Felguérez en el MUAC

Felguérez en el MUAC
Por:
  • larazon

Con motivo de los 91 años del pintor Manuel Felguérez (Zacatecas, 1928), el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) organizó una exposición monumental que está dividida en tres núcleos que reflejan el legado de Felguérez a las prácticas artísticas contemporáneas en México.

La curadora, Pilar García, explica que el primero de estos núcleos corresponde a la primera faceta del autor centrada en el arte “vanguardista, el arte pobre y arte de desecho” con el que Manuel Felguérez comenzó a revolucionar el ojo artístico del espectador. Esta exposición despliega tres momentos creativos que marcaron los cambios de rumbo dentro de su producción artística: los murales de desecho, La máquina estética y su obra más reciente. La segunda sección, muestra a un artista interesado en las tecnologías de la época y su aplicación a las ramas más subjetivas como son el arte, mediante las fórmulas geométricas que ingresaba en la computadora y cuya actividad le mereció una beca en la Universidad de Harvard. “Supe que las - dice el pintor -computadoras hacían un trabajo facilitador de problemas que de otra forma tardarían años en resolverse, yo hice lo mismo con la geometría”. Mientras que el tercer apartado se centra en las piezas de arte monumental; última etapa en su trabajo. Una exhibición que según los organizadores muestra una trayectoria de más de seis década de Felguérez en arte mexicano. Manuel Felguérez se formó en México en diversas escuelas de ate plásticas como La Esmeralda y San Carlos, para posteriormente viajar a París y “descubrir” las vanguardias de la época, bajo la tutela del escultor francés de origen ruso Ossip Zadkine.

A partir de los años cincuenta y de su regreso a México, forma parte de la generación de Ruptura, y se acomoda con un pequeño grupo de artistas “abstractos”- Rojo, Lilia Carrillo, Fernando García Ponce-, que intentaban romper con el pasado artístico mexicano. Felguérez desarrolló el conocimiento y la conciencia abstracta, para integrarse en la historia de manera distinta en su devenir. De ahí vienen sus preguntas sobre el mundo, las cuales traduce en imágenes plásticas, que se convierten en mínimos hallazgos creativos, para entender su propia existencia. Recordando un ensayo de Mario Vargas Llosa sobre el feroz crítico literario José Miguel Oviedo, donde habla del papel de ser crítico frente al escritor; dice Llosa: “Alguna vez, en nuestros esporádicos encuentros por el mundo, pregunté a José Miguel si la dureza de sus críticas no era injusta con los maltratados poetas, dramaturgos y novelistas peruanos.

“No hay excusas”, me respondió con esa súbita ferocidad de los tímidos. “Escriben al mismo tiempo que Virginia Woolf, Faulkner o Borges. O que T. S. Eliot y Neruda. Deberían ser tan buenos como ellos o renunciar a la literatura”. Y me pregunto: si han pintado al mismo tiempo que Rothko, De Kooning, Dubuffet, Polke, Tápies, Esteban Vicente, Saura, Ráfols- Casamada, Millares, Canogar… no deberían ser un poco buenos…

Felguérez ha afirmado en reiteradas ocasiones que: “Si uno piensa que el arte es creación, entonces uno se ve obligado en su propia obra a estar encontrando constantemente un orden …”. A la luz de estas afirmaciones se hace imprescindible subrayar con delicadeza las afirmaciones que tras sus siete décadas dedicadas al arte, y las “revisiones” sobre su trayectoria artística; siempre es interesante y saludable contemplar la sombra de una duda sobre el inviolado perfil, no de los grandes artistas, sino de los que en múltiples momentos lo han pretendido –como lo han pretendido y afirmado muchos de sus críticos y amigos escritores de Felguérez- ; ya que los grandes faraones de la modernidad que han guardado celosamente sus temas repletos de miserias y grandezas en las catacumbas de la Historia, y que el tesón de la arqueología crítica ha contribuido a airear, en muchos casos muy duramente y cruel en momentos. Ha ocurrido con verdaderos Grandes Artistas – la mayúscula es consciente -, ahí están Picasso, Bacon, Tápies, Torres García, Miro, Giacometti, Braque, Mondrian, y Dalí, que ya les han ajustado varias cuentas pendientes, no sólo con el arte, sino con la historia. Una historia que es cambiante y caprichosa constantemente.

En realidad Manuel Fuelguérez nunca ha sido ni un buen pintor, y mucho menos, un buen escultor - no hay que olvidar sus muestras retrospectivas para repasar su obra críticamente, cuyo registro quedan en la memoria en sus muestras en el Museo del Palacio de Bellas Artes, de la Ciudad de México; en el Museo de Arte Moderno; en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey; entre otras-, y quizá tampoco sea un virtuoso del arte.. Un buen dibujante, un buen grabador, quizá… Gran pintor y virtuoso son palabras con demasiado juego como para no albergar la idea de ser talentoso – aunque si Felguérez ha tenido talento, creo que es escaso. En México, Rufino Tamayo lo tuvo totalmente. Un creador total. Artistas como María Izquierdo, Carlos Mérida, Gunter Gerzso, Ricardo Martínez, José Luis Cuevas y Francisco Toledo, tuvieron más talento y gozaron de mayor proyección internacional. Diego Rivera fue y es nuestra una gloria nacional - conseguida a base de saber y reconocerse en su tiempo –; Felguérez ha resultado ser una gloria meramente local. O mejor, se puede afirmar que en su obra se hace evidente el deseo de ser un artista ultralocal. Visitando su exposición en el MUAC, lo podemos ver claramente. Vale la pena darse un tiempo y reflexionarlo…