La conexión con el público: Según Javier Camarena

La conexión con el público: Según Javier Camarena
Por:
  • larazon

Desde hace varios años, el tenor mexicano Javier Camarena ha conquistado recintos como la Ópera Estatal de Viena y la Ópera de París, pero en abril de 2014 se voló la barda en el Met de Nueva York. Ahí se presentó como Don Ramiro en La Cenicienta, de Rossini, y su desempeño fue tan notable que lo obligaron a repetir un aria (“Si, ritrovarla io giuro”), algo que durante los últimos setenta años sólo han conseguido en ese espacio Luciano Pavarotti y Juan Diego Flórez.

En The New York Times lo calificaron como “príncipe entre tenores”. Anthony Tommasini, el crítico de ese diario, escribió: “Camarena tiene buena técnica, un montón de energía y vitalidad rítmica. Su voz es cálida y penetrante, ya sea en frases suaves o en ráfagas de intensidad”. En noviembre de 2014, en el Teatro Real de Madrid, Camarena también hizo un bis en La hija del regimiento (Donizetti); el público se lo pidió en el aria “Ah! Mes amis”, que exige nueve notas de do sobreagudo.

Actualmente, el cantante nacido en Xalapa promueve su álbum Recitales (Sony Music), que contiene canciones italianas y mexicanas, grabado en vivo en el Palacio de Bellas Artes y en el Teatro Juárez de Guanajuato. A veces con seriedad, o entre risas que reflejan su carácter alegre, Camarena nos responde.

En el cuadernillo de Recitales hay una foto tuya con Ángel Rodríguez, en la que parece que ves al pianista que quisiste ser.

Más bien veo a un artista que admiro muchísimo como músico. Un colega y un cómplice. Sí quise ser pianista, pero estoy muy convencido de mi vocación y feliz de ser tenor.

De algún modo, el álbum resume tu vida artística y personal.

Es un disco muy completo por los autores que están ahí: Bellini, Scarlatti, Donizetti,

Rossini. En ellos se reflejan mis gustos interpretativos aunque no hayamos incluido ópera, porque yo pienso que eso debe escucharse con orquesta. Por otro lado, también están nuestros grandes compositores populares como José Alfredo Jiménez, Agustín Lara y María Grever.

¿Ya te gustaba el italiano antes de ser cantante de ópera?

Siempre me gustó, pero lo empecé a estudiar hasta que entré a la escuela de música, y luego me seguí otros dos años con clases particulares.

¿Entiendes perfectamente cuando cantas en alemán?

Ya llevo siete años en Suiza, una ciudad (Zúrich) donde predomina ese idioma. Lo entiendo bastante bien y lo hablo con relativa fluidez.

Ahora estás coqueteando con el repertorio francés.

Esa sí es la vaca más flaca. Lo entiendo más o menos, lo hablo poco, pero cantar es otro rollo. Sí está en mis planes ese repertorio, pero voy a necesitar de un coach especializado en fonética.

¿Estudiaste actuación?

Hay algo en el plan de estudios, pero no tuve la fortuna de seguir una educación sólida en ese terreno. Me he hecho actor sobre las tablas.

¿El método “Stanistablas”?

Ése mero.

¿Quién fue tu primer modelo a seguir como tenor?

Yo creo que Ramón Vargas. El primer disco que compré con mi dinero fue uno de él: Canzoni.

¿Quién es tu cantante favorito de todos los tiempos?

Fritz Wunderlich.

¿Cuál ha sido la mayor enseñanza de tu maestro Francisco Araiza?

Comunicar, transmitir, y no sólo cantar bonito. Saber decir lo que hay en la partitura y proyectarlo al público.

Él ha dicho que perteneces a un selecto grupo de cantantes tipo Stradivarius.

Es un honor oír eso, viniendo de una leyenda viviente.

Leí que oírte cantar en Nueva York fue como ver a un equilibrista sobre una cuerda y sin red de protección. ¿Es una buena analogía?

Yo creo que sí. En la ópera estás con el alma desnuda sobre el escenario, y tienes una orquesta en vivo y un público diferente cada noche. Por eso es tan emocionante.

¿Repetir un aria en el Met es algo parecido a un orgasmo?

Yo siento distinto en los orgasmos. Ya en serio, fue una experiencia maravillosa, pero no por el hecho del bis o porque me sienta muy fregón, sino por la atmósfera que se creó, por la retroalimentación súper intensa con el público. En esos momentos no pensé para nada en la trascendencia dentro de la historia del Met.

¿Para ti es igual cantar en Nueva York que en Torreón?

Lo mismito. Todo lo que rodeó el concierto en Torreón fue muy especial y lo atesoro. Mucha gente se involucró para que se llevara a cabo la presentación en el Teatro Isauro Martínez, y en la plaza mayor se transmitió en directo para miles de personas.

¿Qué factores intervienen para que decidas cambiar de repertorio?

Tu voz cambia, se desarrolla, se fortalece, toma más cuerpo. También tiene que ver tu gusto personal y el repertorio con el que tu voz se siente más a gusto. Yo empecé a cantar a Rossini para aprovechar las oportunidades que se me presentaban. Cuando me invitó el Teatro de Zúrich fue con La italiana en Argel, y yo no tenía ni idea de Rossini, excepto La scala di seta que había hecho para la Universidad de Monterrey. Luego vinieron invitaciones de Viena y París para hacer cosas de Rossini. Yo me siento más pleno con Donizetti y Bellini, en óperas más líricas. Quiero regresar a donde estaba en un principio.

Quisiste estudiar ingeniería, guitarra y piano. ¿Nadie se daba cuenta de la voz que tenías?

Siempre fui afinado. Naces con un timbre y un color de voz, pero no me pasaba por la cabeza dedicarme profesionalmente al canto.

¿Cuál fue el primer dinero que ganaste como cantante?

Yo creo que al ganar la beca Carlo Morelli.

¿Y antes en serenatas?

Ésas las hacía por gusto. Estuve en un grupo con el que ambientábamos fiestas, pero ahí yo era tecladista.

De las cantantes con las que has trabajado, ¿cuál es la que más te impresionó?

Cecilia Bartoli. Es alguien que se supera a sí misma cada día y es un gran ejemplo para todos los que nos dedicamos a esto.

¿No te gustaría cantar con Elina Garanca? Por aquello del taco de ojo.

Trabajé con ella en Viena, en El barbero de Sevilla. Canta bellísimo y sí es una muñeca de porcelana, pero es tan alta que yo le quedaba de llaverito.

De chavo escuchabas a Sandro, Leo Dan y Piero porque le gustaban a tu mamá. ¿A cuál preferías oír?

A ninguno. Yo prefería a Pedro Infante, Javier Solís y Jorge Negrete.

Dime tres discos de música popular que te llevarías a una isla desierta.

Mi disco Serenata, uno de Agustín Lara y una compilación de Pedro Infante.

Y tres de música clásica.

Uno con todas las sinfonías de Mozart, otro con los conciertos para piano de Rachmaninov, y uno que yo grabara de El barbero de Sevilla.

¿Viajas a tu casa de Zúrich cargado de chiles enlatados?

Enlatados y no enlatados, tortillas, todo lo que puedo.