Amado Nervo: 101 años después

Amado Nervo: 101 años después
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  • carlos_olivares_baro

Se cumplen hoy, 24 de mayo, 101 años de la muerte del poeta, cronista, narrador y ensayista que explicaba el origen de su nombre así: “Nací en Tepic, pequeña ciudad de la costa del Pacífico, el 27 de agosto de 1870. Mi apellido es Ruiz de Nervo; mi padre lo modificó, encogiéndolo. Se llamaba Amado y me dio su nombre. Resulté, pues, Amado Nervo, y esto que parecía seudónimo así lo creyeron muchos en América, y que en todo caso era raro, me valió quizá no poco para mi fortuna literaria. ¡Quién sabe cuál habría sido mi suerte con el Ruiz de Nervo ancestral, o si me hubiera llamado Pérez y Pérez!”.

Acreditado principalmente por su trayectoria poética dentro del Modernismo Hispanoamericano (Darío, Gutiérrez Nájera, Martí, Casal, Othón. Díaz Mirón...), dejamos a un lado que fue un narrador fecundo: referente ineludible en las modalidades de la fantasía, el horror y la ciencia ficción. El autor del poemario Perlas negras concibió relatos configurados en escenarios sobrenaturales en que las referencias a la muerte, lo espectral y lo religioso conformaban el meollo de la trama. Se interesó en los enigmas científicos y en los herméticos contextos de un futuro que le parecía ceñido a circunstancias vacilantes y perplejas.

Poeta que distó su ‘misticismo humanista’ con los progresos de la ciencia de finales del siglo XIX: le preocupaban las secuelas de esos avances para la humanidad. Considerado el pionero de la Ciencia Ficción en nuestro país, cuando entramos a sus crónicas y relatos hallamos temas y referencias “al teléfono celular las ondas cerebrales, los viajes al espacio, escenarios distópicos, especulaciones de desastres burocráticos y la criogenia, entre otros asuntos científicos, tecnológicos y sociales”, ha apuntado Hidalgo Pascal, editor de la revista digital Ciencia Ficción Mexicana.

Su cuento, “La última guerra” (1906), inaugura la modalidad de la ciencia ficción en la narrativa mexicana; sitúa al autor del célebre cuaderno La amada inmóvil como un antecesor de George Orwell (Rebelión en la granja, 1945). “La última guerra”, relato corto de rasgo distópico que se despliega en un futuro lejano en que los animales desobedecen y se sublevan contra los humanos, quienes por mucho tiempo los han explotado. “Con una perspectiva evolucionista, Amado Nervo se pregunta si los humanos somos la cima de la pirámide evolutiva. En este cuento propone un escenario en el que la humanidad superó su naturaleza violenta y asumió una actitud pacífica. No obstante, los animales evolucionaron a tal punto de tener una conciencia avanzada que les permitió conspirar para recuperar el mundo que en otro momento les había pertenecido por completo”, ha comentado el investigador de la UNAM, Rodrigo Mendoza.

Orwell presenta las pugnas entre ‘los cerdos’ y sus viejos adeptos. El poeta mexicano va más allá de un conflicto entre grupos: los insectos se han ‘civilizado’, se entrevén como los victoriosos, “Mamíferos pensantes”, los llama Nervo, quien especula sobre un ‘proceso cíclico de vida y muerte’: mirada crítica al rol del ser humano en las transformaciones del planeta. Atmósfera narrativa que devela las obsesiones del autor por las erudiciones orientales en la búsqueda del Nirvana a partir de la concepción de la muerte como reflejo de una imperiosa emancipación. “El hombre desde que nace hasta que muere es una máquina de hacer juguetes”, suscribió el hijo predilecto de Nayarit.

Amado Nervo y su presencia insoslayable en estrofas y fragmentos sugestivos que nos sabemos de memoria: “Gratia Plena” (“Todo en ella encantaba, todo en ella atraía: / su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...”); “El beso fantasma”(“Yo soñé con un beso, con un beso postrero / en la lívida boca del señor solitario”); “La sed” (“El alma es una vaso / que sólo se llena de eternidad”); “En Bohemia” (“Por Dios, deja tu rueca de cobre y a mi apremio / responde”); “Oremus” (“Oremos por los seres desventurados, / de mortal impotencia contaminados...”); “Renunciación”(“El deseo es un vaso de infinita amargura, / un pulpo de tentáculos insaciables, que al par / que se cortan, renacen para nuestra tortura”)...

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La muerte, hace exactamente 101 años, lo atrapa a los 48 años de edad en Montevideo, Uruguay, donde era ministro plenipotenciario de México en Argentina y Uruguay. Sus restos fueron trasladados a nuestro país custodiados por las armadas argentinas, venezolanas, brasileñas y cubanas. Velatorio glorioso con muestras de devociones en el centro de la tristeza y el desconcierto: niñas, muchachas, adolescentes y señoras lloraban con un arrebato envuelto en sollozos remedados de novelas románticas. Ciento y un años: el poeta nayarita sigue desplegando su aleluya: “Yo te bendigo, vida, / porque nunca me diste ni esperanza fallida, / ni trabajos injustos, ni pena inmerecida”.

Presentamos una selección de 5 poemas, el relato “La última guerra” y libros para entender con precisión el universo de Amado Nervo:

Lee en ESTE LINK el relato "La última guerra"

Libros esenciales de Amado Nervo:

El bachiller (1895)

El donador de almas (1899)

Serenidad (1912)

El diablo desinteresado (1916)

Plenitud (1918)

Cuentos misteriosos (1920)

La amada inmóvil (1922)

Poesía completa (1935)

Bibliografía crítica:

Historia de la poesía mexicana. Compilador: Rogelio Guedea

Antología del Modernismo Mexicano. José Emilio Pacheco

Cinco poemas de AMADO NERVO:

A Leonor

Tu cabellera es negra como el ala

del misterio; tan negra como un lóbrego

jamás, como un adiós, como un «¡quién sabe!»

Pero hay algo más negro aún: ¡tus ojos!

Tus ojos son dos magos pensativos,

dos esfinges que duermen en la sombra,

dos enigmas muy bellos… Pero hay algo,

pero hay algo más bello aún: tu boca.

Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente

para el amor, para la cálida

comunión del amor, tu boca joven;

pero hay algo mejor aún: ¡tu alma!

Tu alma recogida, silenciosa,

de piedades tan hondas como el piélago,

de ternuras tan hondas…

Pero hay algo,

pero hay algo más hondo aún: ¡tu ensueño!

A una francesa

El mal, que en sus recursos es proficuo,

jamás en vil parodia tuvo empachos:

Mefistófeles es un cristo oblicuo

que lleva retorcidos los mostachos.

Y tú, que eres unciosa como un ruego

y sin mácula y simple como un nardo,

tienes trágica crin dorada a fuego

y amarillas pupilas de leopardo.

El primer beso

Yo ya me despedía…. y palpitante

cerca mi labio de tus labios rojos,

«Hasta mañana», susurraste;

yo te miré a los ojos un instante

y tú cerraste sin pensar los ojos

y te di el primer beso: alcé la frente

iluminado por mi dicha cierta.

Salí a la calle alborozadamente

mientras tu te asomabas a la puerta

mirándome encendida y sonriente.

Volví la cara en dulce arrobamiento,

y sin dejarte de mirar siquiera,

salté a un tranvía en raudo movimiento;

y me quedé mirándote un momento

y sonriendo con el alma entera,

y aún más te sonreí… Y en el tranvía

a un ansioso, sarcástico y curioso,

que nos miró a los dos con ironía,

le dije poniéndome dichoso:

-«Perdóneme, Señor esta alegría.»

Cobardía

Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!

¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!

¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza

de porte! ¡Qué formas bajo el fino tul…!

Pasó con su madre. Volvió la cabeza:

¡me clavó muy hondo su mirar azul!

Quedé como en éxtasis…

Con febril premura,

«¡Síguela!», gritaron cuerpo y alma al par.

…Pero tuve miedo de amar con locura,

de abrir mis heridas, que suelen sangrar,

¡y no obstante toda mi sed de ternura,

cerrando los ojos, la deje pasar!

El amor nuevo

Todo amor nuevo que aparece

nos ilumina la existencia,

nos la perfuma y enflorece.

En la más densa oscuridad

toda mujer es refulgencia

y todo amor es claridad.

Para curar la pertinaz

pena, en las almas escondida,

un nuevo amor es eficaz;

porque se posa en nuestro mal

sin lastimar nunca la herida,

como un destello en un cristal.

Como un ensueño en una cuna,

como se posa en la rüina

la piedad del rayo de la luna.

como un encanto en un hastío,

como en la punta de una espina

una gotita de rocío…

¿Que también sabe hacer sufrir?

¿Que también sabe hacer llorar?

¿Que también sabe hacer morir?

-Es que tú no supiste amar…

 

KR