Autores cruzaron las barreras de la música y la literatura

Autores cruzaron las barreras de la música y la literatura
Por:
  • larazon

“Malos escritores” y “nacos” fueron algunos calificativos que recibieron escritores como José Agustín, Gustavo Sáinz y Parménides García Saldaña, una generación que rompió con la “sobriedad” de la literatura mexicana para retratar los modos de vida de los jóvenes sesenteros al incorporar un a nueva retórica discursiva.

Jóvenes escritores que también eliminaron las barreras de la literatura y la música al incorporar en sus historias temas de Rockdrigo González, The Doors, The Beatles, Bob Dylan, Wilson Pickett’s Greates Hits, Pink Floyd y Donovan, usando como escenario la colonia Narvarte para narrar historias de “ligues”, de sexo, alcohol, drogas y crítica social.

Cómo olvidar la música de fondo “All I Really Want to do”, de Bob Dylan en Pasto Verde, de Parménides García Saldaña; “Young and Beautiful” y “I Want To Be Free”, de Elvis Presley, antes de que Los Gatunos y los de la Narvarte inicien una trifulca en el lobby del cine, escena del libro El Rey Criollo de este mismo autor; o “Swing Down Sweet Chariot”, de Elvis Presley, antes de que Gabriel Guía, protagonista de La Tumba de José Agustín, baile con su tía.

Esta versión mexicanizada de la literatura beat fue llamada de Literatura de la Onda por la escritora Margo Glantz en 1971, estética que más tarde sería criticada incluso por los mismos autores, como José Agustín, quien considera que “ni remotamente fue una corriente literaria, y si lo fue habría que replantearla y redefinirla”.

“Me he pasado la vida luchando contra esto que más que algo bueno me ha resultado lesivo por reductivista y folclorizante. Como Burroughs o Ferlinghetti, que nunca aceptaron ser beats, yo tampoco acepto la idea de Margo Glantz”, comentaba el autor de Abolición de la propiedad privada, hace 10 años al diario La Jornada.

En su antología Onda y escritura en México: jóvenes de 20 a 33, la ensayista señala que “los jóvenes iniciados en la Onda utilizan el albur que el lumpen les proporciona y lo aliñan con la cadencia del rock para formar parte de esa nueva clase humana, citadina y pequeñoburguesa que manufactura al narvartensis típico, de las páginas de Agustín, Sáinz o García Saldaña”.

El término Onda que en un principio significaba para los sesenteros: fiesta, plan, ambiente o estado de ánimo; fue adquiriendo otros matices. A partir de 1966 se identificó a los jóvenes que simpatizaban con el movimiento contracultural surgido en Estados Unidos con los hippies, en México, jipitecas.

Posteriormente, el término saltó a la literatura con Glantz, con la publicación de libros que revelaban “la existencia de una narrativa mexicana verdaderamente nueva, nueva porque ofrece otra visión de México, porque esboza o define otros conceptos de escritura, porque recibe influencias distintas de las que hasta ahora habían prevalecido y porque es una apertura -o desgarradura, como diría Paz, hasta cierto punto inédita en nuestras letras”, según la autora de Doscientas ballenas azules.

Y es que libros como La Tumba, la primera novela que José Agustín escribió a los 16 años de edad y publicó a los 20, sorprendió por su lenguaje y la renuncia a toda regla de puntuación, sintaxis y ortografía, así como la utilización de juegos lingüísticos.

Con esta novela Agustín marcó el inicio de la llamada literatura de la Onda, al incluir palabras como “obesodioso”, “equis”, “noentendí”, “nosequién”, “robametodo” y “obesomartirizante”.

También con la incorporación del llamado spanglish, propio de la época.

Aunque más tarde otros estudiosos propondrían otras denominaciones a esta generación de escritores como narrativa joven, nueva sensibilidad, juvenilismo o generación de los cuarenta, lo que sí es cierto es que marcaron un cambio en la manera de hacer literatura y de reflejar a jóvenes que cuestionaban las normas establecidas en esa época.

Otro escritor ubicado en este tipo de narrativa fue Armando Ramírez, aunque para Glantz él representó “la onda ‘naca’, de la onda tepiteña, de barrio bajo, de la onda que maneja una escritura en donde hasta la transcripción tipográfica conserva la mala ortografía como testimonio crítico”

.

La Narvarte la colonia de la Onda. La colonia actualmente conocida por sus edificios funcionalistas —decorados con sus mosaicos de diversos colores—; por sus anchas calles y avenidas con grandes camellones, la Narvarte, en lo sesentas fue el escenario donde los escritores de la Onda ubicaron gran parte de sus historias.

Tal como lo menciona Glantz en su texto La onda diez años después: ¿epitafio o revalorización?: “Ser de Narvarte, bailar rock y pertenecer a la clase media son lugares tan comunes en la onda que Parménides García Saldaña los utiliza

—invariablemente como muletilla— tanto en sus cuentos como en Mediodía, libro de canciones en la onda del rock”.

Y no es para más, José Agustín y Parménides vivieron ahí y pasearon por sus calles, que sirvieron como inspiración para obras como De Perfil y El Rey Criollo. También el escritor Armando Ramírez, autor de Chin Chin el Teporocho vivió ahí.

De esta forma para estos escritores la Narvarte era lo que para Guadalupe Amor, Manuel Felguérez, Carlos Fuentes Lilia Carrillo y José Luis Cuevas era la Zona Rosa, el lugar de reunión pero sin la sobriedad del café con los amigos, sino todo lo contrario, toda la manifestación contracultural sesentera.

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