En novela negra exploran vínculos de los mandos policiales con la corrupción

En novela negra exploran vínculos de los mandos policiales con la corrupción
Por:
  • carlos_olivares_baro

Siete son tus razones (Alfaguara, 2018) es la sexta novela del profesor universitario, crítico literario y conductor radial Jorge Alberto Gudiño Hernández (Ciudad de México, 1974). Segunda entrega de la saga protagonizada por el excomandante policiaco Cipriano Zuzunaga que tuvo inicio con Tu dos muertos (Alfaguara, 2016).

En Con amor, tu hija (Premio Lipp de Novela, 2011), Gudiño abordaba el obscuro asunto del incesto, para después transitar por las coordenadas de la corrupción en Instrucciones para mudar un pueblo (2014) hasta desembocar en la turbia atmósfera sádica de Justo después del miedo (2015). En Tus dos muertos mudaba sus instigadoras particularidades narrativas a los espacios de la novela negra. En Siete son tus razones apela otra vez al recurso noir para recalcar los ademanes de Zuzunaga y suscribir asuntos latentes (ambientes enrarecidos, personajes oscuros, ternura, perversión...) de apremiante presencia en su cosmos novelístico.

Narrada en segunda persona (tú) desde un ostinato categórico: relator que se traslada de un espacio a otro con atinado atisbo y mudanzas temporales de manifiesto uso elíptico. Crónica cimbreante del desamparo de Cipriano Zuzunaga, excomandante en desgracia, quien debe investigar el asesinato de un empresario, pero sin apoyo policiaco. Pesquisa en que enfrenta viejas rencillas familiares y a personajes de dudosa confiabilidad.

Aparece un investigador acosado por sus propias vacilaciones, inquinas y recelos: aquel excomandante que, en Tus dos muertos, afrontó a delincuentes sin recatos y hasta expuso la vida por un aliado, ahora navega en las cifras de los retumbos de su hija y de su exmujer. En casa, tiene alojada a una adolescente y a su bebita: ciertos rasgos de ternura se mezclan con la vileza galopante y la turbia relaciones con los mandos policiacos.

“En esta nueva entrega he querido que se aprecie a un Zuzunaga enfrentado a las mismas circunstancias miserables; pero, quizás su perversidad está entreverada por gestos que lo hacen psicológicamente más complejo. Los contactos con la adolescente Nat y su bebita, su exmujer, la hija y la encargada del café-internet le dan otra proyección dramática, más espiritual, más piadosa en sus reacciones sentimentales”, precisó para La Razón, Gudiño Hernández.

¿Segunda parte de Tus dos muertos o segunda entrega de la saga Zuzunaga? Segunda entrega de la serie policiaca protagonizada por Zuzunaga. Muchos que han leído esta entrega, me dicen que funciona de forma independiente. Pero, estoy seguro que los lectores de ésta, van a buscar a Tus dos muertos; tengo proyectado escribir cuatro o cinco volúmenes, estoy escribiendo el tercero.

¿Cómo ha sido su relación con Dashiell Hammett y Raymond Chandler? He sido un ferviente lector de los dos. Los modelos de Philip Marlowe y Sam Spade son axiomáticos en el género negro. Sin embargo, el Filiberto García de El complot mongol, de Rafael Bernal, tiene más cercanía con Zuzunaga. No puedo omitir a Rafael Ramírez Heredia ni a Elmer Mendoza con el Zurdo Mendieta.

¿Persistencia del uso de la segunda persona narrativa? Sí, para mantener las consonancias de la primera entrega y porque lo pide la narración. Es la mejor manera de entrar a la complejidad de Zuzunaga: desde un narrador que lo señala, que lo acusa, que se aleja, se acerca y lo ronda.

¿Qué espera el lector de Zuzunaga en otras entregas? Como ya dije,  estoy escribiendo el tercer volumen. Zuzunaga tendrá que resolver el conflicto con su hija. Se va a enamorar. Seremos testigos de un policía que seguirá siendo siniestro, oscuro, maligno; pero, asimismo más humano en el sentido de que será más cercano y convincente.

[caption id="attachment_714667" align="alignnone" width="247"] Siete son tus razones Autor: Jorge Alberto Gudiño Hernández Género: Novela negra Editorial: Alfaguara, 2018[/caption]

Siete son tus razones (fragmento)

Jorge Alberto Gudiño Hernández

No quieres abrir los ojos

El cuerpo de Nat se bambolea sobre el tuyo, a horcajadas. Tus manos a los costados. Sin atreverte a tomarla por la cintura. Poco importa la cama desvencijada, las grietas del techo. No te atreves a sentir la piel tibia, casi infantil. Algo te detiene. Tampoco intentas una caricia. Las paredes sucias. Sobre sus muslos. Delgados. Tan diferentes a los que siempre te han gustado. Te conformas con los pálpitos. Con el golpeteo que aumenta su frecuencia. Ella no gime. Tú resoplas. Sintiendo cómo se precipita la inminencia. Se cuela un gañido cubierto de sudor. Embistes con menos fuerza. Atento. Demasiado atento. Es humano. El gañido. Ligero. Si Nat fuera otra persona cambiarías de posición. No quieres terminar tan pronto.

El ruido se convierte en llanto. Quedo. Sabes que no deberías hacer esto. Tus acciones no buscan un pago. El llanto arrecia. Falso. Siempre buscas una ganancia. Es la Niña. La pequeña. Llora buscando a su madre. A Nat. Reclama alimento a mitad de la noche. Al menos no un pago de este tipo. Exige. Exiges. Se convierte en un pequeño grito.

Te sientas sobre la cama. La oscuridad desvanece al ensueño. Estás solo. Tu espalda reclama una noche más en el sillón. Al otro lado de la puerta, en tu cuarto, la voz de Nat arrulla por lo bajo. Ahora te es más fácil imaginar la escena. Una madre carga a su bebita. Anula tu deseo. Están tan cerca. Te levantas. Los músculos reaccionan con lentitud. Tan lejos. Te estiras. La idea de la Niña te arrebata una sonrisa. La de Nat, un misterio.

Sales a la calle. El frío te estremece. Le robas una bocanada a la noche. Espabilas.

Te refugias en la fonda de los miércoles. No buscas una vida cotidiana. Nada que te haga sospechar que vives con una familia. Que formas una familia. El Fresno ha recobrado su textura. Más un barrio que una colonia. Pides los sopes sin cebolla. Jugo de naranja. Café.

Entretienes la espera con el tránsito de las calles. La parsimonia de los ancianos en franco contraste con la prisa de las señoras empujando a sus hijos hacia la escuela. Librarse de ellos. Truenas la boca. También ser responsables de sus destinos. Ahuyentas las ideas.