“Hay que evitar los temas lacrimógenos”: Carmen Riera

“Hay que evitar los temas lacrimógenos”: Carmen Riera
Por:
  • larazon

Barcelona. España. La escritora española Carmen Riera (Palma de Mallorca, 1948) publicó la novela Cap al cel obert (Editorial Destino), que escribió en principio en catalán. El eje del texto se centra en La Habana del siglo XIX a través de una familia mallorquina descendiente de judíos conversos, asentados en la isla caribeña. Dice Riera: "Nunca he vivido en Cuba, pero he tenido una relación muy estrecha con su cultura. Era sobrina del general Weyley, que estuvo muchos años en la isla, y que en cierta manera ayudó a formar su historia como nación".

Después de su anterior entrega narrativa, escrita también en catalán, Ains el derrer blau, traducida al español En el último azul (Alfaguara, 1995), premios Nacional de Narrativa, Josep Pla, Crexells, Lletra d’Or y Premio Vittorini a la mejor novela extranjera publicada en Italia en el año 2000. En esta obra, dice la autora, "quería escribir sobre las relaciones entre Mallorca y Cuba. Y para hacerlo he consultado, claro, mucha bibliografía. Esta vez no he recorrido archivos, pero sí que he consultado mucha documentación sobre Cuba. Por ejemplo, el libro de Moreno Fraginals España-Cuba, Cuba-España. Y muchas otras obras sobre el esclavismo y sobre los ingenios, las fincas que tenían ingenios o calderas, en las que se fabricaba el azúcar”. Riera es catedrática de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Barcelona. Entre sus novelas destacan; Por el cielo y más allá (Alfaguara, 2000), Premio de la Crítica Serra d’Or; La mitad del alma (Alfaguara, 2005), Premio Sant Jordi 2003; El verano del inglés (Alfaguara, 2006) y Naturaleza casi muerta (Alfaguara, 2012). Su obra ha sido traducida al inglés, alemán, italiano, portugués, francés, ruso, griego, holandés, rumano, hebreo, húngaro, turco y eslovaco. En 2001 recibió el Premio Nacional de Cultura concedido por la Generalitat de Cataluña. Es miembro de la Real Academia de la Lengua.

¿Por qué escoger el siglo pasado para su historia si Cuba no ha cambiado mucho?

-Entre 1850 y 1860 es el periodo en que se gesta la emancipación. Deli-beradamente evité llegar al 98, porque estamos un poco saturados del tema.

Quería abordar un poco el proceso de independencia cubano, y ver cómo ese nacionalismo se relacionaba con el catalán. El proceso de industrialización de Cataluña viene de Cuba. Muchos de los que allí hicieron grandes fortunas contribuyeron luego aquí a hacer la Cataluña moderna.

¿Tienen memoria los catalanes de estos grandes cambios?

-Uno de los rasgos de este cambio de siglo es que nos hemos quedado sin memoria. Es muy difícil tener memoria de la construcción de Cataluña en la edad moderna. Y yo escribo sobre cuestiones históricas para refrescar mi memoria.

¿Por qué dejó fuera de la novela el tema de los inmigrantes que hicieron fortunas con el comercio cíe esclavos?

-No del todo, pues tampoco deseaba hacer La cabaña del tío Tom. El tema del esclavismo es delicado porque puedes caer en lo lacrimógeno. Yo he querido reflejar que los jóvenes cubanos, las gentes bien pensantes, eran antiesclavistas, pero en cambio tenían esclavos. Es una paradoja. Eran partidarios de que Cuba se liberase de la metrópoli, pero no estaban a favor de la liberación de los esclavos. Decían que si los esclavos tenían que tener libertad, la metrópoli tenía que indemnizarlos.

¿Diría usted que su novela está escrita dentro del género del folletín?

-La técnica que uso es la de dejar en suspenso al lector para que, increstado, siga la trama. La literatura del siglo XIX era el folletín y yo he hecho una novela sobre el siglo XIX; por tanto, éste era el género idóneo.

¿Qué conflicto de escritura encontró para mezclar el folletín con la novela histórica?

—Ninguno. De hecho, lo que es histórico es el trasfondo de la novela. Y la tesis que se defiende. La novela tiene un condiapnan^sptü jático que sirve para entender mejor la condición humana. Por un lado, está la contradicción de que hablábamos, de que eran personajes que luchaban por su propia liberación pero al mismo tiempo eran esclavistas. Por otro, el hecho de ver cómo las víctimas pueden llegar a convertirse en verdugos. Otro aspecto es la intervención del azar: hasta qué punto el hecho de estar en un lugar concreto en circunstancias determinadas puede convertirte en víctima propiciatoria.

El complot político que retoma en la novela, ¿se basa en un hecho histórico concreto, o es producto de la imaginación?

-Me inspiro en parte en la conspiración de Ramón Pinró, un catalán que murió ajusticiado en 1854 por hah er participado en una acción secesionista.

En su novela anterior se podría decir que el tema era de tono coral, y en la reciente hay una amplia galería de personajes, ¿cree que el tema lo requería?

-Para crear un mundo, y el novelista intenta crear un mundo, necesitas organizar una serie de personajes. De todos modos, hay unos cuantos sobre los que recae el protagonismo principal, y otros, en cambio, son requeridos muy pocas veces.

Algunos protagonistas son descendientes de judíos conversos; Isabel Tarongí aparecía en su anterior novela. ¿Cuál es el nexo con esta protagonista?

-La novela entronca con la anterior en este aspecto. Isabel Tarongí existió realmente. Fue quemada en el primer acto de fe de 1691 por judaizante. La familia protagonista desciende de ella y de otros judíos conversos, y he querido llevarlos a una situación en la que ya no sólo son víctimas sino parte de una situación en la que ya no sólo son víctimas sino parte de una historia real.