Al menos un clásico al año

Al menos un clásico al año
Por:
  • fernando_iwasaki

Me ha llegado por correo electrónico la publicidad de una de esas multinacionales que se han hecho muy populares vendiendo muebles desmontados para que uno los arme en casa, donde con gran alborozo anuncian que por fin han adaptado todos los arme de sus estanterías a la “inminente desaparición del libro impreso”. Vamos a suponer que es verdad y que dentro de poco todo el mundo tendrá una tableta llena de contenidos musicales, audiovisuales y hasta literarios. ¿Leerá más el personal por tener miles de títulos al alcance con sólo apretar un botón? Suponiendo que eso será verdad y que no ocurrirá lo mismo que pasó con las presuntas prestaciones educativas de la televisión, me atreveré a sugerir la lectura de algunos de esos libros cuyas descargas dizque serán libres y gratuitas: los clásicos.

En realidad, espero de corazón que los nuevos soportes electrónicos no sólo permitan pasar de un libro a otro, sino traducirlo incluso de una lengua a otra, porque uno de los retos de la educación del futuro debería ser la enseñanza de lenguas modernas como el inglés, el francés o el alemán —por no hablar del ruso, el árabe o el chino—, pues el mercado de trabajo de los adolescentes de hoy ya no es nacional sino internacional. Por lo tanto, asumiendo que el libro impreso está en vías de extinción y que la mayoría de la gente prefiere descargar contenidos gratuitos antes que los de pago, me atrevo a sugerir a los poseedores de tabletas, e-readers y otras modernidades, que hagan la prueba de leer un clásico a lo largo del 2016 que se avecina y así —quién sabe—, a lo mejor adquieren la costumbre de leer al menos un clásico cada año.

Por supuesto que los clásicos griegos y latinos son muy recomendables, pero sospecho que se le pueden atragantar a quienes no tienen adquirida la costumbre de leer. Por cierto que Cervantes, Shakespeare y Montaigne deberían ser leídos por todo el mundo, aunque la novela decimonónica sigue siendo lo más aconsejable para que los contemporáneos comiencen a leer. De ahí que sólo me atreva a proponer una lista de clásicos de los siglos XIX y XX, que además forman parte de la mayoría de “Reading Lists” de los departamentos de Literatura Comparada de las grandes universidades de los Estados Unidos. Ojo que mis recomendaciones no están basadas en los países sino en los idiomas originales en que fueron escritas las cuarenta obras que siguen a continuación:

Francés: alguno de los tomos de La comedia humana (Balzac), Los miserables (Víctor Hugo), Madame Bovary (Flaubert), Rojo y negro y La Cartuja de Parma (Stendhal), En busca del tiempo perdido (Marcel Proust), Viaje al fin de la noche (Céline) y El Extranjero (Camus).

Alemán: Fausto (Goethe), La metamorfosis (Kafka), Muerte en Venecia y La montaña mágica (Thomas Mann).

Ruso: Humo y Padres e hijos (Turgenev), Anna Karenina y Guerra y paz (Tolstoi), Los hermanos Karamazov y Crimen y castigo (Dostoievski).

Inglés: Historia de dos ciudades

(Dickens), Moby Dick (Melville), La señora Dalloway (Virginia Woolf), El corazón de las tinieblas (Conrad), Santuario y Mientras agonizo (William Faulkner), El gran Gatsby (Scott Fitzgerald) y Lolita (Nabokov).

Portugués: Los Maia y El primo Basilio (Eça de Queirós), Teresa Batista cansada de guerra (Amado) y El año de la muerte de Ricardo Reis (Saramago).

Italiano: Los novios (Manzoni), El gatopardo (Lampedusa), Perorata del apestado (Bufalino), Nuestros antepasados y Las ciudades invisibles (Calvino) y Sostiene Pereira (Tabucchi).

Japonés: Hay quien prefiere las ortigas (Tanizaki), La casa de las bellas durmientes (Kawabata), Indigno del ser humano (Ozamu) y La mujer de la arena (Kobo Abe).

No dispongo de espacio suficiente para enunciar mis recomendaciones de clásicos en español, pero si alguien leyera un clásico al año, en el plazo de una hipoteca convencional se habrá convertido en un tipo de interés. Incluso leyendo libros de papel.