Del aborto y otros servicios a la humanidad

Del aborto y otros servicios a la humanidad
Por:
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Por Ari Volovich

A la memoria de Simone Veil

Una de las mayores certezas astrofísicas de nuestros tiempos es que la polémica que proyecta el tema del aborto puede observarse desde cualquier butaca del vecindario solar. Los debates que giran en torno a esta milenaria manzana de la discordia atraen y reúnen más disciplinas de las que caben en los juegos olímpicos modernos. Representa una de las fuerzas más polarizantes y a la vez unificadoras a escala mundial. ¿En qué otro escenario, además del futbol, podemos contemplar a cristianos, judíos, católicos y musulmanes sosteniendo las mismas pancartas y coreando los mismos lemas?

Pero bien, estas líneas no pretenden detenerse más de la cuenta en los dilemas religiosos, biológicos y filosóficos que incita el tema del aborto; más bien buscan centrarse en las secuelas negativas que supone la criminalización y demonización de este derecho humano fundamental, vistas desde una perspectiva primordialmente pragmática.

Además de los riesgos a la salud física y psicológica —un aproximado de 22 mil mujeres mueren anualmente alrededor del mundo debido a la práctica de abortos clandestinos y a métodos anticonceptivos poco confiables—, a los que se ven expuestas las mujeres debido a la penalización del aborto y al deliberado encubrimiento de información sobre los métodos anticonceptivos, existen consecuencias de mayor alcance que valdría la pena tomar en consideración. Me refiero específicamente al impacto social de los embarazos no deseados (en los países en vías de desarrollo, 81 por ciento de estos embarazos ocurren a causa del escaso acceso a métodos anticonceptivos modernos). Los datos que crecen en la lupa empírica suelen incomodar a las facciones opositoras, aunque la lógica rara vez hace mella en las creencias y en la gente de ideas fijas (por no decir varadas).

Uno no puede surcar esta existencia sin chocar de frente con preguntas del tipo: “¿Y si la mamá de Beethoven hubiera decidido abortar?” A lo que

uno puede responder, en caso

de que exista una franca disposición de

nutrir el infantilismo: “¿Y si la madre

de Hitler hubiera tenido a bien tomarse la píldora del día después? El Zyklon B y los bombarderos han interrumpido más vidas que el Nexpanon”.

Supongamos que la preocupación de quienes dicen luchar para preservar la denominada santidad de la vida es genuina. Entonces, ¿cómo explicar que esos mismos grupos muy a menudo se expresan a favor de la pena de muerte? ¿Acaso no debería estar en la misma latitud prioritaria condenarla, aunque sea por cortesía a la congruencia? Las propuestas de los Pro-Vida et al, malviven en un punto medio entre la ironía, la comedia involuntaria y la contradicción.

Insisto, no considero prudente detenerse —acabo de caer en el error— en estos buscapiés con ínfulas de argumentos. Sólo consiguen distraernos del punto primordial: nadie, absolutamente nadie tiene el derecho de dictarle a otro qué hacer con su propio cuerpo. Mucho menos si no están dispuestos a reparar en los daños que suponen los embarazos no deseados en la sociedad, las madres, y claro, en los que nacen.

CEAUŞESCU

Y SU POLICÍA MENSTRUAL

El efecto Ceauşescu ilustra muy bien el impacto negativo de los embarazos no deseados y las lamentables consecuencias de su criminalización. Para ello tendríamos que remontarnos a mediados de la década de los sesenta.

Hasta 1966, Rumania gozaba de una de las leyes pro aborto más liberales del mundo. La interrupción voluntaria del embarazo en ese país figuraba como el método anticonceptivo por omisión: la relación era de cuatro abortos por cada nacimiento vivo. Todo esto cambió de manera súbita en el momento que Nicolae Ceauşescu asumió las riendas del poder. Un año después de haber iniciado su carrera de tirano —que duraría 23 años—, Ceauşescu penalizó el aborto, tras declarar que “El feto es propiedad de la sociedad entera”. Las únicas que podían eludir esta nueva ley eran las madres de cuatro hijos o mujeres bien posicionadas dentro del partido comunista. El objetivo era por demás obvio. Su intención era estimular el crecimiento de la población para el supuesto fortalecimiento de la Nación. Sobra decir que logró su cometido, al menos en el aspecto cuantitativo de su propuesta: un año después de imponer esta prohibición, la tasa de natalidad se duplicó.

Al mismo tiempo que criminalizó la práctica del aborto, Ceauşescu bloqueó todas las vías de información para la planificación familiar; prohibió la educación sexual, lo mismo que los anticonceptivos. Instauró un organismo cuyo nombre resulta más alusivo a una banda punk que a otro brazo de la ley: la Policía Menstrual, cuya tarea consistía en sorprender a las mujeres en sus lugares de trabajo para administrarles pruebas de embarazo. Lejos de hacer honor a las acepciones cómicas que inspira su denominación, la Policía Menstrual obligaba a pagar el

“impuesto del celibato” a las mujeres que se “resistían” a concebir.

El resultado de esta cruzada —conocida como el Decreto 770— en favor de la procreación nacional arrojó resultados claramente desfavorables. Un aproximado de diez mil mujeres murieron debido a las complicaciones comunes de los abortos clandestinos; los niños que llegaron al mundo en nombre de la madre patria nacieron en un país que sólo beneficiaba a quienes pertenecían a la élite comunista; a un país que no contaba con la oferta laboral y educativo que exigía la precipitada alza demográfica.

A estas circunstancias adversas habría que sumar tres factores determinantes para el desempeño de los recién nacidos: el resentimiento de las madres que nunca quisieron serlo, el hecho de que los hijos no deseados nacieron en hogares de escasos recursos y bajo la tutela de un solo progenitor. Estos puntos representan el

mayor obstáculo para el sano desarrollo psicológico de los hijos indeseados. Se manifiesta en todos los aspectos de la vida: desde la adaptación social, la inserción en el mercado laboral, hasta la posibilidad de mantener relaciones afectivas duraderas. Basta con apoyarse en la lógica para ver la relación entre los embarazos no deseados y las altas tasas de crímenes violentos, entre otras secuelas.

Una fracción considerable de las más de noventa mil personas que asistieron y se manifestaron en la plaza central de Bucarest durante el último discurso de Ceauşescu eran adolescentes y jóvenes que lograron llevar al tirano y su esposa a un juicio improvisado, seguido de una visita guiada al paredón de fusilamiento, la mañana de Navidad de 1989. El padre intelectual murió a manos de los huérfanos que legó a Rumania. La justicia poética no está exenta de paradojas.

EL CASO

DE ESTADOS UNIDOS

En sentido contrario, entra a cuadro la precipitada disminución en los índices de criminalidad en Estados Unidos durante la década de los noventa.

El origen de este fenómeno nos remite a finales de los años sesenta, cuando algunos estados comenzaban a permitir la práctica del aborto, aunque sólo bajo circunstancias excepcionales como la violación, el incesto o si la vida de la mujer corría peligro. Para 1970, Nueva York, California, Washing-ton, Alaska y Hawái eran los únicos estados donde la interrupción voluntaria del embarazo era completamente legal y accesible. No obstante, el resto del territorio estadunidense se resistía al cambio. Todo esto dio un vuelco drástico con la aparición del caso Roe contra Wade.

Una mujer de 23 años llamada Norma McCorvey —bajo el pseudónimo de “Jane Roe”— llegaría para desafiar las leyes texanas —el aborto en ese estado era permitido únicamente si existía algún riesgo físico para la mujer— tras alegar que su embarazo era el resultado de una violación. La corte falló en su favor pero no modificó las leyes estatales. Después de varias apelaciones, el archivo de McCorvey llamó la atención de la Suprema Corte que terminó por inclinar la balanza hacia el sentido común para despenalizar el aborto en todo el país.

Lo que nos regresa a la década de los noventa. La tasa de criminalidad en

Estados Unidos había disminuido de golpe, sobre todo en lo que se refiere a los homicidios. En un principio, los expertos atribuían esta repentina caída en la incidencia criminal a las innovadoras estrategias policiales, a los refuerzos de seguridad en las prisiones, a los cambios en el mercado de las drogas, al envejecimiento de la población, a medidas más estrictas respecto al control de las armas, a la mejora económica y al incremento de policías.

Todas estas teorías fueron desmitificadas de manera categórica. Pero quizá valdría la pena detenernos en la menos descabellada de todas: la mejora económica. Ha sido demostrado que la tasa de desempleo es proporcional a los crímenes no violentos. Durante el boom económico de los noventa el desempleo había disminuido tan sólo un 2 por ciento, mientras que el índice de criminalidad mostró una caída libre de 40 por ciento. Se ha comprobado que el crecimiento económico surte de poco a nulo efecto en los crímenes violentos. Donde más hace mella es en los crímenes relacionados con el dinero, como es el caso de los robos. Más allá de eso, en los años sesenta Estados Unidos también gozaba de un notable crecimiento económico, que se vio acompañado de un incremento en el crimen.

Otro de los beneficios que trajo consigo la despenalización del aborto en Estados Unidos fue la drástica disminución en lo que se refiere a los infanticidios, a los matrimonios forzados y al número de neonatos puestos en adopción.

Lamentablemente, el tiempo es sub-

jetivo. El elenco medieval que ahora malvive en la Casa Blanca se ha encargado, o al menos tiene toda la intención de retroceder las agujas del reloj histórico gracias a sus políticas retrógradas motivadas por la avaricia, la estupidez y el fanatismo. Habrá quienes consideren irrelevante lo que suceda en Estados Unidos, pero la incidencia de ese país en el mundo es más real que la hambruna. Un ejemplo negativo de ello es la guerra que han desatado contra la planificación familiar y los derechos reproductivos, cortando toda la asistencia monetaria destinada a las organizaciones no gubernamentales alrededor del mundo. Las consecuencias que suponen estas nuevas medidas pueden ser devastadoras: un incremento precipitado de la pobreza extrema, de la mortandad en los recién nacidos y de las mujeres que mueren debido a los abortos clandestinos, lo mismo que a causa de embarazos riesgosos; alzas desmesuradas en cuanto a las enfermedades de transmisión sexual como el VIH y el SIDA; la insustentabilidad que representa la sobrepoblación mundial, entre un sinfín de estragos que estas políticas obtusas multiplicarán hasta el hastío.

No obstante y a pesar de este panorama desolador, aún hay quienes están dispuestos a remar contra la corriente de oscurantismo que fluye del capitolio washingtoniano, como es el caso de Women On Waves (WOW): una organización holandesa de carácter caritativo y sin fines de lucro fundada en 1999 por la médico Rebecca Gomperts. Cada año, la tripulación de WOW iza las velas de su emblemático velero azul y blanco para difundir información sobre los abortos seguros y ofrecer interrupciones voluntarias de embarazos a quienes los necesiten, a bordo de su clínica flotante que abre sus puertas a los países y regiones donde este servicio es inaccesible e ilegal.

A propósito de la presencia de la embarcación Adelaide en aguas mexicanas (Ixtapa-Zihuatanejo) hace algunos meses, me comuniqué con Leticia Zenevich, la coordinadora de campaña de Women On Waves. Comparto a continuación algunos extractos de ese intercambio telefónico:

¿Cuál es el mensaje de WOW para México?

Tenemos tres mensajes principales: El primero es que el aborto es una cuestión de justicia social. Las mujeres con recursos, a pesar de las leyes, pueden viajar a la Ciudad de México o a Estados Unidos para llevar a cabo el procedimiento de una manera segura, independientemente del estatus legal del aborto.

En México son las mujeres pobres, lo que se refiere casi siempre a las mujeres indígenas, quienes más resienten las consecuencias de la ley; mujeres que se encuentran lejos de los centros urbanos y están sujetas a la carga que conlleva la criminalización. Aquí mismo en Guerrero pueden ser procesadas y terminar tras las rejas por el simple hecho de acceder a clínicas públicas, lo que implica una absoluta violación a sus derechos humanos.

Lo último es que buscamos generar conciencia respecto a los diez años desde que el aborto fue despenalizado en la Ciudad de México y sus consecuentes beneficios, mediante una comparación del índice de complicaciones. En la Ciudad de México, donde los procedimientos son legales y accesibles, el índice de complicaciones es menor al 0.68 por ciento, mientras que en el resto del país el índice asciende al 36 por ciento. La descriminalización no conduce a más abortos, simplemente los hace mucho más seguros.

¿Cómo logran transmitir su mensaje a las comunidades más marginadas?

La cantidad de mujeres que pueden beneficiarse de manera efectiva de nuestra campaña —al menos en lo que se refiere a los servicios que brindamos en la clínica flotante— es simbólica. Más bien usamos esta campaña como un medio para acaparar la atención de los medios y así lograr que las mujeres puedan leer al respecto y generar un debate nacional sobre el aborto; también para que sepan que el aborto es legal en muchos países, que es un procedimiento muy sencillo, y si tienen acceso a la información necesaria pueden llevarlo a cabo ellas mismas al margen de la ley.

Intentamos brindarles esa información. Creamos una línea de apoyo (01 755 980 0548) para que las interesadas cuenten con las herramientas para llevar a cabo abortos de manera segura. Hemos logrado transmitir exitosamente esta información a más de setenta mujeres que han llamado a nuestro número. También hemos encauzado a las mujeres a fuentes existentes como es el caso de Fondo María, adonde las mujeres pueden llamar para recibir toda la información necesaria. A través de la campaña mediática, podemos llegar a las mujeres que ven la tele y leen los periódicos, exponiendo este debate con la esperanza de que decidan formar parte de éste.

¿Cuál ha sido la reacción de las autoridades mexicanas?

Las autoridades mexicanas no han interferido en nuestra misión. No obstante, tuvimos una experiencia muy distinta en Guatemala, donde no pudimos zarpar ya que hubo una intervención militar y de figuras políticas que actuaron bajo la orden expresa del presidente. Esto fue importante para que la gente viera que el derecho al aborto forma parte de un conjunto de libertades fundamentales, porque todo un ejército intentó detener una pequeña embarcación y negarle a las mujeres el acceso a la información.

Insisto: la naturaleza de este debate va sobre las libertades fundamentales que deberían existir en toda sociedad democrática.

El choque con el ejército guatemalteco fue más que nada una muestra de la ausencia del Estado de derecho en ese país. Sentimos un poco de miedo, o más bien, nos sentimos preocupadas cuando nos enteramos que nuestro amparo se había perdido en los tribunales. El ejército hacía declaraciones ante la prensa sobre presuntas demandas que estaban levantando en nuestra contra; pero cuando nos presentamos en la corte nos enteramos de que no había tales, y descubrimos que nuestro amparo había desaparecido. Utilizaron muchas tácticas de intimidación, en todo momento se mantuvieron al margen de las reglas básicas de una sociedad democrática, lo que implica el derecho a un juicio justo.

¿Han tenido otros desencuentros con los estados soberanos en los que intervienen?

Sí, en Marruecos, por ejemplo. Habría que recordar que no se trata de un país democrático: está bajo el mandato del rey Abdulah. En cuanto se enteraron de nuestra presencia cerraron el puerto. Pero la verdad es que fuimos bastante ingeniosas. Pudimos trepar periodistas a bordo de nuestra embarcación y al menos logramos navegar alrededor del puerto para que los periodistas fotografiaran el número de nuestra línea de apoyo telefónico para que saliera impreso al día siguiente y fuera accesible a todas las mujeres marroquíes que lo necesitaran. Nuestra acción en Marruecos también sirvió para insertarnos en los países árabe parlantes.

En Portugal fuimos recibidas por dos buques de guerra, razón por la cual los citamos en la Corte Europea de Derechos Humanos, donde establecieron que nuestras acciones eran completamente legales y que cualquier intento por callarnos sería una violación a nuestro derecho de libre expresión. Este incidente marcó un hito en lo que respecta a los derechos de las mujeres en Europa. Pero al margen de las autoridades, siempre hemos contado con un apoyo masivo de parte de las mujeres. Y cuando las mujeres tienen el poder de decisión siempre van a abogar en pro del derecho a los abortos seguros, aun cuando se manifiestan en contra del aborto en términos generales.

¿Quiénes son sus mayores detractores?

Nuestro mayor obstáculo no son tanto las instituciones en sí, sino la falta de información. El hecho de que las mujeres no estén conscientes de que tienen el derecho a un aborto seguro y que lo pueden llevar a cabo con sus propias manos sin la supervisión de las autoridades e instituciones. Así que no estamos en guerra con ningún Estado: más bien, nuestra lucha consiste en develar la información para que sea accesible a todas las mujeres; para que sepan qué hacer con sus propios cuerpos y procurar su salud.

¿Cuál es el modus operandi de WOW?

Trazamos nuestra ruta dependiendo de contactos previos con los partidos políticos, las organizaciones no gubernamentales o con grupos de mujeres que nos buscan para arrojar algo de luz mediática sobre el tema, y, finalmente, investigamos acerca de las leyes en los países que planeamos visitar.

En México contamos con el apoyo de más de cuarenta ONGs que firmaron nuestros comunicados de prensa. Esta campaña es más mexicana que internacional. Aunque estemos aquí en muestra de solidaridad con las mujeres mexicanas, ellas son quienes están a cargo de este movimiento y lo han dirigido desde hace décadas.

* * *

Women On Waves es una de las organizaciones internacionales que abogan en pro de este derecho humano fundamental. En México también existen organizaciones no gubernamentales y asociaciones civiles, entre ellas MEXFAM, Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, Comunicación e Información de la Mujer, A. C.

(CIMAC) y Católicas por el Derecho a Decidir, consagradas a la

loable tarea de asistir e informar a

la población en general y a las mujeres en particular sobre todo lo que respecta a los derechos reproductivos, la salud sexual y la planificación familiar.

Lamentablemente, hay senderos más sinuosos que otros. Las vías de acceso a la información muy a menudo se ven obstruidas por los estigmas y prejuicios que marcan las vidas de millones de mujeres, quienes se encuentran sometidas a los caprichos anacrónicos de sus sociedades. La educación mueve montañas, la fe sólo consigue desdibujarlas. Que la madre de Beethoven me perdone, pero el mundo no es precisamente un himno a la alegría.