Yo voto, tú votas, las mujeres indígenas votan…

Yo voto, tú votas, las mujeres indígenas votan…
Por:
  • larazon

Mónica Garza

El lunes pasado se llevó a cabo en la Ciudad de México la premiación del noveno concurso Caminos de la libertad, que cada año otorga el reconocimiento “Una Vida por la Libertad” a líderes del mundo que con su labor defienden la libertad y con ello benefician sociedades. Este año se le entregó al historiador y ensayista escocés Niall Ferguson.

El evento reunió a todo tipo de personalidades del mundo intelectual, periodistas y políticos, y en esta ocasión destacó en la mesa de honor de la cena ofrecida la presencia de Eufrosina Cruz, la célebre diputada panista que en el 2007 comenzó una intensa lucha a favor de los derechos de las mujeres indígenas, luego de haber sido impedida —sólo por el hecho de ser mujer—para ser alcaldesa de su pueblo Santa María Quiegolani, Oaxaca.

“Cómo te ha cambiado la vida Eufrosina”, le dije cuando me acerqué a saludarla. La hoy presidenta de la Comisión de Asuntos Indígenas de la Cámara de Diputados sonrió satisfecha, seguramente por un logro que acaba de pasar a la historia, que se le atribuye a ella y que cambiará la realidad de millones de mujeres indígenas mexicanas.

Hermosa, vestida con un traje típico oaxaqueño y con su hijo de un año y medio en brazos, Eufrosina me recibió esta semana en su despacho del cuarto piso de la Torre D de la Cámara de Diputados, hasta donde ha llegado para hacer realidad el sueño que tuvo de niña en el aula de clases de su escuela rural…

“Un maestro me enseñó a soñar, porque llevaba recortes de periódico a la escuela y yo veía en los recortes que había edificios y otras cosas que en mi pueblo no había.

El maestro nos llevaba a que nuestra mente viera que había otra cosa más allá de esa montaña….

Yo quería ser un día como el maestro y hablar como él, porque hablaba tan bonito el español, aunque yo le contestaba en zapoteco…

Por eso yo siempre digo que la educación es la clave para transformar la mente, porque la educación te libera del miedo, te libera de muchas cosas”.

Y es que vaya que Eufrosina ha conocido el miedo. En su comunidad, como en tantas de nuestro país, las niñas tienen pocos años para jugar, ahí la infancia se termina pronto.

Por eso ella recuerda como uno de los capítulos más angustiantes de su vida la forma en la que logró escapar del matrimonio que le preparaba su padre cuando tenía sólo 11 años…

“Es un tema bien doloroso porque a los once años ya no eres una niña, ya eres una mujer porque ya sabes hacer la tortilla, ya sabes cuidar a tus hermanitos, ya sabes ir a traer el leño en el burro. Estás preparada para lo que se supone que tienes que hacer como mujer.

Por eso es muy complicado psicológicamente en las comunidades donde todavía hay estas prácticas. No quieres que se termine el ciclo escolar porque tú ya sabes lo que viene. Porque es la historia de tu mamá, de tus hermanas…

Yo creo que ésos fueron los meses más dolorosos de mi vida porque no quieres ni que salga el sol, porque es un día menos para lo que se acerca…”

Eufrosina con suerte pudo salir de su casa y de su pueblo a los 12 años para irse a trabajar a casa de unos tíos que vivían en Salina Cruz. Se la llevaron como sirvienta con muy duras jornadas de trabajo, pero ella prefirió eso a ser cedida a un marido para el que su mente y su cuerpo estaban muy lejos de estar preparados…

“Me levantaba a las tres de la mañana a deshojar y desgranar elote, a ir al mercado, a lavar la ropa de mis tíos y de mis primos , incluso sábado y domingo.

Es la parte más dolorosa de mi vida. Esto casi no lo platico pero yo dejé de ir a Salina Cruz mucho tiempo porque me dolía, y me sigue doliendo, duele que te exploten, duelen muchas cosas…”

La infancia de Eufrosina en ningún momento fue sencilla. Se la pasó trabajando, sola y lejos de su casa. Su adolescencia la pasó en Salina Cruz donde pudo terminar la preparatoria y cuenta que gracias al sistema de Conafe pudo conseguir una beca para estudiar una licenciatura en la Ciudad de Oaxaca. Terminó la carrera de Contaduría Publica a los 22 años y hasta entonces regresó a su pueblo, dice, “para ver que las cosas seguían igualitas”…

“A las mujeres les decían, búscate un marido y después a ver si te doy los programas sociales.

Los que tomaban las decisiones eran puros señores. Te asomabas a la plaza del pueblo y eran puros sombreros, ninguna mujer.

¡Ah!, pero para la mayordomía, para el tequio, la señoras viudas o las madres solteras eran las que preparaban la comida.

A mí en la universidad me habían dicho que todos éramos iguales, y acá las mujeres no podían acceder ni a la sacristía de la iglesia del pueblo. Las señoras, la mayordomía en el piso y los señores en una mesa. Entonces mi cabeza se iba confundiendo, si allá me decían que todos somos iguales...

Por eso cada que tenía vacaciones iba a mi pueblo y armaba yo mi revuelta.

Pues ya llevaba yo otra mentalidad, ya pedía yo al padre que me dejara hacer la lectura de la misa. Yo fui la primera que leyó la lectura en la iglesia…¡Casi linchan al padre!...

Eufrosina asegura que ella nunca se vio como alcadesa de su municipio Santa María Quiegolani. Dice que esa fue una locura de los muchachos del pueblo que la seguían por revoltosa y la empujaron a buscar esa silla en el 2007.

“Yo les decía: Pero si no votamos las mujeres, ¿cómo voy a ir yo?...”

Los que empezaron a hacer campaña por ella fueron los hombres de su comunidad, pero el día de la

elección todos se enfrentaron con la realidad de ley no escrita de los “usos y costumbres”…

“No hay ningún registro, ni ninguna planilla, sino que reparten unas papeletas que dicen, Presidente Municipal, Propietario, Suplente… Y cuando las autoridades en turno vieron que yo llevaba más “palitos”, pues no se lo esperaban y es cuando deciden anular las boletas que estaban a mi nombre…

Yo me armé de valor y fui a reclamar una explicación. Y la explicación que me dieron es que había un acta de asamblea donde los hombres habían decidido que ninguna mujer pudiera ejercer su derecho a votar, mucho menos que fuese votada…

En mi lengua materna, el zapoteco, los insultos son muy fuertes, y empezaron a gritarme bien feo. Es cuando sentí la denigración hacia ser mujer, lo más hondo y lo más doloroso…

Pero también ahí juré que eso no se iba a quedar así. Por algo Dios me había dado la oportunidad de salir de ese entorno. Y luego las señoras que estaban ahí me decían “Cuidado y te vayas a agüitar ¿eh?, nosotras estamos contigo”…

Decidí acudir a las instancias de gobierno en Oaxaca.

Me citaron a mi solita, la Comisión de Gobernación en la Cámara de Diputados, y me decían: Entiende Eufrosina, los usos y costumbres no se pueden trastocar de a madrazo. Ahí tu gente todavía son como animalitos rupestres…

Y mire cómo es Dios que a los tres años yo me senté en esa misma silla. Fui presidenta del Congreso y me tocó tomar protesta a Gabino Cué…

Se modificó la constitución de Oaxaca. Ahora lo que estoy pidiendo es que se modifique la constitución del país para que ya no pase la historia de Oaxaca, de Chiapas, de Guerrero…”

Hoy Eufrosina Cruz, como presidenta de la Comisión de Asuntos Indígenas de la Cámara de Diputados, acaba de ver el primer gran fruto de su intensa lucha.

El pasado 2 de octubre —en un hecho histórico—, 400 diputados votaron a favor de la reforma al artículo 2 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que ahora especifica que las mujeres indígenas pueden disfrutar y ejercer su derecho a votar y ser votadas en condiciones de igualdad con el hombre, así como acceder a cargos públicos y de elección popular.

Este hecho cambiará en mucho la condición de 6.8 millones de mujeres indígenas en México.

¡Gracias Eufrosina!

monica.garza@razon.mx

Twitter: @monicagarzag