EL ENGAÑO

EL ENGAÑO
Por:
  • raul_sales

-Santa Claus no existe.-

La piel se me enchina, tengo ganas de refutarlo pero la cara de mis compañeros lo confirma, todos lo saben, cuándo se enteraron, cómo se enteraron, no lo sabré, no me atrevo a preguntarlo por temor a quedar como un niñito chupadedo.

Debí imaginarlo antes, todas las pruebas estaban frente a mí, el color rojo del traje que es ilógico pues, en el blanco de la nieve debería resaltar tanto que los satélites ya lo hubieran señalado y a estas alturas, seguro ya tendríamos promociones de viajes tipo "en estas vacaciones, ven a visitar a Santa y comer galletas de jengibre con leche... ¡ÚNICA OPORTUNIDAD!" o tal vez, alguna marca de rastrillos ya le habría ofertado rasurarse la barba por un dineral y estarían saturadas las pantallas con un "Santa prefiere la piel tersa que sólo Yayolette te puede dar". En retrospectiva tiene lógica pues sería de muy mal gusto que un ser mágico se prestara a beber refrescos de cola cargados de azúcar sabiendo que los niños no deben de comerla en exceso.

Ahora bien, si no existe, entonces mis padres me han mentido desde que tengo uso de razón y me enoja, no tanto la mentira, como la falta de congruencia al exigirme siempre decir la verdad cuando ellos me engañaban viéndome a los ojos.

Es terrible, siento que el mundo se tambalea, si Santa no existe, entonces por eliminación, son mis papás... No solo me mintieron, complotaron para hacerla... ¿Qué más es falso? ¿En qué otra trampa he caído? Todos los veintes me caen de golpe, los ojos saltados y las cejas levantadas de papá cuando alguien mencionaba si ya habían visto los juguetes, claro, si ellos los ponían, por eso me pedían la carta con anticipación, para tener tiempo de conseguirlos y poder llevar a término el embuste. Ahora entiendo por qué Santa llevaba juguetes de marcas reconocidas y yo que siempre pensé que algún día al policía se llevaría a los elfos por cometer un plagio tan evidente... Tampoco existen... El taller de Santa es una juguetería común, un centro comercial o un súper y la magia no existe, es solo un intercambio comercial de algo tan mundano como el dinero, no hay premio por buen comportamiento, no hay castigo por no hacerlo... Ahora todo, todo, todo... tiene sentido y yo fui un crédulo, ingenuo y aparte, estuve a nada del escarnio público por defender una falacia.

El tiempo se me pasa lento, me han mandado dos veces a la dirección porque no estoy prestando atención y es que no puedo dejar de pensar en el momento en que vendrán por mí al colegio, ese momento en que pretendo confrontarlos con la verdad en la mano, es amargo el sabor de mi boca, perder una ilusión, la fe y la credibilidad en mis padres. Quizá por primera vez, no estoy esperando ansioso el fin del día escolar.

El timbre suena, bajo las escaleras cabizbajo, en la reja de la entrada los veo acercarse en la camioneta, mi padre va serio, nunca le ha gustado manejar, mi madre me sonríe mientras habla por teléfono. No es fácil, no sé cómo iniciar, ¿les digo que lo sé? ¿Les preguntó? ¿Les reclamo la mentira? ¿Qué hago?

-¿Cómo te fue hoy en la escuela?- La pregunta diaria de papá, siempre me dice lo orgulloso que está por qué leo mucho, por el uso de mi lenguaje, por mis calificaciones y por mi inteligencia. En este momento quiero decirle que no me sirvió de nada leer tanto o mi inteligencia, me siento traicionado en los pilares básicos de mi vida, ¿cómo puedo volver a confiar en ellos? ¿Cómo sé si no es solo la punta de un iceberg de engaños?

-Mal.- En esa palabra dejo salir toda mi frustración, toda mi decepción, toda mi ira contenida.

Mamá baja el teléfono y voltea, me observa como si me estuviera analizando, barajando todas las posibilidades, desechando que no sea uno de mis berrinches pero, hace años

que no los hago, sí, la tolerancia a la frustración aún me cuesta trabajo pero, no son berrinches.

-¿Qué pasó?- Papá siempre quiere averiguar, su tono es controlado pero cariñoso.

-¿Me engañaron?-

-¿Quién?- Esa pregunta abre la puerta, es ahora el momento de decirlo y aún así, tengo miedo. Es una decisión de la que no hay marcha atrás, serán palabras que un "perdón" no corregirán... Permanezco en silencio.

-¿Quién te engañó?- Mamá es la primera en brincar si alguien me hace algo, escucho ese tono en su pregunta, el anhelo de defenderme, de protegerme y no obstante, esta vez, ella no podrá hacerlo.

El silencio prolongado hace que mi papá detenga el vehículo a un lado de la calle y me mire, esa mirada de "aquí estoy, cuéntame". Bajo esa mirada sabía que no había nada que no pudiera resolverse... Hasta hoy.

-Dime bebé ¿qué pasó hoy?- Sigue llamándome bebé aunque ya no lo sea, en realidad no me molesta pero hoy no quiero que me llame así, los bebés son los que creen en Santa, en los reyes, en que sus padres siempre serán transparentes y hoy... hoy dejé de serlo.

-¿Quién te engaño bebé?-

-¡NO SOY BEBÉ!- Exploto, no quería gritar, no quería demostrar la vorágine de emociones que amenaza con arrastrarme.

Papá permanece en silencio, espera a que se me pase el coraje, no dice nada pero extiende una mano para limpiarme una lágrima, se la empujo, quiero llorar, quiero hacerlo para no hablar.

-¿Quién te engañó?- Mamá ya está desesperándose, ya la inflexión de su voz es un poco más dura y preocupada que antes.

-...Ustedes.- Ya está, al fin lo dije. Ahora esperaré que mi mundo se acabe.

-¿Nosotros?- Papá es muy firme en ciertas cuestiones y que le llamen mentiroso no debe gustarle. No me atrevo a levantar los ojos de la alfombra del carro.

-Sí.-

-¿Cómo te engañamos?- Mamá no se anda con medias tintas ni da tanto rodeo como papá tratando de explicar o de contestar mis preguntas, para ella, lo que se dice se hace y ya.

-Santa Claus, no existe, es un invento hecho por ustedes; me han mentido a la cara todos estos años; me han dicho que siempre diga la verdad y aquí están ustedes diciendo mentiras.- Espero que se justifiquen pero no pasa nada, no dicen nada. Claro no hay nada que decir, su silencio otorga.

Levanto la mirada con el ceño fruncido y los encuentro abrazados con media sonrisa en los labios. Ambos me ven de una manera distinta, casi de igualdad. Papá me sacude el pelo, hice un intento de apartarme pero, me quedé quieto, necesitaba esa muestra de afecto, esa forma de decirme que todo estaba bien.

Papá maneja hasta el primer café que encuentra, nos estacionamos y se bajan, aún no dicen nada en su defensa y yo ya no tengo nada que decir.

En el café, papá ordena su americano, el capuchino de mamá y un chocolate frappé. Mientras le avisan que está su orden, se sienta frente a mí, mamá me abraza y no tengo ni las más mínimas ganas de pedirle que deje de hacerlo.

-Hijo. Tienes razón pero, no la tienes. La vida es complicada pero, nosotros no estamos para complicarla más. Santa existe, sólo que no es un sujeto gordo que viaja en un trineo allanando propiedades. La Navidad es una cosa, Santa es otra, es como la piña en la pizza, puedes quitársela y no por eso deja de ser pizza. Hace muchos años un hombre decidió darle regalos para celebrar la Navidad a los niños sin papás y como a todos los que tenemos la dicha de ser padres nos encantó la idea, hicimos una organización mundial para la recolección y entrega de juguetes. Efectivamente, Santa no existe, somos nosotros pero, también te hemos llevado a entregar juguetes a los niños sin hogar ¿verdad?- Asentí, con los ojos iluminados . -Para ellos, lamentablemente no pueden ser su papás y nosotros nos convertimos en Santa, por consiguiente, Santa se vuelve real pero, te aseguro que ellos, si pudieran, cambiarían todos los Santa Claus del universo junto con todos sus regalos por descubrir que "ese personaje ficticio" son sus papás. Así que, ya ves, existe pero, no existe, no te mentimos pues nunca lo afirmamos, si te fijas nuestras respuestas a tus cuestionamientos eran vagas y abiertas y lo creías porque así querías hacerlo, si no te lo dijimos antes es porque es una prueba que debes pasar. Quizá no lo entiendas en este momento pero, ya lo harás.-

Claro, tenía sentido, era como una asociación de padres mundial, bajo una marca y un slogan "Jojojojo". Quizá no existiera el tipo pero, su esencia sí y era como el abuelo, ya no estaba pero si veía las estrellas... lo escuchaba hablar. No era totalmente cierto pero tampoco era un engaño premeditado, era como la obtención del cofre de premio para el siguiente nivel del juego y yo... Ya estaba listo para jugarlo.