La Leica que inmortalizó al Che, rematada en 20 mil dls.

La Leica que inmortalizó al Che, rematada en 20 mil dls.
Por:
  • jaume

Nadie conoce dónde se esconden los íconos y menos cómo ni cuándo nacen. En aquel negativo de 36 fotogramas, la fotografía del Che era una anécdota. Un retrato perdido entre una multitud de célebres escritores y políticos: Fidel Castro, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir.

Esas imágenes fueron captadas por la Leica que Alberto Korda usó para su famoso retrato del Che y la cual se vendió el pasado viernes en una subasta por 20 mil 200 dólares a un comprador austriaco. Fue el hijo del fotógrafo, Dante Korda, quien puso a la venta la cámara en un sitio de web.

Era el 6 de marzo de 1960 y las calles de La Habana estaban ocupadas por una manifestación de repulsión a un acto de Estados Unidos que ellos consideraban intervencionista. La multitud acusaba a la CIA de haber hundido un barco cargado derramas procedentes de Bélgica. Un episodio que dejó en las aguas del Atlántico ochenta muertos y doscientos heridos. Los gritos de repulsión llenaron el cielo de Cuba.

Durante esos días, en los que Castro se había erigido en protagonista absoluto, un joven fotógrafo, que había dejado su trabajo en revistas comerciales y de publicidad, y se había sumado a la Revolución cubana, tomó, casi por casualidad, unas instantáneas de Ernesto Guevara, uno de los barbudos que entraron victoriosos en la capital de la isla y que acompañaba en sus primeros años la revuelta comunista. Nadie podía intuir en ese momento que esos dos disparos estaban destinados a consagrar la imagen del combatiente, y que, impresa en miles de camisetas, lo convertiría en un mito para todos los hijos del 68. Pero, ¿Cómo sucedió esto?

A veces, el padre de una imagen no es el fotógrafo, sino el editor, el ojo que ve, entre un montón de imágenes, en apariencia, sin demasiada importancia, su fuerza interior. Esta persona era Giangiacomo Feltrinelli, editor de Milán y uno de los inequívocos admiradores de lo que estaba sucediendo en la isla.

Durante uno de sus viajes a Cuba, para recoger material de la revolución, Korda le regala una serie de instantáneas de Guevara. Entre ellas estaba este famoso retrato conocido como “El guerrillero heroico”. Transcurridos siete años, el Che fallece en Bolivia y su nombre se convierte en un mito. Pero ninguno del siglo XX puede sobrevivir a su época con una imagen que lo represente y simbolice su lucha.

Feltrinelli tuvo la habilidad de mirar en lo que nadie se había fijado y, aprovechando la muerte del guerrillero, estampó la foto que le dio Korda en un millón de pósters, esa cultura floreciente de los años sesenta. Los vende a cinco dólares cada uno y, además, se reserva los derechos.

No tardó en convertirse en una de las imágenes más reproducidas de todo el mundo, y, a su propietario, en un multimillonario virtual gracias al retrato de un comunista, lo que no está, por cierto, exento de ironía.

Con la eclosión de este fenómeno, Korda contrató un abogado y denunció la utilización comercial de la foto del revolucionario. Ganó en pocas ocasiones. Sólo contra una marca de Vodka ruso. El dinero que extrajo de ese juicio lo donó a la sanidad cubana.

Cámara del “momento decisivo”. La Leica III supuso la revolución del reporterismo al derrotar por goleada a las cámaras de medio formato de película 120 que se usaban en la época. Por su pequeño tamaño (400 gramos de peso) y gracias a la película de 35 mm, los cambios de carrete eran rápidos y se podían adquirir una gran variedad de objetivos angulares y teleobjetivo a rosca de poco peso y tamaño.

Ya no hacía falta cargar con grandes estuches y la cámara pequeña, silenciosa y discreta, se podía introducir en ambientes políticos y culturales sin apenas llamar la atención.

Las películas eran cada vez más sensibles y se podían tomar fotos con poca luz. Introducida por Leica en el 1933, rápidamente se convirtió en éxito de ventas a pesar de su alto precio. Grandes como Cartier- Bresson, Bruce Davidson, Bischoff, Alfred Eisenstaedt, Elliot Erwitt y un largo etc., la usaron.

Era la cámara del “momento decisivo”, como dijo el maestro de los reporteros, el francés Henri Cartier-Bresson.

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