La genial Nancy Spero en el Museo Tamayo
El Museo Rufino Tamayo presenta la exposición Nancy Spero: Paper Mirror, una de las artistas más importantes de la vanguardia de la segunda mitad del siglo XX. La muestra intenta subrayar todos los aspectos fundamentales de la obra de una pionera – junto con Martha Rosler y Adrien Piper- del arte feminista y de la escena contestataria de Nueva York de los años 60 y 70. Un camino que forjó, en un momento adverso, ya que la creación masculina ocupaba un puesto primordial en el orden artístico, y la abstracción era el contenido predilecto de la expresión. Spero buscó con su trabajo la justicia social y la igualdad para las mujeres, adoptando para sus obras historias de mujeres como víctimas o diosas mitológicas.
Se exhibe un conjunto de más de 50 piezas, significativas que van desde algunos de sus primeros trabajos, realizados cuando todavía era estudiante en el Art Institute de Chicago, hasta su última participación en la Bienal de Venecia, con la instalación: “Maypole, 2007”. En esta pieza la artista vuelve sobre un tema recurrente en su obra y en la política internacional de Norteamérica: la guerra. La pieza es un Árbol de Mayo provisto de más de cien cabezas de aluminio tratadas y pintadas. Aunque muchas de sus obras resultan inquietantes, y testimoniales al clima de incertidumbre político y social de su tiempo. No hablo de politizaciones sino de sentido político. Y dicho sentido político está presente en lo desgarrado de su discurso estético. Es por eso que el sentido de ruina, de decadencia, de desolación que aflora en cada una de sus imágenes.
Nancy Spero (Cleveland, Ohio, 1926- Nueva York, 2009), fue una de las principales reivindicadoras de lo femenino, aunque siempre lo haya hecho de un modo sutil- de una forma discreta, o mejor dicho, poética, lejos de ser ella misma protagonista-. A partir de algunas de sus piezas claves como Codex Artaud o Hours of the Night, topamos con una muestra donde advertimos la fragilidad de unos papeles que semejan ser violentados por un cromatismo duro y agitado, lo que encaja con un tipo de figuración velada, casi impedida o, en todo caso, semiborrada que esconde la intención de actuar de metáfora de ese sentimiento opresivo y doloroso, casi a modo de angustiosa tortura, que desde hace años viene denunciando la norteamericana. “Lo poético – dice Nancy Spero- que entra en el arte, y no es siplemente una mera dimensión añadida, sino que implica varias dimensiones en sí. Ahora bien, tal vez yo tenga una noción anticuada y romántica del arte, que surge de la idea de modernidad, la idea de que como artistas o escritores podemos decir: es así porque lo digo yo. Aunque no me guste citar a Duchamp, esta noción puede incluir cualquier cosa”. [1]
Tengo en la memoria la exposición retrospectiva, que el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y el Museo Reina Sofía le dedicaron en 2008, bajo la coordinación de Manuel Borja – Villel, que intentó acercar al público europeo la obra de Spero. Borja decía que la obra de la artista destaca por: “su agresividad pictórica con el ejemplo las lenguas fálicas de algunos dibujos, su argot militar, violento y sexual o las bombas que hacen estallar excrementos, su manera de atacar contra la guerra de Irak. O por ejemplo, su obra Torture of Women, de 1976, centrada en las atrocidades de los regímenes dictatoriales suramericanos contra las mujeres”.
En la exhibición se pueden ver trabajos de sus inicios como pintora figurativa con la serie Black Paintings, que realizó en París - allí se trasladó con su marido, el pintor Leon Golub, y encierran todas ellas la sensación del aislamiento-; a principios de los años 60, que representan arquetipos de figuras solitarias y amantes en atmósferas desplazadas, revelando así su aislamiento como artista mujer. De ahí ese sentido del mundo como misterio insondable donde cualquier imagen previa resultaría abolida por la línea vital de Spero, por la muete como transfiguración que aseveraría el poeta francés Antonin Artaud, presente en su trayectoria, y al que calificó de "paria" y "loco", aunque también "artista brillante" y una "víctima que corría en círculos". Cada poema fue diseñado y mezclando con figuras psicosexuales en collage y las intensas expresiones de hostilidad y dolor del escritor.
Lo cita de manera compulsiva , para expresar y exorcizar la ira y la alienación que sentía como artista. Estas obras evolucionan hacia el vasto Codex Artaud (1971-1972), compuesto de treinta y cuatro rollos de hojas pegadas entre sí. Esta pieza múltiple, de formato abierto, que recuerda escrituras antiguas, marca la etapa de madurez de su obra y se ha convertido en un punto de inflexión en el arte de los años setenta. Su lenguaje a diferencia de sus contemporáneos, es obsceno y está inscrito manualmente, como un grafito, ofreciendo a su trabajo un tipo de corporalidad diferente, que la distancia de los discursos estéticos de su época.
El público podrá comprobar, además de su carácter contestatario, la importancia que da al movimiento y al cuerpo como articulación de su discurso. Bien apunta Manuel Borja: “El discurso de Spero, es una forma de historia oral, es un libro de lenguas que se subleva contra su propia sofocación, una historia de voces que, como escribió acertadamente Hélene Cixous, “se ha mordido la lengua demasiadas veces”.
[1] Nancy Spero. Entrevista , Benjamin H. D. Buchooh Nancy Spero. Disidanzas Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía,2008.. Madrid, España
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