Color de piel

Color de piel
Por:
  • raul_sales

Tuve que vender todas mis posesiones y pedir un préstamo a un agiotista con una tasa de interés que, de no utilizarlo para lo que quería, seguramente terminaría trabajando para él en una de las esquinas bajo su control, mientras me adornaba con un brazalete electrónico y un tatuaje publicitario en mi frente, pedir un préstamo cuando no eres sujeto de crédito en una institución reconocida equivale, casi siempre, a venderte a ti mismo a precio de ganga. No importó, conseguí el dinero suficiente para someterme a la operación de cambio de tonalidad y aquí estoy, en el callejón trasero de la Av. Presidente45 mejor conocida como la Av. Médica pero por mi color de piel, no puedo estar del lado de las grandes puertas de cristal esmerilado y pisos de mármol que usan aquéllos que tuvieron la fortuna de nacer con una tonalidad clara de piel.

Mientras espero en la húmeda penumbra a que mencionen el número que me asignaron, escucho el marchar de la Unidad de Pureza Racial y es cuando distingo a las otras tres personas que esperaban inmóviles y que ahora buscan, al igual que yo, un lugar donde esconderse. No estamos asustados, llevamos muchos años en esta rutina de ocultarse de unos sujetos que eran considerados el pináculo de la humanidad basado en el circunstancial cruce de genes que favorecían la tonalidad clara de piel.

Conforme los pasos se alejaban, empezamos a salir con la cautela adquirida por años de persecución y por eso, justamente por eso, nos encontrábamos en este callejón donde entraríamos a una despigmentación y si conseguíamos el suficiente dinero, podíamos refinar los rasgos para hacernos pasar por la raza dominante y si lo conseguíamos, nuestro futuro estaba asegurado, los empleos serían mejor pagados, el acceso a los servicios serían por la puerta delantera y lo mejor de todo, no tendríamos que ver por encima de nuestro hombro, ni lo más humillante de todo... empolvarnos para no dañar la susceptibilidad visual de "la raza superior".

La enfermera me guió por un camino oculto a los ojos de los adinerados pacientes de la parte frontal, en algunos momentos, mientras el guardia de seguridad que acompañaba a la enfermera me detenía de sopetón con un mazazo en el pecho, lograba vislumbrar entre los resquicios de los paneles de caoba y cedro blanco la sala de espera, en un mullido sillón vi a una preciosa rubia sollozando mientras abrazaba a un bebé entre sus brazos que se notaba, incluso a la distancia a la que me encontraba que tenía sangre latina, seguramente producto de un amor que en estas épocas era tabú, gracias a Dios, era ella la que había tenido el bebé y estaba ahí para darle un mejor futuro, en el caso de que fuera un hombre blanco el que embarazara a una dama de otra raza, el bebé, aunque hubiera tenido la suerte de nacer con la tez blanca, languidecería entre una sociedad que obviaba el color ante la condición de bastardo.

Me enfurecía tanto como me angustiaba el saberme "inferior" solo por haber nacido de un color erróneo. La historia es cíclica así que cuando mi padre vio que la "supremacía blanca" regresaba al "país de la libertad" esperó que solamente fuera producto del discurso de odio del presidente en turno y que pronto la razón retornara a la sociedad. Lo esperó incluso cuando lo arrestaron por estar en un barrio de "blancos" a pesar de que ahí había vivido toda su vida la UPR no le importaba nacionalidad, religión o condición social, para ellos todo era blanco y negro donde el negro era toda tonalidad de piel que no fuera blanca. Los supremacistas blancos esperaban su momento y este llegó a pesar de la condena de propios y extraños, nadie en su sano juicio pensó que regresáramos a esa época de división pero, aquí estamos, el color de piel que se apoyó en el poder económico, se avaló con el político y echó raíces que no pudieron arrancarse en los movimientos sociales del 17 y 19 y que cuando estalló el del 21 previo a las elecciones ya fue muy tarde, ese acabó en la aplastante represión y en la promulgación del "acta de paz interior" que penalizaba severamente cualquier tipo de insubordinación y condena mediática... Lo demás fue un camino de rosas para los blancos y de espinas para todos los demás.

El quirófano estaba en el sótano, lejos de cualquier curioso que viera a un adulto de "color" ahí pues si bien, la ley permitía el proceso de despigmentación para un infante, en los adultos era causal de prisión para el médico y de muerte para el paciente, no obstante, el mercado era constante pues el beneficio superaba el riesgo pues lo más que podía pasar era acabar una vida que había dejado de serlo desde hacía dos décadas.

El procedimiento no era tardado y era casi automatizado en su totalidad, en mi caso tendría una rinoplastia, una liposucción bucal para disminuir los pómulos y un tratamiento capilar que eliminaría los rizos sin contar con la vasectomía pues no podías darte el lujo de ser blanco y engendrar un niño de color que tuviera tu carga genética, no me había alcanzado para el cambio de color en la retina pero, el mestizaje se dio tantos años que el color de los ojos eran un rasgo que no provocaba ostracismo social. Si bien. El tiempo en el quirófano era corto, el proceso de recuperación y despigmentación tardaba de 2 a 3 semanas y por supuesto, el Dr. no te tendría en observación, pagabas por adelantado y al terminar te sacaban por donde habías entrado y que Dios de amparara. Había conseguido un alojamiento cerca, un cuartucho que apestaba a humedad y roedor muerto pero que al estar cerca del consultorio era la mejor opción y por lo mismo, te cobraban como si estuvieras en una suite, claro que nadie podía pagarlo después de las operaciones pero el dueño, un gigante rubicundo podía darte a elegir entre pagar de contado o firmar un contrato por el 15% de tus ingresos anuales en el momento en que pasaras a ser de la "raza correcta". Era un robo en despoblado pero, todos terminábamos firmando.

Llevaba casi dos semanas en el alojamiento, ya no tenía la venda de la nariz y mi piel había adquirido una tonalidad dos grados menor en la escala de Fitzpatrick, mi cabello era de un tono castaño pero lo que me tenía impresionado eran los morados debajo de mis ojos, no es que nunca hubiera tenido un moretón pero, nunca los había notado en su justa magnitud. Estaba admirando esos negruzcos recordatorios de la rinoplastia cuando escuché el estruendo de las patadas en las puertas y los gritos clamando la muerte de los usurpadores de raza; falsos hombres; mentirosos y el más ofensivo... "monos blancos".

Me escondí atrás de la puerta y cuando entró gritando el camisa parda le asesté un golpe con el tubo galvanizado que servía de perchero, el ruido de crujido blando como el de una cucaracha aplastada me estremeció pero no tenía tiempo de asquearme, lo jalé hacia el interior y lo desnudé antes de que la sangre manchara más la ropa, me vestí apresuradamente y lo tiré sobre la cama, tenía las manos manchadas de sangre y la usé para ocultar los moretones de mi rostro. Estaba terminando cuando entró otro tipo de la UPR me miró de arriba a abajo antes de levantar el pulgar hacia arriba y sonreír, me llamó con un gesto y me llevó a donde estaba otro "decolorado".

— Ya sé que te estrenaste con el "mono blanco" de atrás pero como es la primera misión de todos nosotros creí que querías compartir este, dice mi abuelo que si lo hacemos, seremos hermanos de sangre y que no hay mejor hermandad. Soy nuevo en la ciudad y hasta cierto punto estoy nervioso ¿Lo compartimos?--

Sólo pude asentir con la cabeza, el instinto de preservación es un instinto difícil de superar...

Cada golpe fue una tortura, lloraba de coraje, de indignación, de odio, a ellos y a mí... Golpe tras golpe tras golpe, hasta que una mano me detuvo.

— Ya está, hermano.--

Los gritos de júbilo llenaron mis oídos y vi a todos los de la Unidad en círculo alrededor mío junto con el dueño de los cuartos que posó su mirada en mí, me tensé esperando que me denunciara pero sonrió... Mi color ya era el correcto, él ahora tenía un esclavo blanco y lo sabía... Yo lo sabía.

Quería cambiar mi color para cambiar mi vida sabiendo en lo más profundo de mi ser que debajo de la piel todos somos iguales, ahora, maldigo el momento en que decidí hacerlo. No importa qué tan claro de piel seas si tu alma es oscura y en mi caso, mi alma es infinitamente más oscura de lo que en algún momento fue... mi color de piel.