Los autorretratos de Toledo en la Galería Juan Martín

Los autorretratos de Toledo en la Galería Juan Martín
Por:
  • miguel_angel_munoz

Dotado de una sensibilidad  única  en el arte de México, que se alumbra en la contemplación del paisaje de cada  “pequeña sensación”, Francisco Toledo podría ser el heredero  natural de Rufino Tamayo. De nadie más…El que es reconocido como el pintor   mexicano más interesante de su generación. Explicaba Toledo que su tarea como pintor  era “ocuparse de reflejar su historia, su tradición cultural…”. Así Toledo  está hoy a sus 78 años más   activo que nunca.  En una época en que vivimos   rodeados de un arte que rechaza  la estética a favor de las  ideas, más literatura que arte,  la obra de  Toledo se muestra   como un discurso estético de deslizamiento entre la sorpresa y la libertad.  Habría que añadir,  dentro del lenguaje  figurativo que   práctica, que subsiste en él  la tensión  integradora de elementos  gestuales y matéricos, pero que todos  ellos se mezclan  cada vez con mayor   naturalidad, con ese toque sabio de que lo difícil y complejo parezca simple y sencillo.

La galería Juan Martín, localizada en la Ciudad de México, abrió la exposición Naa Pia’: yo mismo, como un breve repaso a las creaciones de Toledo por el autorretrato. La muestra se integra con casi 60 obras realizadas entre 2017 y 2018 con técnicas como óleo sobre tela y mixta sobre papel. La mayoría de las piezas  llevan por título Naa Pia’ y un número, otros se llaman Me dicen el prieto, Yo soy tu padre, De África vengo, Retrato con fecha falsa de nacimiento, Pecho de codorniz, Para donde volteas, Máscara Tam Tam, Contrahecho, Retrato cuadrículo, La mano que saluda, Quinquince, Retrato con No. 88, Fauces imaginarias y También soy yo. Un buen número de obras para descubrir y redescubrir su fuerte pasión por retratarse constantemente.

Cada uno de   los cuadros, cerámicas, esculturas, grabados y dibujos es un Toledo inédito, pero se deja notar como un distanciamiento    reflexivo,  una paciencia luminosa, que  incrementa la claridad. Por este  carácter de despojada  relación con la materia,   cada obra  tiene algo de magia, de conversión íntima con la naturaleza: cambio y permanencia; vértigo  y quietud.  Su obra  contiene  posibilidades  inimaginables para la pintura mexicana y muchas tienen el   misterio de un tour  de foorce: se puede ver al artista refugiarse en su obra, pero éstas a  la vez se exponen a   cualquier alteridad. En ellas,  como ocurre en los cuadros de Tamayo, las atmósferas que se presentan, se representan y se filtran deliberadamente. Cada dibujo o  pincelada, que traza  sobre el espacio vacío  se vuelve un proceso de la materialidad  de la creación, pero  también se transforma en  detonador inquietante de su juego con el tiempo,  la memoria  y su presente histórico: el arte  como depurada intensificación de la experiencia.  Mujer atacada por peces ( 1972) y Juárez embrujado (1985), Muerte grillo (1990), obras que reflejan el anverso y reverso  de su intento de búsqueda de imágenes  elocuentes, pues son  variaciones de su propia realidad,  a la vez  mediaciones sobre la memoria histórica  y artística de su pasado y su presente.  En realidad,  su obra tiene algo de  Éste es mi nombre  del romántico Adonis,  pero los ritmos de Toledo no son nada quietos.  Algunos de sus dibujos y grabados recientes – su serie sobre un texto de Kafka, por ejemplo -, que están entre los mejores que ha hecho, tienen la  sutileza  cromática de la atmósfera. Quiero decir que, junto a los colores planos saturados, que en su obra han tenido un perfil definido,  con negros, azules, oscuros, sienas, grises, blancos, aparecen ahora más grises, azules, y sobre todo el blanco y negro de sus gráficas.  Renovación, transgresión; búsqueda  constante,   elementos  claves  que caracterizan su estilo. En este sentido,  su obra gráfica  corre en paralelo a la pintura, como dos diferentes herramientas de las que se sirve indistintamente  para ir avanzando en su incansable búsqueda de un lenguaje propio; trayectoria basada en la constante   investigación de las técnicas gráficas, desde la serigrafía y la litografía,  hasta sus múltiples experimentos con el aguafuerte, bien sobre zinc o plancha, la punta seca, el barniz blando, el aguatinta a la cera…, nos dan el perfil de este creador. Es una  alquimia  sorprendente,  inquietante.

Toledo participa de una voluntad de ruptura,  de un estilo “mexicanista moderno”, sino que tiene él, una necesidad  de simplificar la pintura, su discurso estético, como lo hicieron sus  antecesores:  Mérida, Gerszo, Ricardo Martínez o Nieto, se  aleja de toda tradición artística de su tiempo.  Toledo es reacio a cualquier exceso  teórico y reticente a  la verbalización estética. No es casual, pues, que viera en la experimentación cromática de  Rothko  un buen estímulo  para la reflexión sobre el espacio, las funciones de la luz y el color como forma protagonistas de una nueva notación constructivista de corte clásico.

Las referencias se hacen en extremo sutiles, como en  Insectario (1990), donde   diversos  grillos, chapulines, hormigas tienen la imponente majestad  de volver  la narración de un sueño interminable. Los signos caligráficos  pierden violencia descriptiva, pero resultan  más conmovedores e inquietantes,    como aligeradas  sombras que acarician   las superficies. Las  materias  se abomban con  poética sensualidad, pero sin ser barrocas.

Toda la densidad de lo telúrico, de lo tectónico, de lo  orgánico,    de las misteriosas  fuerzas de  la naturaleza,  se muestran aquí con su compacta opacidad, pero, a la vez, con   cristalina   transparencia. Es como si Toledo se hiciera   simultáneamente  clásico y romántico. Hay en todo   momento ese sentencioso laconismo que se subraya    en el cuadro La caminante (1989),  donde,  sobre un hecho matérico  tenebroso, se cruza la muerte  en constante movimiento, con su bastón. Lejano y cercano a Posada. ¿ Quién ha dicho que la belleza y la muerte no sean terribles?. Toledo es un creador   total, complejo y sutil; nos  habla desde el absoluto para señalarnos la  sensación estremecida de lo real, el tacto de la piel, los susurros, las sombras, los gestos alados. La encarnación del espíritu gracias a la pintura: la mera naturaleza del arte. Una lección pictórica total. Imposible abarcar  la diversidad de su obra. Lo importante  para Francisco Toledo es que cualquier  objeto puede ser transformado. De esta manera sea   con pintura, cerámica, escultura o gráfica, que son los terrenos de Toledo, nos  deja siempre  la imagen cumplida de una  fecunda fidelidad  creadora, la realidad y la memoria de un artista que no envejece  porque no pierde el  sentido de renovarse siempre.