La revolución cubana sólo duró 20 años: Rafael Rojas

La revolución cubana sólo duró 20 años: Rafael Rojas
Por:
  • larazon

Foto Rodolfo Valtierra

Rafael Rojas acaba de publicar Historia mínima de la Revolución Cubana (El Colegio de México). El propósito es cuestionar, desde la historiografía, los mitos del discurso oficial. Dejar claro que en el proceso revolucionario intervinieron múltiples actores y que está muy lejos de ser sólo la obra de Fidel Castro.

El autor plantea que la Revolución Cubana como un proceso arranca propiamente en 1956 ­—cuando se generaliza la lucha contra el dictador Fulgencio Batista— y concluye 20 años después, con la promulgación de la Constitución de 1976.

Es un repaso duro, un recuento de los daños, que entre otros aspectos se detiene en la ola de fusilamientos entre 1959 y 1960, con sus cuentas macabras: mil 883 ejecutados.

Rojas, quien es premio de ensayo Anagrama y uno de los pensadores más lúcidos del continente, puntualiza, en entrevista con La Razón, que “las revoluciones no son eternas” y que el ejercicio de revisión de la historia puede colaborar en la democratización de la sociedad y el régimen cubano.

Ve, con un optimismo cauteloso, la ventana de oportunidad abierta por el anuncio de restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, pero recuerda que persisten la represión y la exclusión en la isla.

¿Por qué una revisión de la historiografía cubana? La propuesta que me hizo El Colegio de México fue anterior a la coyuntura actual. Trabajé durante todo 2014 y cuando estaba entregando el manuscrito se produce el anuncio de restablecimiento de relaciones con Estados Unidos. Y entones pusimos una nota al final: “Después de la revolución”.

Me interesa subrayar que viene un momento posrevolucionario prolongado luego de 1976, en el que estamos todavía.

La principal motivación es, que coincide con esta coyuntura, la acumulación en los últimos años de un corpus bibliográfico muy tangible de crítica y revisión de los relatos tradicionales sobre la Revolución Cubana, producidos en la isla y reproducidos en los medios de comunicación a nivel occidental.

Hay un relato mítico sobre la revolución, pero hay una nueva generación de historiadores, dentro y fuera de Cuba, que está cuestionando esos mitos. Están los libros de Lillán Guerra, Sergio López Rivero y Ricardo Quiza, desde la isla.

¿Por qué importa meterse con los mitos, entrarle a una lectura revisionista? Primero hay que entender que esos fenómenos de desmitificación, o cuestionamiento de mitos, son parte de la lógica de la producción del saber, las ciencias sociales siempre proceden por medio de la desestabilización de estereotipos, de premisas establecidas.

Por otro lado, la desmitificación no llevada a un exceso iconoclasta cumple funciones cívicas. Se incorpora muchas veces a los procesos de democratización, porque mientras más complejo y más plural se presentan los fenómenos del pasado, el ciudadano se identifica con su historia desde una perspectiva crítica.

En el caso cubano hay una fuerte identificación de la revolución con la persona de Fidel Castro, ni siquiera con la de Raúl.

Se produce, dentro de la isla, la identidad entre revolución y fidelismo, y dentro y fuera de la isla la identidad de revolución y castrismo.

Para buena parte del discurso del exilio cubano, la revolución no ha sido más que el castrismo. Curiosamente en los dos lados se le otorga a la revolución como una especie de eternidad, mientras viva Fidel Castro. Mientras viva habrá revolución.

Eso es un equívoco enorme. El libro intenta acercar la historia de la revolución cubana a la de otras revoluciones. Trato de entender la revolución cubana como se entendieron las otras revoluciones.

Uno de los elementos de esa comprensión universal de las revoluciones es que no son eternas, están demarcadas temporalmente.

¿Hay un interés particular del régimen cubano de que esto ocurra (la persistencia del mito) o es una corriente profunda de la historia que va moldeando la identidad colectiva? ¿ Es la inercia o es una estrategia? Es un mecanismo de control ideológico de la población y la ciudadanía. Como he dicho en otros ensayos: esa historia oficial se ha ido debilitando en los últimos años, pero hasta la última etapa de lo que se llamó “La batalla de ideas”, que condujo personalmente Fidel Castro, e incluso en el momento en que se celebró el cincuentenario de la revolución, en el 2009, el discurso oficial seguía dándole vuelta a todos estos mitos. Eso está en la Constitución de Cuba, que la revolución es la Revolución de El Moncada, el Granma y la Sierra, de Fidel Castro, que recupera el proyecto de José Martí en el siglo XIX y lo enlaza con la única forma que podía adoptar esa revolución que es la del socialismo de tipo comunista. Se produce una simbiosis entre la ideología republicana de Martí y la ideología marxista leninista.

La ideología del Estado cubano según la Constitución es el ideario de Martí y el marxismo leninismo. Quien ha logrado esa simbiosis es Fidel Castro, como Mao logró la simbiosis entre comunismo y confucianismo en China.

Según la Constitución esa Revolución es eterna porque además de enfrentarse al imperialismo es tan eterna como mientras dure la etapa de transición del socialismo al comunismo.

(Esto) Se ha debilitado mucho. La ideología oficial se ha movido más a favor del nacionalismo y ha dejado a un lado su conexión con el marxismo-leninismo. Un síntoma del discurso oficial.

Parece que el gobierno se va adaptando a los nuevos tiempos.

¿Qué tanto esta nueva realidad cubana es discursiva y estratégica? ¿Quizá no estamos leyendo bien lo que ocurre en Cuba? El debate historiográfico sobre la revolución sirve para entender de qué manera fue constituido ese régimen político, que tuvo que excluir, reprimir, exiliar, llevar al presidio político a decenas de miles de personas, porque hubo una oposición, tan diversa como la que hubo contra Batista, la hubo también contra la revolución. Ese saldo represivo de la construcción del nuevo régimen ha sido ocultado por la historia oficial.

El libro entra en esa parte más delicada que es reconstruir la resistencia cultural y política de amplios sectores de la población al nuevo orden. Por ejemplo los católicos, lo que sufrieron los homosexuales, las distintas asociaciones civiles de la vieja sociedad civil, la de negros y mulatos.

Y está relacionado con el debate del presente, porque si bien la revolución no existe el régimen político construido por la revolución sigue existiendo.

Si vas a contar la historia de la revolución, comprendiendo dentro de ella cómo se construye el régimen político, no puedes ignorar la represión, el exilio, el presidio, los fusilamientos.

Lo de los fusilamientos fue terrible. Eran primero de batistianos, pero muy pronto comenzaron a ser fusilamientos de líderes de la propia revolución.

¿Los cambios son reales o responden a una suerte de mecanismo político? No creo que la idea del cambio sea como una neblina mediática que se está creando. Creo que el cambio social, lo que está viviendo la sociedad cubana, después de la caída del Muro de Berlín ha sido importante. A principio de los años noventa se produjo esta apertura muy limitada de despenalización del dólar, apertura del mercado libre campesino.

¿Qué tanto beneficiará esto a los cubanos y más sin un cambio de régimen? Hay una parte de la población que ya se beneficia de este cambio, pero no se puede decir que sea la mayoría, es una parte importante. Para empezar, buena parte de la población que tiene familiares en el exterior y que recibe remesas, parte de la población que estuvo o está involucrada en el mercado de automóviles, compra y venta inmobiliaria, o que trabaja en los sectores conectados con la inversión extranjera como el turismo, o las empresas mixtas, una población importante.

Aquella parte de la población que se ha pasado al negocio privado, a los trabajos propios, o a las cooperativas agrarias y que ha logrado acumular con este despegue del mercado. Esto es lo importante.

Ahora hay un amplio sector de la población que está quedando excluido del cambio y que está viendo cómo en Cuba empiezan a aparece fenómenos típicos de cualquier sociedad latinoamericana como la pobreza, la extrema pobreza, el desarrollo disparejo regional: unas avanzan mucho, La Habana, Varadero, las partes conectadas al turismo; pero las rurales del centro y del oriente muy deprimidas, son fenómenos que están pasando .

Aquella sociedad en efecto igualitaria, muy homogénea, que hubo, por el subsidio soviético. No hablamos de eso porque es un fenómeno que empieza en los 70. Esa sociedad construida en los setenta y los ochenta no existe más en Cuba.

El mercado, la apertura económica traerá más pulsaciones por la libertad, es una regla histórica… ¿Qué podemos esperar? Por lo pronto, un efecto ya perceptible de estas reformas, y previsto, ha sido el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos y el aceleramiento de la integración global de Cuba.

Por mucho tiempo el gobierno cubano tuvo un periodo de aislamiento y ahora se está aprovechando el restablecimiento de relaciones con EU para ampliar esa red internacional de Cuba, buscando acceso a créditos e inversiones y a exportaciones hacia la isla. Ése es un efecto inmediato.

Seguirá avanzando y consolidándose ese nuevo modelo que podríamos llamar de capitalismo de Estado, o socialismo de mercado. En ese clima las demandas de la ciudadanía se irán desplazando hacia sectores marginados, o desfavorecidos por la reforma, incorporarán demandas sociales y la oposición seguirá siendo reprimida, seguirá haciendo demandas políticas.

Esa va a ser la nueva coyuntura. Un crecimiento de la presión sobre el gobierno cubano para que mueva el cambio hacía las zonas que está dejando fuera. Atacar esa disparidad social, por un lado, y por el otro abrir el sistema político.

Desde hace años tengo la impresión de que esa presión a favor de la apertura del sistema político ha ido dejado de ser internacional para ser más doméstica. Es decir, la presión se va a desplazar del plano de la comunidad internacional (EU, Europa, gobiernos latinoamericanos) al interior de la isla. Es una presión más doméstica que internacional a favor del cambio.

Porque el gobierno cubano, a la vez que sigue reprimiendo, tiene un mayor reconocimiento y legitimidad a nivel internacional, por las reformas que está haciendo.

Hay mucho menos presión internacional ahora para el cambio político. Sin embargo, la presión doméstica creo que está aumentado; a lo mejor no lo vemos del todo, porque recuerda que ésa sigue siendo una sociedad mediáticamente cercada.

No hay que descartar que en los próximos años, por ejemplo en el 2018, está prevista la sucesión. Según lo anunciado por el propio Raúl Castro, dejará el gobierno para traspasarlo a su primer viceministro, Miguel Díaz-Canel.

En la coyuntura que va al 2018, no descartaría que sectores reformistas del gobierno comiencen a articular demandas de democratización. No sólo la oposición y sectores de la sociedad civil, como la Iglesia. (Es probable que) Sectores reformistas del gobierno también defiendan una democratización. Habrá que ver qué tipo de democratización viene, porque lo mismo puede ser el tránsito de un partido único a uno hegemónico…

¿Cómo engarzamos esta historia mínima de la Revolución Cubana con…? La única manera que se me ocurre es que la nueva historia crítica de la revolución está inscrita en un proceso de democratización del régimen político cubano, aunque a un nivel intelectual. Todas las democratizaciones han ido acompañadas de una revisión de la historia oficial, en México, en la Unión Soviética, en España… Este debate que ya empezó hace mucho tiempo está acompañando esa democratización, sin que ésta se produzca. Es un tipo de producción intelectual que se da en los sectores críticos del régimen cubano, que trata de avanzar por esa vía.