El teatro según José Solé

El teatro según José Solé
Por:
  • larazon

A los 86 años de edad, José Solé es una institución de la dirección teatral y no quita el pie del acelerador. Actualmente está involucrado en tres proyectos que se harán realidad en los próximos meses: el montaje de la última obra que escribió Emilio Carballido, Un gran ramo de rosas; la puesta de Debiera haber obispas, dentro de un homenaje a su autor, Rafael Solana; y la dirección escénica de la ópera Elíxir de amor, de Donizetti.

Solé nació en la Ciudad de México, estudió actuación en la Escuela Nacional de Arte Teatral y escenografía en La Esmeralda. En dos ocasiones fue coordinador nacional de Teatro del INBA(1977-1987 y 1991-1995), y fundador tanto de la Compañía Nacional de Teatro (CNT) como del Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli (CITRU). En 2008 recibió la Medalla de Oro de Bellas Artes por trayectoria artística.

José Solé lo mismo dirige una comedia ligera que una tragedia griega, una pieza experimental o una obra del Siglo de Oro español. Han sido célebres sus puestas en escena de El tío Vania (Chéjov), Medusa (Carballido) y Los encantos de la culpa (Calderón de la Barca); asimismo, gran parte del trabajo actoral de Ofelia Guilmáin fue realizado bajo su batuta.

Recientemente dirigió 12 hombres en pugna, Panorama desde el puente (Arthur Miller) y Mame.

¿Qué es para usted el teatro?

Para mí lo es todo. Mi gran pasión. Desde niño fui espectador, luego estudiante de teatro, actor aficionado, actor profesional, maestro, director y funcionario. Empecé como un boy scout del teatro y ahora soy Matusalén.

Por algo le dieron una Luna Especial del Auditorio, en el rubro Una vida en el escenario.

Sí, estoy muy agradecido por esa distinción y otras que he recibido.

También es Premio Nacional de Ciencias y Artes, y un foro del sur de la Ciudad de México lleva su nombre.

Siempre que le engordan a uno el ego, se tiene una sensación muy grata y se piensa que quienes han decidido hacer esos homenajes son unas personas muy inteligentes.

Usted no descansa.

Me moriría de aburrimiento si dejara de trabajar. Me encanta lo que hago. La felicidad es cuando Dios nos permite hacer lo que más nos gusta, y por eso creo que ha sido muy buena onda conmigo.

¿Ofelia Guilmáin fue nuestra mejor actriz de los últimos tiempos?

Sí. La mayor parte de su vida teatral la dirigí yo: Las troyanas, Medea, Fuenteovejuna, María Tudor, etcétera. Fueron dieciséis obras. En Las troyanas era un mano a mano entre Ofelia y Carmen Montejo, algo muy impresionante. A Carmen la dirigí unas cuatro o cinco veces.

¿Dirigió a la Guilmáin en La Celestina?

No. Ahí la dirigió Álvaro Custodio, antes de que apareciera yo.

¿Quedó satisfecho con su libro Teatro de autor?

La idea original de Édgar Ceballos era hacer conmigo un libro técnico para directores, pero luego de las entrevistas que me hizo nos dimos cuenta de que eran más anécdotas que teoría, y así se quedó.

También habla de sus amores.

De joven fui muy enamorado, tuve un gran número de novias, y a todas les estoy muy agradecido porque me hicieron muy feliz. Tuve de todo: chaparras, altas, bonitas, feas, morenas, güeras, flacas, gordas...

¿Como Antonio Aguilar cantando “El aventurero”?

Algo así.

Su elección de Sara Maldonado para el papel de Catherine, en Panorama desde el puente, me pareció una genialidad.

Tiene que ser una actriz muy sensual, que inquiete sin intención al padrastro.

¿Por qué dejó usted la actuación?

Me dieron una beca para estudiar actuación en París, pero luego se suspendió porque era imposible que algún día llegáramos a actuar sin acento extranjero. Había becas para otras disciplinas del teatro como escenografía, pero yo ya había estudiado eso en México, con Julio Prieto. Otra opción era literatura dramática, pero se corría el muy serio riesgo de escribir en francés con faltas de ortografía. Entonces me decidí por estudiar allá dirección. Al regresar, volví a actuar, pero me empezaron a ofrecer trabajo como director. Pusimos Antígona, de Jean Anouilh, un autor que estaba en boga, y me fue muy bien. Entonces me fui más por la dirección, y hasta la fecha.

¿Cuál es su obra favorita de William Shakespeare?

Su obra máxima es Hamlet, pero curiosamente nunca la he dirigido. Macbeth sí, como cinco veces; Romeo y Julieta, Otelo, Medida por medida, Sueño de una noche de verano. Mi tesis profesional como director fue con Pericles, príncipe de Tiro.

¿De qué manera convencería a un joven para que viera menos televisión y más teatro?

Le diría que el teatro es un arte cálido, a diferencia de la televisión, que es fría. Le hablaría de la comunión que hay entre espectador y actores, y le aseguraría que disfrutaría más la anécdota en el teatro que en la pantalla.

¿Desde las instituciones hay que dar prioridad al teatro mexicano o al universal?

Cuando fui funcionario ocupábamos todo el año el Teatro Jiménez Rueda y el Teatro del Bosque, ahora llamado Julio Castillo. En las mañanas dábamos teatro escolar. Montábamos seis obras al año; dos eran mexicanas, una clásica y otra contemporánea. La otras cuatro abarcaban todo el abanico universal, desde los griegos hasta Bertolt Brecht.

Usted como director ha hecho de todo, ¿verdad?

Creo que soy el único director que ha hecho todos los géneros, desde títeres, cabaret, comedia, drama, tragedia, ópera y hasta la parte dramática del ballet.

Y a todo le hace faena.

Con las obras hay que ser como los toreros. Primero observan cómo está el animal, su cornamenta, el trote; si pasa más por la izquierda o la derecha, los derrotes que da. El director de teatro ideal es el que le hace faena al toro que salta al ruedo.

¿Le gusta la fiesta brava?

Me encanta. De niño asistí mucho a la plaza porque mi papá era aficionado, y yo tenía un tío que era ganadero de toros bravos. Fui amigo de Valente Arellano, un gran novillero que tomó la alternativa y, al poco tiempo, murió en un accidente de motocicleta. También fui amigo de Silverio Pérez y de su esposa, Pachis, unas personas muy educadas y sencillas.

¿Quién fue su torero favorito?

Mi papá era armillista y por eso yo también lo fui.

¿Qué opina de la prohibición taurina en Cataluña?

Me cae en los tanates que hayan suspendido las corridas. Admiro mucho la cultura de esa región, y en Barcelona tienen una plaza magnífica que está desperdiciada.

¿Es verdad que usted fue un fumador sobreactuado?

Hablar con un micrófono como un robot se lo debo al cigarro, que me provocó cáncer en una de las cuerdas vocales. Me fumaba cuatro cajetillas diarias.

¿Quién es el mejor actor de México?

Ignacio López Tarso.