El señor K y la ley de cultura

El señor K y la ley de cultura
Por:
  • alejandro_de_la_garza

En lo hondo de su cicatriz en el muro, el escorpión cavila en el señor K, los laberintos de la burocracia y la indoblegable irracionalidad del aparato estatal. Pero el arácnido no se remite a la obvia maniobra del PRI-PVEM para distorsionar la ley anticorrupción, ni a nuestro injusto y enredado poder judicial. No. Se refiere a la creación de una Secretaría de Cultura y a la designación de su titular sin antes haber ley o reglamento alguno para sustentar el andamiaje de ese nuevo ogro culto y filantrópico.

Los legisladores (esos prohombres) prometieron una buena discusión y una ley de cultura para 2016. Hoy la posponen para 2017, pues deben pasar por el laberinto burocrático de llamar a diez audiencias públicas sobre el asunto, inventarse un “grupo de trabajo” para seleccionar ponentes, proponer participantes, cabildear con organizaciones y trabajadores “de la cultura” y, además, crear un “consejo técnico” donde se reunirá a discutir a más de una treintena de organismos e instancias culturales entre universidades, legisladores, secretarías de Estado, coordinaciones, juristas de Los Pinos, expertos en derechos humanos y laborales. Finalmente (y para estar en la ondita digital), también crearán un “micrositio donde se almacenará toda esa información”.

El arácnido no se cuece al primer hervor y sabe de la inconformidad del INBA y el INAH por su degradación a meras dependencias administrativas, así como detecta la natural resistencia de centenares de trabajadoras eventuales (algunos con veinte años de trabajo, pero sin derechos) ante el nuevo proceso implícito en el cambio de adscripción. Y eso sin mencionar la respuesta de los integrantes de las delegaciones del SNTE, organismo centralizador de los trabajadores de la cultura bajo la égida de la SEP, cuando deban crear nuevos sindicatos de trabajadores culturales.

El espectáculo apenas comienza, y el culto diputado panista Santiago Taboada, presidente de la Comisión de Cultura, habla ya del “aprovechamiento intensivo del patrimonio cultural y artístico”. El venenoso barrunta conciertos de banda norteña en zonas arqueológicas, al Potrillo cantando en Tulúm, encuentros de reguetón en Palenque y, desde ya, conventos, templos y edificios coloniales alquilados para bodas y cumpleaños de nuestros pudientes. Antes de regresar a su hendidura en el muro, el venenoso aparta el Castillo de Chapultepec para festejar su cumpleaños con otros de su especie.