Mis versos, pequeña ficha del mundo que me abruma: Andrés Neuman

Mis versos, pequeña ficha del mundo que me abruma: Andrés Neuman
Por:
  • carlos_olivares_baro

Oír para escuchar el mundo. ¿El universo se despliega en sonidos que el ser humano ausculta, o el eco no es más que un presagio sobre el silencio?  El rumor distrae: parece que en cada sílaba, una alteración del presentimiento nos acorrala y nos circunda. La melodía que se impregnó en la memoria deja de ser la cadencia original: tarareamos una ficción. Reproducimos aquello que ya no es. Porque el sonido vuela, el retumbo se diluye. La reverberación no nos pertenece: nos engañamos con el resol de lo que aúlla.

Circula en librerías un curioso cuaderno de poemas: Vivir de oído (Almadía, 2017), de Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977). Sorprenden como siempre las insinuantes ilustraciones y el sugerente diseño de Alejandro Magallanes. Almadía oferta a ‘dos por uno’: el lector paga por una cartilla, pero en realidad se lleva dos: el texto como tal, conformado de palabras, y la otra tela, signataria de la tinta y las ideas visuales de un artista que le ha dado un vuelco a las impresiones literarias en México.

El Dato: La revista Granta también reconoció a autores como Martin Amis o Kazuo Ishiguro.

El ganador del Premio Alfaguara 2009 de Novela por El viajero del siglo entrega un poemario de iluminaciones y festividades: presagios, mudanzas, sinuosidades, incitaciones, testimonios, gestualidades fugaces, envites irreverentes… Los días se desdibujan en los rumores y, a su vez, un murmullo de cuerdas antiguas unta el presente: “Cada pregunta rompe un mecanismo / y ese descarrilarse, más o menos, / hace un ruido de amor”.  Poemas breves: atajos que más que delimitar la voz de un narrador la empalma, la anuda, la predice.

“Mis versos son una muestra del envés de mis narraciones: la otra cara de ese dios Janus que me asedia. He querido presentar un compendio de breves fichas de un mundo que me abruma, de un pasado que se hace realidad en el presente, de aquello que soy por vivir de oído, yendo mordido en el azar, como el saxofonista que toca su instrumento sin leer las notas”, comentó en entrevista con La Razón el Premio Hiperión de Poesía e integrante de la lista Bogotá 39.

Dice usted en un verso: “Mirando se inaugura una ficción”. ¿Qué se origina cuando oímos? Oír para presentir, quizás todos los presagios se hacen reales en el acto de escuchar. Uno mira y ve lo que está; pero, uno escucha sonidos que se pierden al instante: estamos obligados a reproducirlos y nunca son los originales. Cuando escuchamos, acarreamos los silencios.

Hay en su libro una suerte de ondulación muy cercana a Bach y al  jazz, pienso en Coltrane… Imagínese, mi madre era violinista y de niño la escuchaba: ¿cuántas veces no oí yo a Bach, mientras mi madre ensayaba? Sí, el jazz: ese performance que no se repite y esa improvisación azarosa andan por mis poemas, no lo dudo.

¿Toma usted la sonoridad como pretexto para recordar? Sí. Recuerdo ecos: serpenteos que vuelven en forma de melodías inesperadas. Yo le añado las armonías con mis obsesiones. En este libro lo digo: “No entiendo nada, / voy viviendo de oído”.  En ese acto de oír me miro en el espejo y me percibo en el eco que soy, que somos.