La insoportable omnisciencia

La insoportable omnisciencia
Por:
  • raul_sales

En nosotros no hay fallo alguno, somos perfectos en todo, somos eternamente jóvenes, nuestros cuerpos son el epítome de la belleza, somos todopoderosos, omnipresentes y omniscientes. Con esa breve descripción espero que tu primitiva cognición entienda que tu clasificación del universo es una diversión; bienvenida pero, nada más; para nosotros no existe tal cosa como el bien o el mal, estamos más allá de los límites absurdos que que te marcas y en los que te "conduces" y lo que tu llamas culpa, es para nosotros tan sorprendente como si en tu efímera existencia escucharas a una cucaracha proferir el más intenso y motivador discurso en latín.

No hay nada que nos provoque temor y sin embargo, le tenemos una aversión inusitada al tedio y es que te podrás imaginar lo aburrido que puede ser la eternidad cuando conoces todos los detalles de lo pasado, lo presente, lo futuro y no posees la cualidad del olvido.

Ese mismo aburrimiento nos llevó a crear algo que nos hiciera pasar el yugo del tiempo y no quisiera que nos visualizaras tomando una bebida sobre unos divanes pues eso es tu forma de imaginarnos cuando en realidad no hay forma de que tu pequeño cerebro nos asimilara.

En el momento de la creación decidimos que cada uno de nosotros bloquearía la capacidad del otro para ver y conocer lo que ustedes llaman destino y la razón es bastante simple, si queríamos diversión, entretenimiento y sorpresa, debíamos vivirlas y así fue como ustedes crecieron, decirles que así los pensamos sería mentirles, parte del juego era observar que sucedería sin interferir en forma alguna en su proceso y el resultado fue bastante agradable: ver cómo evolucionaron y cuando nos pusieron nombre fue imposible no meternos al juego pues uno de nuestros rasgos dominantes es el ego y era embriagador sentir su adoración.

Para quien sabe todo no hay nada nuevo pero su libre albedrío era lo más cercano que nunca tendríamos a la sorpresa y por eso adoptamos gustosos los roles que nos designaron, nos transformamos a su imagen y semejanza y vivimos con ustedes, comimos a su lado, los amamos y los destruimos a placer.

Son nuestros hijos, nuestras mascotas, nuestra diversión y se convirtieron en nuestra principal razón pero tampoco quiero que se sientan únicos y especiales pues este juego lo estamos jugando en incontables mundos de incontables universos y la única coincidencia es la forma en que se dirigen a nosotros.

Cuando decidimos jugar el juego pusimos la regla de no intervención y nos obligamos mutuamente a cumplirla y el bajar al tablero nos obligaba a perder nuestra omnisciencia y aunque ustedes lo vean como una gran pérdida, para nosotros era leche y miel, era descubrir en cada instante, sentir lo que nunca habíamos sentido y el hecho de pasar horas, días, meses, años, lustros, décadas, siglos, milenios entre ustedes y encontrarnos con descubrir pero, sobre todo, poder olvidar, nos provocó una adicción difícil de describir pero que era/es/será maravillosa y eso, a algunos de nosotros es motivo de extrañeza y de preocupación pues hemos visto la preferencia, la necesidad y el anhelo de quedarnos con ustedes y no saber que hicimos ayer, que depara el mañana y no saber que piensan, como lo piensan y cual será su decisión es una sensación sublime. Quizá, por eso ya no nos ven, ni nos identifican, ni les atemorizamos o imponemos pues ahora ya no bajamos a jugar con ustedes, ni moverlos, ni atacarnos entre nosotros usándolos, ahora bajamos egoístamente a olvidarnos y a descubrirnos. Buscamos el anonimato, el gris, el anodino discurrir del tiempo pues sólo así deja de ser yugo, sólo así el aburrimiento deja de ser eterno y es por instantes nada más.

Nos preocupa pues nos llegó el momento en que el juego se volvió nuestro todo y los creadores del laberinto se metieron como ratas para ver qué sucedía cuando tocabas la campanilla al final del mismo...

Nos preocupa porque ahora la omnisciencia es insoportable y cada vez quedan menos fuera y cuando nos encontramos aquí hacemos como si no existiéramos, pasamos de largo como perfectos desconocidos y es una verdad pues aunque nos reconocemos, ya no nos conocemos...

Antes solíamos visitar nuestras diversas creaciones, ahora cada vez pasamos más tiempo en la que nos parece entrañable y nos diluimos en la preterición. Cada vez somos menos afuera y cuando no quede nadie... Sé lo que sucederá... Quizá por eso bajé... prefiero no saberlo.