La isla de los juegos

La isla de los juegos
Por:
  • raul_sales

No fue ni un meteorito, ni un terremoto, ni la falta de agua, el calentamiento global tuvo la culpa pero de manera indirecta, al subir la temperatura, el permafrost se derritió y los virus aletargados por miles de años se reactivaron, primero fue lento pero cuando nos dimos cuenta, ya era una pandemia pero a diferencia de nuestros ancestros de la prehistoria, nosotros teníamos medicina avanzada y pudimos combatirlos uno tras otro, surgieron nuevas vacunas y salvamos a la población. Fue una victoria contundente pero, pírrica, en el ego desmedido de creernos todopoderosos y salvadores de la raza destruimos nuestra posibilidad de procrear. Por querer salvarnos hoy y no dejar que la naturaleza a la cual creímos dominar, siguiera su curso y la supervivencia de los más aptos, condenamos a toda nuestra especie. En nuestra defensa diré que eso era lo que se suponía que hiciéramos, que salvar a 7,000,000,000 de personas era lo correcto, que no podíamos prever que nuestros genes se modificarán y que nuestra prole falleciera a las pocas semanas de gestación.

Los niños pequeños que fueron vacunados, también tuvieron secuelas, su desarrollo se detenía en la adolescencia y la salud física se deterioraba ante nuestros estupefactos, lacrimosos y culpables ojos. En pocos años no hubo niños a quienes perseguir, a quienes enseñar, a quienes consentir y jugar, nuestro mundo fue mucho más oscuro, la tasa de suicidio se disparó a números alarmantes y empezamos a envejecer. Pensamos en buscar mecanismos para retrasar la senilidad y la muerte pero, un mundo sin risas infantiles no era un lugar agradable para prolongar nuestra existencia... No pudimos seguir ese camino, simplemente no teníamos la motivación y sin motivación estábamos muertos en vida, nosotros, quienes debíamos mejorar las condiciones de vida, los que amábamos el conocimiento y su profundidad, los que podíamos pasar semanas enteras en discusiones acerca de la medición de un zeptosegundo ahora no teníamos razón de ser, de existir... de vivir.

Entonces ocurrió el milagro que rompió nuestra paralizante depresión, encontramos un banco olvidado de óvulos y espermatozoides. Eran los últimos, los demás, en un esfuerzo desesperado por volver a tener niños, fueron utilizados y desperdiciados en fecundaciones infructuosas. El descubrir todo un lote que no había sido modificado nos hizo renovar las esperanzas, no éramos tan ilusos para creer que lo que no había funcionado anteriormente, ahora lo haría. No, tuvimos que empezar por crear una maquinaria que fuera similar a la matriz y lo conseguimos aunque cada aparato era un cubo de 2 metros por lado, después tuvimos que resolver el problema de los nutrientes pero, quizá lo que nos llevó más tiempo fue encontrar un mecanismo que les permitiera ser atendidos y cuidados en su tierna infancia.  Sus nanas autómatas son producto de nuestros desvelos.

No hay nada que no se pueda hacer cuando nos unimos, las cosas que se realizan cuando surge una minúscula chispa de esperanza son grandiosas y eso nos pasó, toda la población de este planeta, todos sus recursos, toda su buena voluntad, se abocó al proyecto.

El proyecto debía realizarse en una isla, en una que pudiéramos aislar totalmente del virus pero que estuviera relativamente cerca de donde, si todo salía bien, después de crecer y multiplicarse, pudieran repoblar el planeta. Los estaremos acompañando en sus primeros años, viendo que todo se desarrolle correctamente y si todo funciona como esperamos, no saldremos de ese recinto para evitar el posible contagio en una edad temprana pero no nos importa morir si volvemos a ver a los niños jugar, si los volvemos a ver.

Quizá nunca tengan la curiosidad de buscar estas habitaciones, las escondimos precisamente para que no lo hicieran pero, llegará un momento en que la isla les quede pequeña, se les preparó a consciencia y eventualmente encontrarán pequeños objetos con información de "la civilización antigua" y poco a poco armarán el rompecabezas, poco a poco resurgirán como especie dominante, poco a poco, repoblarán su planeta.

El más joven de nosotros tiene ahora 63 años, ya hemos perdido a más de la mitad  de los que vinimos aquí para acompañarlos en silencio pero, ha valido la pena, hemos llorado y reído viéndolos crecer, nos han devuelto algo de la humanidad y al menos en esta isla podrán estar seguros hasta que se desenvuelvan lo suficientemente bien, tenemos esperanzas de que los incendios que provocamos en los continentes acabaran con el virus pero no estamos seguros de que fuera en su totalidad. Solo este puñado de ancianos encerrado conoce lo que pasó y ustedes, pequeños niños, no saben las ganas que nos dan de acurrucarlos, estrecharlos, besarlos pero no podemos... No debemos.

Quizá nunca lean esta carta, no importa, lo escribo como una forma de sacarme la culpa que me corroe, del miedo que me invade y suplirlo con la esperanza que me provocan. Tal vez no nos entiendan, tal vez esto que estamos haciendo no logre su cometido, ninguno de los presentes estaremos vivos para verlo así que, esperamos que aquello que les dejamos sea suficiente para su instrucción, su preparación y su misión.

No, no es misión, es supervivencia, ustedes son las última líneas genéticas que pueden mezclarse y procrear. Ustedes 286 niños son toda la esperanza de la humanidad y n lo saben y tal vez nunca lo sepan pero, también son una nueva oportunidad para no cometer los mismos errores.  En nuestra proyección, cuando puedan contar con los medios para salir de la isla, el planeta será virgen otra vez, estarán en desventaja ante depredadores que eliminamos de la isla pero también tendrán las herramientas para dejar de estarlo. Si todo sale bien, en 5 generaciones habrán generado, quizá la inmunidad y entonces la supervivencia estará garantizada pero si nos equivocamos, Dios, ni siquiera puedo pensar en eso.

Si leen esto alguna vez quizá todo salió bien y solo quedaría algo por decir... Lo lamentamos mucho... Lo lamento mucho... Ojalá puedan encontrar un pequeño espacio en su corazón para... perdonarnos.