Hombre de lo coloquial, de pesar, metáfora y erudición

Hombre de lo coloquial, de pesar, metáfora y erudición
Por:
  • larazon

Ilustración Miguel Ulloa Maciel La Razón

Una mañana de 1947, cuando tenía ocho años, José Emilio Pacheco asistió al Palacio de Bellas Artes, para observar la adaptación musicalizada de El Quijote, dirigida por Salvador Novo. Aquel espectáculo lo llevó a decidir su vocación: escritor. Desde entonces, Pacheco exploró con las letras los géneros de la lírica, la narrativa, la traducción y el periodismo, por más de seis décadas, para convertirse en un narrador de lo cotidiano.

En 1963 publicó su primer libro, Los elementos de la noche. Egresado de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México, Pacheco se convirtió en traductor de autores, como Tennesse Williams, T. S. Eliot, Oscar Wilde, Hans Christian Andersen, Samuel Beckett y Lewis Carroll.

Como ensayista publicó El derecho a la lectura, 1984, y La hoguera y el viento, 1994. Escribió cuentos como La sangre de Medusa (1955), El viento distante (1963) o El principio del placer (1973). Publicó novelas como Las batallas en el desierto (1981). Sin embargo, gran parte de su vida la dedicó a la poesía, la cual en apariencia es sencilla, pero es más bien compleja y profunda llena de fatalidad y de ironía.

Entre sus novelas más reconocidas está Morirás lejos (1967), que en letras de Carlos Fuentes “es una obra que aborda un tema que hubiese parecido vedado a un novelista latinoamericano: la suma de instancias históricas, la destrucción de Jerusalén por las regiones romanas de Tito y el holocausto de los judíos en los campos nazis”.

En su trabajo Pacheco abordó temas como el paso del tiempo, la vida, la muerte y el compromiso social, siempre situando al lector en su amada ciudad de México, pues aseguraba que gracias a la poesía “uno descubre cosas a las que no llegaría de otra manera”.

El mexicano se convirtió en ganador de prestigiosos galardones como el Premio Miguel de Cervantes —el más importante de la literatura española­­— el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Octavio Paz, el Pablo Neruda en Chile, el Xavier Villaurrutia, el García Lorca, el José Asunción Silva en Colombia, el Nacional de Poesía, o el primer Premio Iberoamericano de Letras José Donoso.

Fue colaborador de prensa con la columna Inventario, que publicó en la revista Proceso y en el diario Excélsior. Y participó en Novedades, Revista Mexicana de Literatura, Diálogos, El Heraldo de México, Plural, Vuelta, Letras Libres, La Cultura en México o Siempre!, en las que dio a conocer aspectos desconocidos de la vida cultural mexicana de los siglos XIX y XX.

A la par de la creación literaria, se desempeñó como profesor en universidades de Estados Unidos, Canadá e Inglaterra.

Su trabajo trascendió más allá de los libros. En 1973 compartió con Arturo Ripstein el Ariel a la Mejor Historia Original por El Castillo de la pureza. El teatro dio vida a sus personajes, pues Vicente Leñero realizó la adaptación de Las batallas en el desierto y Alberto Isaac dirigió la película llamada Mariana, Mariana. Además ésta misma historia inspiró al bajista del grupo mexicano Café Tacvba, Enrique Rangel, para escribir la letra de la canción “Las batallas”, la cual aparece en el primer álbum de la banda.

En 2010 la Asamblea Legislativa del Distrito Federal le otorgó la Medalla de Oro al Mérito Artístico y también la UNAM lo distinguió con el Doctorado Honoris Causa por ser figura central de la poesía en español de los últimos 50 años.

El intelectual nacido el 30 de junio de 1939 fue miembro del Colegio Nacional desde 1986. Las últimas palabras que escribió las dedicó a su amigo, Juan Gelman, quien falleció el 14 de enero de este mismo año, sin saber que aplicarían para sí mismo: “Por dejar una huella radiante que no se borrará”.