El grupo que dio paso a la cultura urbana y cosmopolita
Ilustración Miguel Ulloa Maciel La Razón
Las historias rurales, el nacionalismo y las andanzas revolucionarias, características de los años treinta se empezaron a diluir en la década de los 50 para dar paso a una cultura de carácter urbano y cosmopolita, la cual gestó la Generación de Medio Siglo. En ella José Emilio Pacheco y otras plumas, como Inés Arredondo, Salvador Elizondo, Sergio Pitol, Juan Vicente Meló, José de la Colina y Jorge Ibargüengoitia, encontraron su escaparate.
“A los escritores de la Generación de Medio Siglo los une la exigencia literaria y el hecho de ser un escritor de calidad, independientemente de ser mexicano.
Ellos nunca apostaron por lo mexicano. Se apuesta por la temática universal, la actitud abierta, cosmopolita, que contradice al indígena, al charro, al nopal y toda esa imagen mexicana del machote y el sombrero”, describió la filóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México, Claudia Albarrán.
A la par de los intereses mutuos y la vocación crítica, hubo también una serie de publicaciones literarias que ayudaron a promover y facilitar su integración, como la revista de la cual tomaron su nombre y en la que el propio José Emilio inició su carrera como escritor en 1956, y la Revista Mexicana de Literatura, que sirvieron de consolidación de sus miembros.
“Su propósito fue el de abrir sus páginas tanto a manifestaciones literarias nacionales como extranjeras, con el objeto de contrarrestar la tendencia nacionalista que subsistía en la cultura mexicana”, escribió Armando Pereira en el artículo La generación de Medio Siglo: un momento de transición de la cultura mexicana.
Pero el grupo de escritores también se vio favorecido por el Centro Mexicano de Escritores, que acogió a poetas dramaturgos, cuentistas y novelistas y que dio como fruto joyas de la literatura mexicana: La región más transparente (Carlos Fuentes), Farabeuf (Salvador Elizondo), Balún Canán (Rosario Castellanos) y Los elementos de la noche (José Emilio Pacheco).
En 1967 hubo diferencias entre miembros por las acusaciones de que Emmanuel Carballo, Juan Vicente Meló, Juan García Ponce y Huberto Batís eran parte de una mafia para acaparar las publicaciones. La debilidad del grupo y la llegada de la literatura de la onda terminó por enterrar el movimiento, aunque su legado literario ya estaba escrito... y publicado.
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