Silvia Pinal, la actriz clave en la crónica del cine mexicano no se conformó con las producciones fílmicas populares y comerciales en las que participó en la década de los 40/50. Sus pretensiones se asentaban a otras zonas del cine: “Soy la más ferviente admiradora de Luis Buñuel: no voy a descansar hasta llegar a formar parte del elenco de unas de sus cintas, aunque sea como extra”, declararía en revistas y periódicos de la época.
Junto a su marido, el productor Gustavo Alatriste, viaja a España, en la década de los sesenta, dispuesta de convencer al director de que la aceptara en una de sus producciones.
“La Pinal” consigue trabajar con Luis Buñuel en El Ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1965); pero, es en el rol protagónico en Viridiana (1961), que se convierte en la actriz aclamada en festivales internacionales y en musa del mítico realizador del célebre largometraje, Los olvidados (1950).
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Su vínculo con el director español se dio luego de que un día, su entonces esposo el empresario Gustavo Alatriste, le preguntó qué quería como recompensa por todo lo que le había ayudado. “¡Mi mayor anhelo es trabajar con Buñuel!”, le dijo Silvia. Buscaron concretar una cita con el mítico cineasta, quien, tras una junta de detalles de producción, condicionó elegir a Silvia Pinal para uno de sus filmes mediante un adelanto de 75 mil pesos de pago: Alatriste le rubricó un cheque por 150 mil pesos.
Viridiana (1961) es la primera cinta donde Pinal trabaja bajo dirección del exigente realizador hispano-mexicano en compañía de los actores Francisco Rabal y Fernando Rey. Trama basada en la novela Halma (1895) de Benito Pérez Galdós: una joven religiosa sufre un cambio fragoso en su vida antes de convertirse en monja. La belleza de Silvia Pinal es magistralmente explorada por Buñuel en el logro de un personaje asediado por la inocencia y la devoción católica. “Hablar de Viridiana es hablar de muchas cosas significativas, sin las cuales mi vida no sería la misma; la película que más satisfacciones me ha dado”, confesaría Silvia Pinal en repetidas ocasiones.
La película recibió la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1961 y el Vaticano criticó con acritud “el sacrilegio y la blasfemia” del filme. “Sólo he mostrado una crítica a la caridad por la caridad misma mediante una sátira del idealismo cristiano”, declaraba Buñuel. “La dirección de Buñuel siempre fue instructiva y cordial, yo me dejaba llevar en cada escena, sabía que ya era su musa”, confesaba la actriz mexicana. “Me sorprendió la flexibilidad de ella, no tenía que insistir, cada imagen fluía de manera cadenciosa, su belleza se imponía hasta en las secuencias más lúgubre”, afirmaba Buñuel.
El ángel exterminador (1962), segunda incursión de Silvia Pinal en el cosmos de Buñuel. Drama surrealista y psicológico donde un grupo de aristócratas no pueden abandonar una mansión después de una lujosa cena. La Pinal asume con profesionalismo toda la carga satírica de la trama en una actuación de “alegóricos instintos salvajes y enigmas vergonzosos”.
Simón del desierto (1965), largometraje surrealista protagonizado por Claudio Brook y Silvia Pinal basado libremente en la leyenda del santo asceta sirio del siglo V, Simeón, quien vivió durante 39 años en el alto de una torre. Silvia Pinal en una lúdica actuación en el rol de diablo que tienta al santo. “Me gustó cómo supo mezclar lo demoniaco con lo sensual, trabajar las escenas con ella fue una experiencia única”, expresó el coprotagonista Claudio Brook.
Tres producciones protagonizadas por Silvia Pinal bajo la mirada exigente y descomedida de Luis Buñuel. “Después de Los olvidados, supe entender mejor la esencia del espíritu del cine mexicano dirigiéndola a ella”, expresó Buñuel.