La colección de arte contemporáneo español en el Guggenheim de Bilbao

Antonio Tapies en su estudio de Barcelona
Antonio Tapies en su estudio de BarcelonaFoto: Especial
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Dentro de la colección del Museo Guggenheim de Bilbao hay una selección, o mejor dicho, una sección de artistas españoles, en lo que se aprecia la afirmación de un lenguaje estético universal. Técnicas y múltiples medios empleados por cada uno de los artistas, reflejo de la ilimitada libertad expresiva del arte español actual. Una renovación que atañe tanto al aspecto de las obras como a su significado. Antoni Tapies se caracteriza por la espontaneidad de su ejecución y la fuerte importancia que tienen las propiedades físicas del material, a partir de la década de los 70. En su pintura de superficies densas y opacas que recuerdan los muros, predominan los valores táctiles. En los tres grandes cuadros – de la colección permanente del museo-, Tápies incorpora a menudo materiales rechazados tradicionalmente por la estética occidental, como la arena, el polvo de mármol o las telas desgarradas. Otro elemento distinto en la obra del artista catalán lo observo en su pieza Ambrosía, cuya presencia de signos, letras y números es fundamental. La forma pictórica de la cruz o la equis son quizás uno de los símbolos que más utilizó el pintor, y de los cuales me dijo son los que más variedad de significado poseen para su obra.

Esa influencia de fuertes texturizaciones abstractas de Antoni Tápies es visible en la pintura de José María Sicilia. En su serie Flores reinterpreta la representación histórica de la flor llevándola hacia la abstracción. Los fondos matéricos de las pinturas pertenecientes a esta serie, como Flor blanca VIII, adquieren mucha relevancia y existe una referencia geométrica al cuadrado característico de la obra de Malévich. La depuración hacia la abstracción se hace más evidente en su obra Sin título, donde, a pesar de utilizar elementos de la iconografía de sus primeras obras – como tijeras y otros objetos-, los reduce a una tenue y casi imperceptible presencia de formas y contornos.

Otra artista fundamental de la vanguardia española es, sin duda, la catalana Susana Solano. Reúne piezas con influencias minimalistas en hierro y plomo de finales de los años 80 con otras más recientes. Jaosokor, es una obra formada por una fotografía de un nativo de Oceanía y una pieza central precedida a una canoa con estructura de hierro cubierta con lazos plásticos, cuyo efecto evoca algunas de las cualidades de la espuma, el agua y la luz solar reflejada en la superficie en continuo movimiento. De hecho, esta instalación surgió de un viaje a una aldea de Nueva guinea llamada jaosokor. La pieza, frágil e inestable en la superficie, pero fuerte en su interior, puede interpretarse como una expresión de la resistencia de las culturas autóctonas ante las agresiones de las culturas occidentales.

El artista joven de origen vasco Javier Pérez presenta dos obras interesantes en su resultado final: Levitas y Máscaras de seducción, cuyo interés es traspasar los límites y explorar los espacios desconocidos del cuerpo humano. En la primera, la presencia humana se muestra a través de las misteriosas huellas dejadas en formas de bolas de cristal. En Máscaras (quizá la más importante), nos aproxima a la idea de revestimiento, de ocultación del rostro como pie, que se puede mudar, cargada de luz y de una cierta energía animal.

Museo Guggenheim, Bilbao
Museo Guggenheim, BilbaoFoto: Especial

Otros artistas españoles en la colección son: Antonio Saura, Jorge Oteiza- esculturas fenomenales, fuera de serie del escultor vasco-; Francesc Torres- cuya instalación Demasiado tarde para Goya, es de una fuerza conceptual y política, interminable-; Cristina Iglesias, Juan Muñoz…

El Museo Guggenheim de Bilbao es todavía un espacio joven, pero desde el principio se ha sentido bien arropado por la comunidad vasca y el pueblo español. Me contaba – hace ya muchos años – Eduardo Chillida que se pretendía establecer un diálogo activo con las vanguardias artísticas europeas, y que sería una forma de poner en relieve la diversidad de lenguajes, técnicas y concepciones estéticas que caracterizan al arte del siglo XXI.

Caminando juntos para ver las exposiciones – recuerdo imborrable de mi memoria—Chillida de un lado, Richard Serra del otro. Hacía frío, caía una lluvia fina. Caminamos por Bilbao media tarde: la gran vía central, el casco viejo, los pasos a desnivel, la nueva ciudad, las calles paralelas al museo, el río, en fin… Regresamos esa tarde noche a San Sebastián lentamente llenos de melancolía. Bilbao, el principio de aquel verano; el museo, los recuerdos…