El título del siguiente capítulo de tu vida

El título del siguiente capítulo de tu vida
Por:
  • larazon

Ilustración Rafael Miranda La Razón

kenji.lopez@gmail.com

@klopezcuevas

Hace un par de semanas fui invitado a asistir a un seminario sobre liderazgo de autogestión: un curso que aborda dimensiones del liderazgo individual desde una perspectiva que fluye de lo interno hacia lo externo y se enfoca en identificar nuestros patrones positivos y negativos, clarificar nuestro propósito y visión, para entonces desarrollar un plan de acción para el siguiente capítulo de nuestra vida.

A través de este espacio no pretendo platicarles el “minuto a minuto” de lo que se vivió en el seminario. Lo que busco es transmitir reflexiones, planteamientos y frases que podrán marcar una pauta en nuestras vidas respecto a qué queremos hacer, qué decisiones debemos tomar y qué acciones son indispensables para llevar a cabo un plan de vida. En primera instancia, pareciera que no es tan fácil. Sin embargo, es más sencillo de lo que pudiéramos pensar. ¿Por qué? Porque nosotros mismos tenemos las respuestas a dichos planteamientos. ¿En dónde? En nuestra mente. Nuestros pensamientos son tan amplios y profundos como el océano, por lo que es incuestionable que el primer punto de acción a realizar es, literalmente, sumergirnos en ese océano.

Hay que partir de un análisis de nuestro pasado, trazar una especie de “línea de vida” identificando momentos clave en nuestra historia personal.

Lo anterior dado que, como decía el filósofo y novelista hispano-estadounidense, Jorge Santayana, en su obra La razón en el sentido común: “Aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo”. Quisiera utilizar en un sentido positivo esta frase, ¿qué pasa cuando identificamos en nuestro pasado experiencias satisfactorias y llenas de felicidad? ¿Nos gustaría repetirlas? La respuesta seguramente es un “sí” rotundo. Entonces el objetivo de este análisis sobre nuestro pasado es determinar qué experiencias tuvimos que nos hicieron felices e identificar qué características prevalecían en esa o esas situaciones, es decir: qué hacíamos, qué actitud teníamos frente a la vida, cómo nos comportábamos en ese momento, por qué disfrutamos tanto ese o esos momentos. Esta dinámica nos ayudará a evaluar y conocer fortalezas personales y profesionales, para construir el siguiente capítulo de nuestras vidas. De esta forma es mucho más sencillo encontrar una fórmula que pueda servirnos para tener experiencias similares en el presente y preparar nuestro camino para repetirlas en el futuro, puesto que habremos identificado los “ingredientes” que nos hicieron vivir satisfactoriamente algunas vivencias.

Pero es pertinente hacernos la siguiente pregunta: ¿qué hay de los momentos tristes o no tan plenos de nuestro pasado? ¿Cómo lograr no repetirlos? No intentaré responder yo a esta pregunta, sino que lo haré a través de una frase del desaparecido dramaturgo inglés William Shakespeare: “No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así”. En otras palabras: no son momentos buenos o malos, sino la actitud que tenemos frente a ellos la que debemos cambiar.

El siguiente punto de esta reflexión, y uno de los de mayor relevancia, es aprender a definir nuestro propósito. ¿Cómo conseguir definirlo? Hay algunos cuestionamientos que nos pueden ayudar a hacerlo, tales como preguntarnos cuál es nuestra pasión en la vida; qué es aquello que nos entusiasma a tal grado que si lo estuviéramos haciendo no querríamos ocupar tanto tiempo en dormir para continuar haciéndolo a la mañana siguiente. Muchas veces nos incorporamos en una dinámica e inercia cotidiana y olvidamos nuestro propósito, olvidamos qué nos apasiona y en realidad nos ponemos demasiados pretextos para “desenfocar el foco” de nuestro propósito. “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante”, decía el escritor Oscar Wilde.

Evidentemente, podemos prepararnos académicamente, consolidarnos profesionalmente, formar una familia, cumplir responsabilidades sociales, tener actividades de recreación, etc., pero, ¿quedará espacio para cumplir nuestros sueños y alcanzar nuestras metas?

Aquellas con las que soñábamos a los 18, 20 o 25 años. ¿Será entonces que no existe el tiempo? ¿O que no damos espacio para que exista? Joseph Cossman establece que “los obstáculos son esas cosas que las personas ven cuando dejan de mirar sus metas”. Se trata de dejar de enfocarnos en el “debo hacer esto” y comenzar a enfocarnos en el “quiero hacer esto”.

Es cuestión de descubrir nuestro propósito en la vida y enfocarnos, las piezas se acomodarán por sí mismas, tal como lo sostiene Brian Bacon:

“Hacia donde se dirige la atención, la energía fluye; y donde fluye la energía, la vida crece”. Esto no quiere decir que dejemos nuestros trabajos y que dejemos las ocupaciones y responsabilidades que tenemos, pero sí que a la par busquemos lo que nos pide que hagamos nuestra voz interior, y que seguramente si logramos hacerlo será uno de los grandes legados que dejaremos a nuestros seres queridos, a la sociedad y ¿por qué no?, al mundo. Les comparto una frase que descubrí hace algún tiempo en un comercial publicitario que, entre otras cosas, decía: “…no te entretengas en tonterías que las hay, y vete a buscar lo que te haga feliz, que el tiempo corre muy deprisa”. ¿Reflexiva? Estoy seguro que sí.

Aquí concluye la primera parte de este artículo. Pasará una semana antes de que me permitan compartirles el resto, tiempo suficiente para que cada uno reflexionemos acerca de los planteamientos descritos anteriormente y, entonces sí, estemos preparados para titular el siguiente capítulo de nuestras vidas.