MAÑANA

MAÑANA
Por:
  • raul_sales

Ojalá todo hubiera sido quedarnos encerrados, lo vimos con el romanticismo del pausar nuestra vida mientras nos conocíamos a nosotros mismos y a los demás habitantes de nuestra casa, los que vivían en edificios, salían a los balcones para interactuar, los que estábamos en casas ahí nos quedábamos y era bastante sencillo pues teníamos internet, redes sociales y plataformas de entretenimiento. En un inicio pedíamos a domicilio y veíamos películas y series o leíamos el libro que teníamos pendiente pero que nuestra ajetreada vida no nos permitía leer pero, nuestro dinero se fue acabando y ahora los días se alargaban y solo podíamos comer, entretenernos y comer otra vez hasta que ya no podíamos pedir a domicilio y empezamos a racionar nuestra despensa pues recibimos la mala noticia del cierre de nuestros centros de trabajo. Sí, algunos quisimos demandar pero no había tribunales y de aquí a que regresaran pasarían dos quincenas y los cobros de servicios no se detuvieron, incluso algunos bancos pidieron que adelantáramos pagos, quizá los hubiera tachado de cínicos pero ellos también estaban viendo su suerte ya que sus proyecciones decían que con el cierre de las empresas, tendrían más de la mitad de sus créditos en cartera vencida. En el gobierno, por otra parte, no entendía sus políticas, no habrían prórrogas, descuentos, condonación ni estímulo, en otras palabras le dijeron a la IP, rásquense con sus uñas pero primero nos pagan y si bien, tenían algo de razón en cobrar para poder ayudar a los que más necesitaban, parecía que estaban cegados que al apretar más el nudo de la corbata empresarial en un entorno carente de oxigeno... bueno... cocinaste a la gallina de los huevos de oro y si algo hay que decir, es que el caldo del día quedó delicioso pero... ¿y mañana?

Fueron mil pequeños indicios, algunos no lo sintieron hasta que sus enormes despensas se vaciaron y fueron a los supermercados y estos no tenían nada, o aún más superficial, cuando no se pudo hacer el cargo automático de los servicios de internet porque ya se había rebasado el crédito y eso que no se habían pagado las colegiaturas o las cuotas del gym.

Y le exigimos al gobierno que le exigiera a nuestras empresas que pagaran y las empresas estaban cerradas por no haber podido cumplir las exigencias del gobierno y en ese vicioso maelstrom buscamos ayuda por todos lados y cada país estaba teniendo sus propios problemas, sus propias decisiones erradas, su propia recesión y nos quedamos solos, con nuestros problemas, nuestras decisiones erradas y nuestra recesión dentro de la recesión.

No había empleo, no éramos sustentables y nuestros productos básicos, si los encontrábamos, veíamos el precio por las nubes, caro para algunos, prohibitivo para la mayoría y así empezó el caos pues, uno puede mantener sus límites de convivencia social hasta que el hambre apremia, entonces, en ese terrible momento en que no tienes para comer o peor aún, para darle a comer a tu familia, tus límites de “buen ciudadano” de “buena persona” dejan de importar y surge tu lado animal, ese que solo le hace caso a los instintos, en el que deja de lado el “como me verán” por el muy urgente, “necesito comer”.

Como si fuera un guión de una película post apocalíptica, empezaron a surgir bandas de saqueadores que justificaban todo dentro de la multitud, como langostas iban de negocio en negocio arrancando las cortinas metálicas, colándose en el interior y vaciando lo poco o mucho que quedaba para intercambiarlo después por otros productos y subsistir en este estado de saqueo, trueque, vigilancia para evitar el saqueo.

Quizá no entiendan el motivo de que escriba esto, no lo hay, no existe motivo, es solo una forma de saber que no he perdido toda mi civilidad, que aún tengo una pátina de cultura por muy delgada que esta sea, escribo para no dejar que el animal surja y si, quizá para justificarme de una manera más directa y no dentro del “mainstream” del grupo. Solo aquellos que han visto la mirada de sus hijos suplicantes por una comida entenderán que nada es más desgarrador y que harán lo que esté en sus manos para impedirlo, así empecé y, lamentablemente, no hay opción de salida, todos estamos en este perverso juego de arrebatarnos las cosas mientras nos gruñimos y esperamos que no sea necesario desgarrarnos las gargantas.

Pero tampoco tiene caso que siga tratando de justificar lo injustificable, ya no hay ni siquiera la sensación de legalidad y orden, cada quien hace lo que quiere, era insensato pensar que todo regresaría a la normalidad si el 60% eran comercio informal y el otro 40% fue exprimido hasta la desaparición y con el desempleo, el hambre y con el hambre la violencia.

Ojalá todo hubiera sido tan sencillo como quedarnos encerrados, quedarnos en casa, pero no... no fue tan sencillo... nadie pensó... en mañana.