El novelista que se enfrentó al homicida de una prostituta

El novelista que se enfrentó al homicida de una prostituta
Por:
  • j._ors

Juan Marsé (1933) emprendió su última aventura literaria Esa puta tan distinguida (2016, Lumen) guiado por una idea: rastrear el “perfume del asesino” y la imagen que le dejó un hombre que un día se presentó en la puerta de su casa “con una gabardina y unas gafas oscuras, envuelto en un aroma de peligro y ese aura que cultivaba, como de pasado siniestro, que expresaba lo que había sido”.

Ese desconocido, rodeado de un aire de misterio, no era otro que el asesino de Carmen Broto, aquella prostituta que apareció muerta en un descampado y que conmocionó a la sociedad catalana en 1949.

La sombra de ese suceso apareció en las páginas de la novela de Si te dicen que caí (1973). El homicida acudió en aquella época a Marsé para afrontarlo: “Vino para decirme que el crimen no fue así, que la realidad no se correspondía con lo que aparecía en el libro. Le respondí que sólo era una novela, no una crónica, y me replicó que su nombre estaba ahí. Y, lo admito, fue un error incluirlo, pero luego él me entendió”.

¿Le contó por qué lo hizo? Me habló de una conspiración de un grupo de antifranquistas en la clandestinidad. Me confesó que su padre le había advertido de que esa mujer era una confidente de la policía, que estaba relacionada con gente importante y que, por eso, había que eliminarla. El padre, por tanto, le encargó acabar con ella. Yo no me creí su versión.

Marsé vuelve ahora a ese recuerdo para hablar de la memoria en su último libro, la historia de un reo, ya liberado de la cárcel, que intenta explicar por qué estranguló a una mujer treinta años después de haber cometido el delito.

¿Ya había tocado la memoria en La muchacha de las bragas de oro y Un día volveré...?Las trampas que nos tiende la memoria se deben a un deseo inconsciente de enmendar el pasado, corregir errores y exculparnos. La memoria es un tema recurrente en mis libros.

En La muchacha de las bragas de oro aparece el falangista con mala conciencia que intenta recomponer su vida.

Usted señala dos fechas en esta novela: 1949, cuando se comete el crimen y 1982. De este año, dice: “El país entero se debatía entre la memoria y la desmemoria”. ¿Cómo ha evolucionado la memoria de este país? Este conflicto persiste. Esta novela trata de cuestiones actuales. La memoria está sin revolver. Lo que ahora se llama memoria histórica sigue siendo un problema sin resolver.

Todavía flotan las burbujas del franquismo de las que se habla en mi narración. Parto de una memoria individual como representación de todas. La prostituta de mi novela es la memoria, la memoria que se vende, la que intenta imponer el poder, porque al poder no le gusta que recordemos, que tengamos memoria.

Los nacionalismos qué son: ¿memoria, mitología, ficción...? Como estamos viviendo en un país de fantasía, diría que es una ficción desde el punto de vista histórico. Los historiadores de aquí están manipulando el pasado, pero eso es meterse en política y no quiero.

Marsé confiesa que siempre ha mantenido la distancia de la política cuando se sumerge en la redacción de una historia. El novelista reivindica el humor para referirse a algunos políticos, a los que nombra con cierta ironía en esta obra.

Jamás he partido de ideas políticas para escribir, pero este es un asunto que está impregnando fatalmente mis libros, porque vivo en un país real.

El escritor ha ido un paso más allá en este libro donde, por primera vez, habla del proceso de escritura. A veces me veo como un incompetente cuando empiezo una novela y hago un primer borrador de un capítulo y después de escribir cinco o seis páginas, sólo salvo un párrafo de tres o cuatro líneas.

Planifico bien una obra, tomo apuntes... pero al poco rato de escribir caigo en cuenta en que no estoy seguro del tono en el que cuento la historia.

¿Tanto le cuesta escribir? Tengo dudas en una fase determinada de la novela. En la primera, sobre todo. Es complicado buscar esa voz y no encontrarla. Es cuando tú tiras del libro. Luego llega un momento en el que él te tira a ti.

¿Cómo ha influido el cine en su literatura? El cine fue muy importante en una parte de mi vida. En la adolescencia fue tan indispensable como la literatura, que no era muy selectiva, porque leía desde novelas del Coyote hasta La isla del tesoro sin ser consciente de la diferencia de calidad literaria en ellas. Y sin importarme mucho. Es la época de lector que añoro, porque no aplicaba un criterio crítico-literario. Era la felicidad máxima, porque leías sin analizar si una novela era buena o mala. Eso fue un paraíso.

En ese momento yo daba tanta importancia al director de La diligencia como a un cuento de Chéjov o de Hemingway. Eso supone comparar a ambos pero no tengo inconveniente.