Ignacio Solares explora los Aforismos y la Minificción

Ignacio Solares explora los Aforismos y la Minificción
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  • carlos_olivares_baro

Entrar a los 47 textos que conforman Prolongación de la noche (Alfaguara, 2018), del narrador, académico, periodista cultural y dramaturgo Ignacio Solares (Ciudad Juárez, Chihuahua, 1945), se convierte en una experiencia en que los espejos tutelan nuestros pasos por los atajos insondables de las sombras. Relatos resonantes que se bifurcan por dimensiones insospechadas: el sueño como una patria donde un himno proclama la aridez de  viejos retratos que parecen enmohecidos.

[caption id="attachment_723634" align="alignleft" width="133"] Gráfico: La Razón de México[/caption]

Desandamos en medio de una prosa de ecos y marejadas superpuestas.  El lector tiene en sus manos unos folios de confluencias que recuerdan a José Lezama Lima: “Yo veía a la noche como si algo se hubiera caído sobre la tierra, un descendimiento. Su lentitud me impedía compararla con algo que descendía por una escalera, por ejemplo. Una marea sobre otra marea, y así incesantemente, hasta ponerse al alcance de mis pies. Unía la caída de la noche con la única extensión del mar”, escribió el autor de Paradiso.

El aforismo, la minificción, la crónica y el apunte memorioso se conjugan para abordar la pretensión, el amor, la misericordia, el desagravio, la Historia y el marchitamiento de sus héroes. La vida en un lienzo de pasmosos arrebujes en que el desasosiego es una certeza manifestada en la dilación de la estación de la noche.

Aquí  la noche como “el espacio en el que se borran los contornos y todo se vuelve posible” (José Gordon). Solares es capaz de describir un universo evanescente, vaporoso, oculto, indeterminado y sigiloso con la precisión de un relojero que arregla la avería del minutero con asombrosa gestión artesanal. El autor de Delirium tremens se vale de una oratoria  inquietante para explorar esa alquería resbaladiza: los fantasmas que habitan los zaguanes de nuestras afinidades.

“Tengo fascinación y obsesión por ese ‘otro mundo’. Por más firme que esté el suelo que pisamos, por más radiante que esté el sol que nos alumbra: siempre hay demonios escondidos que en cualquier momento pueden causar un caos. El mundo real se desvanece como el humo. Todo lo que vemos es un gran teatro  bordeado de extrañezas”, ha dicho Ignacio Solares.

Varios textos de Prolongación de la noche dejan en el lector una zozobra perpleja: “El jubilado”, “Ayúdame”, “¿Quién elige sus sueños?”, “Dimensión paralela”, “Mejor cara”, “Otro rostro”, “La misa de nueve”, “La fuga”, “Échate unos tragos”, “Cerrar los ojos”, “La virgen en un burdel”...: se estira el tiempo de la noche, se ensancha el arqueo de la existencia del hombre sobre el mundo; apostamos cada mañana por el reflejo de nuestro rostro en los espejos. ¿Qué es la noche?: ¿algo caído sobre la tierra, un descendimiento?

En “Ayúdame”, el narrador se ve envuelto en los ‘prodigios nocturnos’, cuando el fantasma de su padre se le presenta en “una madrugada fría”, en ese prolongado intervalo se da cuenta que en la noche: “Todo nuestros miedos se reúnen. Es como una masa que se va espesando”.

La escritura como una jaculatoria. “Disfruté mucho la escritura de estos relatos que incluyen algunos aforismos. Lo hice sin prisa, con la lentitud que la noche impone. Me sentía satisfecho contando cosas que me son trascendentes. Aquí hay un testimonio de mis pequeños conjuros”, precisa el Premio Nacional de Ciencia y Artes (Literatura y Lingüística) 2010.

[caption id="attachment_723643" align="alignnone" width="696"] Gráfico: La Razón de México[/caption]