De cómo la novela desordena las casualidades

De cómo la novela desordena las casualidades
Por:
  • larazon

Carlos Olivares Baró/carlos.olivares.baro@hotmail.com

“Mi madre ordenaba armarios porque no sabía cómo ordenar su vida”, confiesa Renata la protagonista de Naturaleza Infiel (RBA Libros, 2008), novela de Cristina Grande Marcellán (Lanaja, Huesca, Aragón, España, 1962). Hay textos que invaden los ojos de los lectores con artificios grandilocuentes y gritos. Hay historias que se abalanzan sobre los miedos de los leyentes. Hay crónicas que exploran las ansias de los incautos. Hay libros de irreprochable sumario que conmueven a los más indiferentes. La literatura es un encuentro con lo impredecible, y también un azar de infundios. Hay escritores que elaboran episodios en intersecciones de sibilinas contingencias. Hay escritores que desbordan sus emociones en altanero afán de efectos gratuitos. Novelas de ardores. Novelas de circunstancias. Novelas románticas. Novelas filosas y novelas de hojarascas. Novelas que nos retratan y novelas que nos imaginan. Novelas testimoniales y novelas boleros. Novelas al fin que nos desfiguran en dibujo lacerante. (La novela, ese saco que le cabe todo.) Cristina Grande es una narradora que desordena las casualidades: hay también escritores que desde la lenidad y los silencios, saben perturbarnos. Parece que no exponen y dicen más de lo posible: “Creo que mis padres se querían, pero de una forma algo destructiva, casi a la manera de Vivien Leigh y Clark Gable en Lo que el viento se llevó. Aunque ellos preferían los finales felices”: otra vez Renata.

Naturaleza Infiel discurre desde una voz narrativa que en primera persona, va develando las grietas compasivas y destructoras de una familia de españoles en el contexto del postfranquismo. Grande entrelaza personajes y sucesos en un collage de intimidades cotidianas, suma y huella, muestrario generacional afincado en destellos, contrastes y crepúsculos conmovedores por su tonalidad meditabunda.

Flamas de viñetas, Naturaleza Infiel se convierte en inventario de frustraciones, y también balance de júbilos y esperanzas. Argumento con la familia como foco: pequeño universo diseccionado en todas las aristas y ensoñaciones. “No distingo entre la vida y la literatura”, confiesa la narradora aragonesa. Los incidentes de Naturaleza Infiel bordean gamas autobiográficas con naturalidad deslumbrante. Renata y María son gemelas nacidas con minutos de diferencia que han tomado la vida por sendas contrapuestas. Padre y madre, reflejo de una generación que ve la existencia como rutina pactada. María representa el cinismo; Renata, la conformidad crítica y el desborde sexual como parodia. Abuela, tíos, primos y amigos desempeñan una función de actantes polares, observadores de un micromundo que se desmorona por impotencia.

Grande sabe estructurar sus personajes con valor de vida y hacerlos creíbles frente a los ojos del lector. Pocas veces con tan pocos recursos un narrador ha sido capaz de edificar un cosmos tan enternecedor y convincente. Erotismo, droga y desamparo en desnudez angustiosa.

Isak Dinesen, Raymond Carver y Augusto Monterroso se asoman por los parágrafos de una novela enmarcada en los índices del realismo con ecos naturalistas que sin embargo, nos hace recordar al Chéjov de La sala número 6 y al Joyce de Los muertos (Dublineses). Estructurada en los arbitrios del iceberg discursivo, Cristina Grande es heredera directa de Hemingway: Naturaleza Infiel se entronca en su contrato textual y diégesis (modelo funcional del relato) con El viejo y el mar.

El entorno familiar en intermitencia estilística y redundancia que apela a variantes que siempre regresan al mismo eje argumental; digresiones lineales que se entroncan en polos que pueden parecer aburridas, pero juegan un papel catalizador de suma importancia: “No tengo imaginación, quizás por eso recurro siempre a los mismos temas. La repetición y la machaconería tienen algo que ver con las acciones de un herrero, de un pájaro carpintero: es como avanzar sin cambiar de sitio”, aclara la también fotógrafa considerada por la crítica como “una renovadora del panorama literario de la comunidad aragonesa”.

Estamos en presencia de un catálogo de seres que fracasan como novios, amigos y amantes, nunca como hijos, hermanos o nietos. Grande ve la familia como abrigo, como posibilidad de emancipación solidaria en un mundo de soledad afanosa. Naturaleza Infiel revive el derecho a la esperanza que se asoma cada día por las ventanas. La literatura desordenando los azares: la novela como eventualidad recurrente.

José Cruz Camargo Zurita/De los textos del alcohol

Fundador de Real de Catorce, José Cruz Camargo Zurita (ciudad de México, 1955) es un virtuoso de la armónica, guitarrista y compositor de presencia insoslayable en el panorama del blues mexicano. De los textos del alcohol (Editorial Fridaura, 2009) recoge poemas que Cruz ha escrito entre el desabrigo y el júbilo: versos reveladores de ansiedades en apuntes de asombros y vigilias. Si en su cancionero palpamos una lírica de lo inmediato en cuadros de franca confabulación con los contornos de la tristeza, el dolor y los gozos de la vida en mancuerna con fraseos melódicos y rítmicos, en este poemario la palabra misma es música por la rabia empinada en los contrastes, y las figuraciones de un poeta en perenne conjuro. El desamor, la soledad, el viaje, los gozos de la noche, el trago compartido, la depresión y los silencios en un poemario de emociones desnudas: “Ante ti quiero vaciar mi amor. / Sé que ya no debo usar palabras como miedo / sé que ante ti ya no debo usar palabras”.

Varios Autores/Crónicas Mexicanas

La crónica, “género frontera” entre literatura y prensa. Rubén Cortés me comentó cierta vez: “…no existen diferencias entre una plaza y otra, cuando escribo un reportaje, una crónica y hasta una nota estoy consciente que lo principal es escribir bien; y escribir bien es hacer literatura”. Crónicas Mexicanas (Ediciones Cal y Arena, 2009) reúne a 14 escritores que de una manera u otra, su obra es cercana al periodismo (Eliseo Alberto, Rubén Cortés, Rafael Pérez Gay, José Joaquín Blanco, Héctor de Mauleón…). Los “cuentos” que aparecen aquí de Pérez Gay —por ejemplo—, tienen, una “urgencia discursiva” tan consumada que entran en los parámetros de lo noticioso sin dejar de ser literatura. Lo mismo ocurre con Serna, de Mauleón, Eliseo Alberto o Cortés. Se agradece la inclusión de “El círculo infernal” del atípico García-Galiano y asimismo, el fragmento de esa breve “novela” que es el reportaje Nueve meses en la eternidad. Historia de tres náufragos mexicanos de Cortés. Acierto de Cal y Arena en un manual que se lee de un tirón y corremos a las librerías a buscar más de los autores.

Luis Cernuda/Poeta Español “La soledad, la amistad, / la miseria, el poderoso estúpido, / el hombre enamorado, el canalla, / son tan digno de mí como de ellos yo lo soy” escribió el poeta de los “fantasmas del deseo”, Luis Cernuda Bidón (Sevilla, 1902–México, 1963). Dolor, soledad, desamparo, rebeldía y ansias gobiernan su discurso en libros bajo un mismo título: La Realidad y el Deseo que inicia en 1936 hasta la versión definitiva de 1964. Garcilaso, Bécquer, Hôrderling, Keats, Salinas, Juan Ramón Jiménez, Guillén, Gide, Reverdy y Eluard se dejan entrever en sus versos de descarnada pureza romántica y lenitivos visos surrealistas.

fdm