En teatro, Silvia Pinal dejó un gran legado, no sólo como actriz, realizando icónicos papeles, sino también como productora, y por ser una persona que se preocupó por buscar espacios para que se vieran los montajes que se producían. Tal es el ejemplo del Teatro Silvia Pinal y del Teatro Diego Rivera que, de ser unos antiguos cines, se convirtieron en escenarios para este arte.
Con Ring Ring llama el amor, la primera obra musical, producida en 1958 bajo la dirección de Luis de Llano Palmer y presentada en el Teatro del Bosque, Silvia Pinal fue una pionera del teatro de comedia musical. Tras el éxito, tuvo una propuesta en Broadway para colaborar con el representante de Judy Holliday, pero rechazó el proyecto. Más tarde, en 1964, hizo la versión mexicana del musical Irma la dulce, bajo la dirección de Enrique Rambal.
Tuvo participación en más de 40 obras, de las cuales destacan Celos (1950), en la que actuó junto a Manolo Fábregas y Carmen Montejo, y El cuadrante de la soledad (1950), de José Revueltas, que contó con la dirección de Ignacio Retes y en la que el muralista Diego Rivera estuvo a cargo de los decorados.
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Pero sin duda, una de sus participaciones más recordadas fue la que tuvo en el musical Mame, con el que, con gran éxito, dio vida a la extravagante y frívola protagonista. De esta obra, Malkah Rabel escribió en El Día: “Sin duda Silvia Pinal es una actriz muy dotada en los más diversos planos, ya cómico, ya dramático”.
Después, su éxito en los musicales continuó, al ser parte de ¡Qué tal, Dolly!, compartiendo escenario con el ya fallecido primer actor Ignacio López Tarso, y de Gypsy, de 1998, en la que actuó al lado de su hija, la rockera Alejandra Guzmán.
A principios del 2000 participó en Debiera haber Avispas, Adorables enemigas y Amor, dolor, y su última aparición fue en el musical Caperucita, ¡qué onda con tu abuelita! (2022), lo que fue duramente criticado, pues la estrella salía en una gran silla, debido a que no podía caminar.