José Emilio Pacheco, poeta de la remembranza cotidiana

José Emilio Pacheco, poeta de la remembranza cotidiana
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  • carlos_olivares_baro

Alta Traición: “No amo mi patria. / Su fulgor abstracto / es inasible. / Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente, / puertos, bosques de pinos, / fortalezas, / una ciudad desecha, / gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, / montañas / —y tres o cuatro ríos.”: José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 30 de junio de 1939—  Ibídem, 26 de enero de 2014). Poeta, ensayista, narrador y periodista cultural. Premio Cervantes 2009;  Premio Reina Sofía de poesía Iberoamericana 2009. El autor del poema citado cumpliría el domingo, 30 de junio, 80 años.

[caption id="attachment_950770" align="aligncenter" width="651"] José Emilio Pacheco. Foto: Especial.[/caption]

Último domingo de este junio caluroso escoltado por el silencio de la luna y los elementos escamados de la noche en el reposo del fuego. Hay que dejar que el tiempo mismo retrase las pausas y prolongue los aguaceros de su flaqueza: tiempo ambicioso que todo lo disipa: que todo lo predice: tiempo misericordioso que todo lo hace inmaculado: que fortifica la evocación y suscribe los olvidos. “Dejemos que el tiempo consuma su aniquilación”, escribió el autor de Islas a la deriva. Lapso que subyuga la sombra. Extensión que dialoga con el sueño. Mesura del fulgor. Instante que deletrea la presencia. Hostilidad en el ahora que nos expulsa de lo que fuimos y nos coloca en el borde del azar que es futuro: Soy un fue, y un será, y un es cansado pronosticó Quevedo mirando la intemperie fría de la soledad.

Edad de música callada. Tarde o temprano llegarán los mercurios para platear las instintivas angustias que acorralan los períodos. El autor de No me preguntes cómo pasa el tiempo, Ciudad de la memoria, La edad de las tinieblas, Desde entonces, La arena errante y Las batallas en el desierto —entre otros cuadernos de narrativa, crónicas, ensayos, traducciones y poesía— lo sabía muy bien. Tarde o temprano sus versos esclarecerán la tempestuosa crónica de todo lo que somos. “Letras, incisiones en la arena, en el vaho”.  Escritura donde la infancia es el “eco de un pozo” y la muerte, “voraz certidumbre del  sudario”; “piel del mundo” en la voz del poeta de la remembranza cotidiana.

El Dato: Formó parte del Colegio Nacional desde el 10 de julio de 1986, y fue nombrado miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua, el 23 de mayo de 2006.

Nos seducen los versículos de José Emilio Pacheco y celebramos su risa mortal de viandante del mercado de la esquina. Nunca habló de pesadillas, su diálogo florecía en las ensoñaciones de la irradiación. Obra poética sin tinturas: la transparencia preside sus espacios. Pocas veces en la literatura la concisión ha sido esclusa tan convincente: procesión de ondulaciones donde la ceniza almacena y doblega las máscaras del odio en una sola bocanada: “… estoy en la calle, me quedé sin nada, si —pero no me noquearon—. Nadie jamás me vio tendido en la lona”. Tiempo, vida y ser con guiños a Quevedo, Eliot, Nietzsche y Heidegger.

Todo arde, José Emilio: / la cosecha es resplandor, pesadumbre y desidia / estamos  muriéndonos de impaciencia  de rabia  de mirar las ruinas de nosotros mismos // en las paredes están escritas las peticiones de los niños / en las tapias los perros mean sobre el idealismo / todo se disemina por el arranque de las estaciones / todo  se malbarata por la ambición de los mercaderes/ asistimos al sanguinario reflejo de los retratos y nos vemos como hormigas / desesperados caminando por los troncos de los árboles.

Arde la noche. El aire húmedo parece hervor de ciénaga // la noche que nos traga / la noche que nos expulsa a las pestilencias/ la noche que nos descuartiza / la noche que nos tiñe en preludio y sombra. // José Emilio, tú que eres un augur de la edad de las tinieblas y sabes conjurar la belleza del jabón común / exorcizar los resquicios de la Avenida Juárez / devotamente mirar las vitrinas y los globos// tú, que prefieres el ladrillo por encima de los mármoles / conoces muy bien la eterna / circulación de las transformaciones // sabemos que en cualquier pausa una melancolía sorda aparece / sabemos que en los andenes / tu voz hace más condesciende la espera. ¡Celebremos tus 80 años en la vendimia de los verbos que conjuraste con amor para nosotros!

[caption id="attachment_950771" align="aligncenter" width="1037"] Imagen: Especial.[/caption]

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