Ya en democracia, bajo la Presidencia de Raúl Alfonsín, el informe de la CONADEP (Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas), conocido como Nunca Más, documentó cerca de 9 mil personas. Organizaciones de activistas llevan la cifra a 30 mil. Ello fue parte del juicio a las juntas militares, una suerte de Nüremberg argentino, cuyo seguimiento televisivo contó con un amplio acompañamiento social.

En pleno esplendor de la dictadura fue que adquirieron importancia las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, quienes fueron las primeras en denunciar y confrontar abiertamente al Proceso, en una época en la que muy pocos tenían los arrestos para hacerlo. Reclamaban la aparición (vivos o muertos) de sus hijos y de los nietos nacidos en cautiverio. No hace mucho, en agosto de 2014, fue recuperado el nieto 114, de Estela de Carlotto, fundadora y líder histórica del movimiento de Abuelas. La agenda de restitución de daños a las víctimas por las violaciones cometidas a los derechos humanos, abanderada por ambos grupos, cuentan desde entonces y hasta hoy, como uno de los mayores esfuerzos para que la “memoria activa”, no olvide lo que ahí ocurrió.

Malvinas. Como recurso desesperado para mantenerse en el poder tras la problemática de los derechos humanos y la crisis económica, el gobierno del Proceso, entonces con Galtieri al frente, tuvo la ocurrencia delirante de tocar fibras patrioteras y entrar en guerra con el Reino Unido por la posesión de las Malvinas. Fue así que quedaron las condiciones para el “triple repudio” —Malvinas, derechos humanos y caos económico— que dio lugar al colapso del régimen y a la transición democrática.

El legado destructivo de la dictadura hizo muy difícil el proceso de cicatrización política y social que tuvo que enfrentar el país. La buena noticia aquí es que, a pesar de que Argentina ha experimentado varios momentos muy difíciles desde su retorno a la democracia en 1983, los ha resuelto sin caer en tentaciones autoritarias y apostando a la consolidación democrática.

hvives@itam.mx

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