Grassi: Vico y el pensamiento

Ernesto Grassi
Ernesto GrassiFoto: Especial
Por:

En el memorioso pasaje de su tratado Acerca de la interpretación, Aristóteles hizo una distinción, que se ha vuelto canónica, entre dos usos del lenguaje: uno de ellos referido a “las cosas”, donde delimita el terreno de la ciencia, cuyos enunciados pueden ser verdaderos o falsos; el otro, retórico o poético, produce oraciones que, a pesar de tener sentido, como una plegaria o una obra dramática, no pueden ser llamados ni verdaderos ni falsos (tan sólo persuaden, conmueven o deleitan).

Desde que Teofrasco y Ammonio transmitieran a la posteridad esta lectura del texto aristotélico, propiciaron lo que muchos entienden como una hipertrofia cientificista mediante la cual la lógica (primero estoica, luego escolástica9, la matemática Universal de Descartes y finalmente, la Mecánica de Newton, arrinconaron con sus innegables éxitos a la retórica y a la poética hacia un lugar magistral – las humanidades de origen renacentista-, en donde, a falta de verdad, había, que conformarse con la verosimilitud.

La cruzada de la ilustración contra los prejuicios terminó por provocar la decadencia y el desprestigio de esas dos disciplinas hasta convertirlas en simples curiosidades históricas y arqueológicas, cuyos residuos parecían haber ardido definitivamente cuando a principios del siglo XX, las ciencias humanas se constituyeron como saberes positivos. Es verdad que algunos acontecimientos han contribuido a moderar el optimismo cientifista, y también que la filosofía se ha hecho eco de la meseris de sentido, arrojada como saldo por las ideologías progresistas, mediante ese movimiento que en nuestros días llamamos hermenéutica, cuya principal señal de alarma es La crisis de las ciencias europeas de Husserl, y que prosigue desde Heidegger hasta Gadamer, y sus actuales discípulos, pero dada la impresión de que esta reclamación se presenta demasiado tarde, cuando sus razones ya parecen no poder admitirse más que en un horizonte supuesto, contradictorio, apocalíptico y en momentos, escatológicamente posmoderno.

Ernesto Grassi
Ernesto Grassi

La obra de Ernesto Grassi (Milán, Italia, 1902- Múnich, Alemania, 1991) se ha esforzado, durante muchos años y con fuertes y claros argumentos, en mostrar esa revalorización de la función del lenguaje como creador de sentido que los hermeneutas designan – sin percibir siempre su secreta tradición humanística- como “apertura del mundo” era precisamente la que, a principios del siglo XVIII, reivindicaba Giambatista Vico desde una modernidad alternativa al “espíritu geométrico”, pero no por eso menos moderno. Fruto de todo esté gran proceso de maduración es su libro Vico y el humanismo. Vico, Heidegger y la retórica (Editorial Anthropos). Según Grossi, rehabilitar a Vico, pero no como pretendieron hacerlo Croce o Gentile (quienes pensaban que la única manera de salvarlo para la modernidad era reconciliarle con Descartes), sino mostrando el cartesianismo, entendiendo que su defensa de la Retórica y de la Poética no se refería a las momias en que hoy se han convertido ambas disciplinas, y permitir así otra lectura de la modernidad. “Este método de estudio” – decía Vico- en 1709 refiriéndose al racionalismo, “causa entre los jóvenes el doble inconveniente de no hacerles obrar con la suficiente prudencia en la vida civil, y de no darles la capacidad de colorear su discurso con las costumbres e inflamar los efectos”. Y eso que, de imprudencias civiles y de empobrecimiento cultura, social y lingüístico, quedan mucho por conocer, describir y entender.

Ernesto Grassi
Ernesto Grassi